Salvador Zúñiga,
veterano líder de los pueblos indígenas de Honduras, miembro del Consejo Cívico
de Organizaciones Populares Indígenas de Honduras (COPINH), ha declarado que en
dicho país se está haciendo una guerra contra un pueblo desarmado, que lo único
que ha hecho ha sido reclamar que se reinstale al Presidente por el cual se votó
para que ejerciera el mando durante cuatro años.
En esa guerra se ha llegado a encarcelar hasta a 300 personas
por día. Como en la localidad de El Paraíso los presos ya no cabían en las
dependencias de la policía fueron llevados al Estadio Nacional.
Escuadrones de la Muerte han asesinado a manifestantes. El
Ejército ha disparado contra una manifestación, provocando un montón de heridos
y varios muertos.
El golpista Ramón Custodio López declaró que el
Ejército disparaba balas de goma, pero se ha comprobado que en la persecución
que ha desencadenado en todo el país ha utilizado balas de fusil M-16.
También se ha denunciado que los golpistas violaron la
Constitución de Honduras cuando en el país estuvieron presentes
integrantes de la Contrarrevolución Nicaragüense y tropas de Estados Unidos.
Aunque la Constitución dice que en Honduras no puede
haber clases privilegiadas, grupos poderosos se están adueñando de los ríos para
hacer represas y beneficiarse con la venta de energía eléctrica. Esos grupos
tienen un subsidio anual del Estado.
En las elecciones hondureñas cada votante puede pronunciarse
en cuatro urnas: una, en la que se depositan los votos para alcaldes; otra para
diputados; otra para Presidente. La cuarta debía recoger las respuesta (por SI o
por NO) a la pregunta de si estaba de acuerdo con la convocatoria de una
Asamblea Nacional Constituyente. Aunque se trataba de una consulta de resultado
no obligatorio, se desató una fuerte persecución.
Una manifestación de aproximadamente 300 personas que
intentaba recibir al Presidente electo por cuatro años fue hostigada, detenida
cortando el derecho a manifestar y se obligó a sus integrantes a bajar de los
ómnibus. Cuando intentaron tomar un camino para eludir a las fuerzas de
represión, inclusive siguiendo senderos en las montañas, los siguieron hasta con
aviones –Tucanes- y les comenzaron a disparar. Debieron internarse por el
bosque, de noche, sin luz. Pero la Policía contaba con “orejas” (infiltrados).
Durmieron una noche en El Paraíso, y al día siguiente
comenzaron a trasladarse hacia Nicaragua. Un grupo de 70 salió hacia un
lado. El segundo grupo partió hacia otro. A los 70 los siguió el Ejército, fusil
en mano, los apresaron en furgones cerrados y enviaron unos hacia Tegucigalpa y
otros para San Pedro Sula, hacinados, en las peores condiciones, casi
ahogándose.
El país retrocedió 30 años. Ya no se pensaba que se podía
utilizar una fuerza armada con aviones para reprimir a una población civil. En
San Pedro Sula desaparecieron dos muchachos del Partido de Unificación
Democrática y del Bloque Popular. Los golpistas recurren al fantasma del
comunismo y de Chávez, como pretextos para reprimir. En la práctica, el
Estado de Sitio ha sido continuo, durante el día y la noche. La gente puede ser
detenida a cualquier hora y en cualquier lugar de Tegucigalpa. Elementos de la
ultraderecha venezolana (Robert Carmona, Otto Reich) buscan
convertir a Honduras en una base terrorista para agredir procesos
democráticos.
A los soldados no se les da libre los fines de semana, y
aumenta la cantidad de enfermos. La operación psicológica dirigida hacia los
soldados incluye una dosis de pastillas que les calma el hambre, porque no se
les da comida suficiente. Soldados a los que se obliga a estar en situación de
guerra y disparar contra un enemigo que es el pueblo desean en, realidad,
retirarse.
El abuso y la violación contra los derechos humanos se
verifican incluso contra los propios soldados, ¡qué puede esperar el resto de la
población!
América Latina
debe reaccionar aún más vigorosamente y defender la libertad del pueblo de
Honduras con uñas y dientes, porque todos sabemos que es también la nuestra.
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