Hubo un tiempo en el cual América
Central fue una sola tierra, una sola
nación, una sola patria. Su existencia
no llegó a cuajar en instituciones que
perduraran en el tiempo, y quizás no
pudo ser más que el nacimiento de una
idea y de un sentimiento. Pero esto fue
suficiente para que las fuerzas
conservadoras comprendieran que esa
“apenas intención” era lo más amenazante
para sus privilegios. Hoy, Honduras es
víctima de las mismas clases aferradas a
los mismos privilegios. El golpe de
Estado es la reedición de una antigua
historia de dominación, pero esta vez ha
despertado una conciencia que latía en
el pueblo, esperando su oportunidad.
Juan Bautista Vico
(1668-1744), reconocido historiador
italiano y fundador de la filosofía de
la historia, en
su obra “La Ciencia nueva” reconoce el
mundo de la historia como objeto propio
del conocimiento, porque en él los seres
humanos son producto de su acción. En
este sentido, dice Vico, la
historia no avanza de forma lineal
empujada por el progreso, sino en forma
de ciclos que se repiten, y que implican
siempre avances y retrocesos. Son esos
los cursos y recursos de la
historia en los que hay un retorno
cíclico de las épocas, un movimiento de
flujo y reflujo, de marchas y
contramarchas, de idas y vueltas.
Pero no se trata de un eterno retorno de
todas las cosas, sino un volver a un
estadio que se creía superado, pero
ahora visto desde una nueva perspectiva.
Según Vico, la humanidad avanza y
retrocede, pero cada retroceso dispara
con ímpetu la siguiente etapa de avance,
que tampoco será definitiva y volverá a
retroceder1.
El
proceso de independencia y unidad
centroamericana
Según Aldo Díaz Lacayo,
reconocido historiador y analista
político nicaragüense, “En
Centroamérica no hubo una verdadera
independencia porque no hubo un
movimiento político estructurado a nivel
regional que se haya impuesto este
objetivo, luchando por ello hasta
lograrlo.
Al comienzo de 1800
Centroamérica estaba todavía
bajo el dominio del Reino de
España. La Capitanía General
de Guatemala estaba
formada por las provincias de
Guatemala, Honduras y
Nicaragua, la Gobernación
de Costa Rica y las
Intendencias de Chiapas y
El Salvador.
Cuando llegaron las
informaciones acerca de que la
Intendencia de Chiapas se
había anexado a México,
las demás provincias decidieron
declararse independientes con
todos los territorios que
estaban dentro de su
jurisdicción. El último
gobernador de la Capitanía
guatemalteca, Gabino Gainza,
convocó a una junta de notables
para hacer la declaración de
independencia.
Estos territorios convocaron a
un Congreso Centroamericano que
declaró independientes las
regiones que integraban la que
fuera Capitanía de Guatemala.
Dicho Congreso decidió la
creación de la Federación de
las Provincias Unidas de Centro
América, la que estaba
integrada por Guatemala,
Honduras, Nicaragua,
El Salvador y Costa
Rica, y su capital fue la
Ciudad de Guatemala.
Desde entonces se denomina como
Independencia de Centroamérica a
la conmemoración de la firma del
Acta de Independencia de la
Capitanía General de
Guatemala, el 15 de
septiembre de 1821.
|
Hubo brotes importantes en algunas de
las provincias –continuó Díaz Lacayo–,
pero fueron aislados, no penetraron en
los pueblos y no tuvieron continuidad.
De tal manera que el Acta de la
Independencia de 1821 se produce
simplemente por el hecho que la
Capitanía General de
Guatemala se encontraba frente al
hecho consumado de un proceso de
independencia en todo el resto del
continente y ella, aún dependiente de
España, no sabía qué hacer.
La decisión de convocar a un Congreso Centroamericano surgió
exactamente para ver cómo resolver este
problema, pero mientras estaban en este
proceso decidieron anexarse a México,
y es hasta el 1 de julio de 1823 que el
Congreso declaró la que yo considero la
verdadera independencia. Esto quiere
decir que como no hubo un movimiento
regional estructurado, la independencia
no trajo consigo un sentimiento de
ciudadanía centroamericana. Y además, la
autoridad de la República Federal era
muy débil en relación con las
autoridades de cada una de las
provincias que la conformaban,
desarrollando de esta manera el
sentimiento nacionalista de cada
provincia.
Sin embargo –continuó el historiador–, a nivel simbólico este
proceso representó el primer paso hacia
el sueño de una Centroamérica
unida”.
En 1823, tras la sublevación de
Santa Anna en Veracruz, una
revolución liberal en México
obligó a Agustín I a
abdicar, proclamándose en el
país una República Federal, y
proclamándose en julio de ese
año la independencia absoluta de
la antigua Capitanía General de
Guatemala, que se
estableció como una República
Federal de Centroamérica,
integrada por las actuales
repúblicas de Guatemala,
Honduras, El Salvador,
Nicaragua y Costa Rica;
sólo Chiapas permaneció
unida a México.
Francisco Morazán |
La Federación se mantuvo con
grandes dificultades, ya que los
conservadores, el clero de la
iglesia católica y los grandes
latifundistas se oponían al
proyecto. Pero se pudo proclamar
una Constitución que abogaba por
una forma de gobierno liberal,
pluralista y republicana, siendo
el primer presidente
constitucional de la Federación
Manuel José Arce
(1825-1829).
Pronto se produjo el choque
entre el gobierno federal y los
provinciales; estallaron
frecuentes insurrecciones, y
durante la presidencia de
José Francisco Barrundia
(1829-1830), éste tuvo que
entregar el mando supremo al
general Francisco Morazán,
defensor de la autonomía de las
provincias, el cual fue elegido
Presidente de la Federación.
|
Para Díaz Lacayo, el año 1829 fue
extremadamente importante por el ingreso
de los liberales al poder de la
República Federal. “Al ganar el poder
los liberales quisieron hacer la
verdadera República Federal, pero esto
provocó un gran conflicto con las
autoridades de los diferentes países
integrantes.
El general Francisco Morazán luchó más de diez años en
la que considero una guerra tardía de
independencia y de adelantada revolución
liberal”.
Desde la presidencia hondureña,
Morazán llevó el peso de
las operaciones militares en la
guerra civil contra los
terratenientes y ricos
comerciantes que dominaban la
Federación. Impulsó un cambio a
favor de las mayorías más
humildes, y enarboló un proyecto
de desarrollo autóctono para la
región, que tenía por objetivo
la constitución y
fortalecimiento de una clase
burguesa nacional. Proclamó el
libre comercio con una clara
concepción de defensa de los
intereses de la región y no
abrió el país a la apetencia
desmedida y empobrecedora de los
productos extranjeros, sino que
se ocupa de la promoción y
desarrollo de las exportaciones.
En particular, Morazán
fue un renovador de los sistemas
educativos de su época. Definió
la responsabilidad del Estado en
la educación popular y fomentó
escuelas y academias. Proclamó
por ley la separación de la
iglesia católica y el Estado, la
absoluta libertad de cultos y
legalizó el divorcio, con lo que
rompía uno de los ejes de la
hegemonía ideológico cultural
conservadora, y se situaba en la
vanguardia de los pensadores
liberales más avanzados de la
época.
Frente a la realidad de una
jerarquía católica beligerante y
comprometida con las fuerzas más
reaccionarias, Morazán
expulsó del país a sus
principales personeros. Luego,
con la aprobación del Congreso
de la República, confiscó sin
indemnización los bienes y
propiedades de la curia
expatriada y de las órdenes
religiosas, y los convirtió en
patrimonio del Estado.
Además, abolió las “primicias”
(primera cosecha al clero) y los
“diezmos” (10 por ciento del
salario al clero). Con tales
medidas fracturó el poder
económico de la iglesia, y
liberó a los campesinos,
trabajadores e indígenas
centroamericanos de las
relaciones feudales de
explotación a que eran sometidos
por la iglesia católica.
Los propósitos y reformas
impulsadas por Morazán se
estrellaron contra la activa
oposición de los terratenientes
en complicidad con el clero
reaccionario y las potencias
extranjeras. Estas fuerzas, como
lo habían hecho en el Sur
americano, conspiraron para
mantener sus privilegios
económicos.
En septiembre de 1842 se inició
en Costa Rica un
movimiento contra Morazán,
quien fue capturado y ejecutado
el 15 de ese mismo mes. Minutos
antes de abrirse a la
inmortalidad de la historia,
escribió un breve “testamento
político”. Al estampar la firma
en el documento, se incorporó y
leyó en voz altra: “Declaro que
mi amor a Centroamérica
muere conmigo…” |
“Morazán tuvo la ventaja de no
ser criollo, en un momento histórico en
que la mayoría de ellos eran
reaccionarios y proimperiales. En el
seno de su familia recibió una educación
muy liberal y se relacionó con miembros
liberales en Honduras –explicó
Aldo Díaz Lacayo–.
Él tenía ideas muy claras en cuanto a la
unidad regional y tenía conciencia de
que el fraccionamiento era derivado por
el poder de las provincias, la falta de
un verdadero ejército federal y la firme
oposición de los sectores más
reaccionarios de la época.
La iglesia católica, por ejemplo,
siempre ha sido promonárquica. Cuándo se
volvió efectiva la independencia, la
iglesia se asoció con su aliado de
siempre, es decir la oligarquía criolla
conservadora. Ambas tuvieron una
posición muy beligerante en contra de
Morazán y de la idea de una unión
regional.
Francisco Morazán,
simbólicamente hablando, fue
infinitamente importante para el sueño
unionista.
Hoy como ayer: los enemigos de siempre
En definitiva, para Díaz Lacayo,
en términos políticos e ideológicos se
puede decir que lo que está pasando
actualmente en Honduras refleja
de alguna manera lo que pasó en 1821.
“Con el golpe de Estado en Honduras
estamos viendo los mismos actores de
siempre empeñados en tratar de romper el
proceso de unidad regional y
continental, promovido principalmente
por el Sistema de Integración
Centroamericana (SICA) y el
ALBA.
Estamos viendo también cómo se repite la
historia original: cuatro países
luchando por Centroamérica, y un
país, Costa Rica, descolgado del
proceso de unidad.
Cuando Costa Rica asumió la
presidencia pro tempore del
SICA –continuó explicando el
historiador nicaragüense–, en lugar de
continuar con el esfuerzo de mantener la
región unida contra el golpe, como lo
había hecho su antecesor, el presidente
nicaragüense Daniel Ortega,
prefirió buscar una propuesta
independiente a la que se le dio el
nombre de Plan Arias.
Ese Plan persigue legitimar el hecho
consumado del golpe y, al mismo tiempo,
legitimar los derechos del presidente
Zelaya, lo cual es absurdo”.
Otro elemento que va en contra de la
unidad es la esencia de los ejércitos de
Guatemala y El Salvador.
Ejércitos que, como el de Honduras,
se han formado y han crecido bajo la
dependencia del aparato de seguridad
estadounidense, que simpatizan con el
golpe y que, de alguna manera, impiden a
los gobiernos de estos países
desarrollar una acción mucho más
contundente en contra del gobierno de
facto hondureño.
La nueva
semilla
Si en 1821 la población centroamericana
no fue protagonista del sueño unionista,
lo que ha ocurrido el pasado 28 de junio
en Honduras parece haber
desencadenado en el pueblo hondureño y
en toda la región algo que los sectores
golpistas parecen no haber previsto.
“El golpe de Estado en Honduras
saca a la luz publica un movimiento
social que ya estaba ahí, pero que no
había encontrado una fuerza cohesionante
para expresarse en su plenitud. Es el
golpe que lo cohesiona y lo lanza hacia
la historia –aseguró Díaz Lacayo–.
El objetivo del golpe es indudablemente
romper la unidad centroamericana .y
sobre todo la unidad del ALBA.
Este objetivo fue asumido públicamente
por la derecha estadounidense y por
algunos miembros del gabinete del
presidente Obama.
Sin embargo –continuó–, no van a poder
romper esta unidad, porque el movimiento
popular hondureño ha dado un gran salto
cualitativo, ha permitido la unión de
diferentes sectores de la sociedad y
tiene objetivos muy radicados que se
están trasladando a otros países de la
región.
Quiere continuar la lucha por la
Constituyente y hay que ver cuál será la
respuesta del futuro gobierno que salga
de las elecciones, que necesariamente
deben realizarse solamente después de la
restauración de la democracia.
Si este gobierno va a tratar de formar
una alianza con Panamá y Costa
Rica en contra de los procesos de
unidad regional, aislando al resto de
los países progresistas y en contra del
ALBA, es posible que la situación
en Centroamérica se vuelva
explosiva y los que van a sufrir, como
siempre, serán los pueblos, como desde
hace más de 180 años”, concluyó.
|