Hay cosas
que a veces no basta contarlas, hay que vivirlas para poder creerlas. Lo que en
estos últimos días de julio está ocurriendo en la pequeña ciudad de El Paraíso
es algo que trasciende lo que una mente humana normalmente dotada podría
imaginarse. Porque el hecho de que una familia no pueda salir de su país sin el
temor a no poder regresar nunca más simplemente por llevar un determinado
apellido, es algo que en esta época debería pertenecer a la ciencia ficción y no
a la trágica realidad en la que está sumergido Honduras desde el pasado 28 de
junio. No obstante, el gobierno de facto continúa asegurando que todo está bien,
y que el país regresó a la normalidad.
Con la voz
firme y los ojos enrojecidos por las lágrimas del estupor que experimenta al
enfrentarse diariamente a la estupidez retrógrada de una manada de personas
armadas, la primera dama Xiomara Castro de Zelaya sigue viviendo quizás
el momento más difícil de su vida.
Después de que
el 28 de junio los militares irrumpieron disparando en su casa a las dos de la
mañana y se llevaron a su marido, el presidente Manuel Zelaya Rosales, la
primera dama y el resto de su familia tuvieron que soportar las amenazas, el
acoso y el miedo a ser arrestados. Se escondieron, se dividieron para no ser
detectados, pero nuca pensaron en irse al exilio.
Secuelas del horror
“Hace un mes
que mis hijos y yo no dormimos por el temor a que vengan a arrestarnos. Nos
despertamos asustados, tenemos miedo, no nos dejan vivir en paz y ahora no nos
están permitiendo reencontrarnos con el padre de mis hijos e hijas”, dijo
emocionadamente Xiomara Castro durante una reunión con representantes de
diferentes sectores de la ciudad de El Paraíso, algunos de los cuales son afines
al actual gobierno de facto.
La presencia de
la familia de Manuel Zelaya en esta pequeña ciudad ha desencadenado
reacciones diversas en la población. Mientras decenas de personas se mantienen
resguardando la entrada del hotel que hospeda a la primera dama y su comitiva,
en medio de un fuerte cerco militar, los sectores de la derecha golpista local
realizaron una marcha “por la paz y la democracia”, profiriendo consignas
ofensivas contra ella y pidiéndole que se fuera, “porque nada tiene que
hacer acá”.
Extraña
concepción de “paz y democracia” tienen estas personas.
A 31 días del
golpe de Estado, la familia Zelaya sigue intentando llegar hasta la
frontera con Nicaragua para reunirse, aunque sea por algunos momentos,
con el Presidente de Honduras.
“A mi marido,
el Presidente de la República, lo sacaron a empellones. Entraron a mi casa,
rompieron puertas, le apuntaron con armas en su sien y en su pecho y lo
amarraron de las manos y de los pies. Lo sacaron de Honduras y ahora
queremos reunirnos con él, pero con una posición muy clara: queremos regresar al
país”, explicó la primera dama.
La vergonzosa
maniobra orquestada el 28 de julio por diferentes Poderes del Estado que
apoyaron el golpe, preveía el retiro de todos los retenes militares en la
carretera que conduce de la capital Tegucigalpa a la frontera de Las Manos, y la
rápida salida del país de Xiomara Castro y algunos de sus hijos,
prohibiéndoles después regresar a Honduras, donde su combativa presencia
en las movilizaciones del movimiento popular le está haciendo mucho daño a la
imagen que el gobierno golpista quiere dar del país.
“Hay varios
departamentos que siguen viviendo en estado de sitio. Me quieren negar el
derecho de amar y querer estar en mi país, mientras que a mi marido le quieren
negar el derecho a encontrar a su familia. Es un derecho –continuó Castro–
que todos los hondureños tenemos. Me engañaron, me trajeron hasta acá con un
habeas corpus que nunca quisieron enseñarme y que supuestamente rezaba que me
iban a llevar con mi familia y con las personas que se encontraban con nosotros
hasta la frontera.
Cuando llegamos
a El Paraíso, el coronel de la 110 Brigada le negó el tránsito a la gente que me
acompañaba porque estaba suspendido el derecho a la libre locomoción. Obviamente
no acepté seguir sola, ya que no confío en este régimen dictatorial militar que
secuestró a mi esposo, a la paz y la tranquilidad de mi hogar y la del pueblo
hondureño. Hoy somos nosotros, mañana puede ser cualquiera de las personas que
están acá”, explicó la primera dama.
Nadie se rinde
La familia del
presidente Manuel Zelaya sigue pidiendo llegar hasta la frontera con
Nicaragua acompañada por las decenas de personas y miembros de las
organizaciones de derechos humanos que garantizan su seguridad y el derecho a
regresar al país.
“Hoy hemos
visto cómo en varios departamentos del país se están viviendo cosas de los
siglos pasados, cuando sitiaban las ciudades, impedían la entrada de cualquier
producto para agotar a la población, violando los derechos ciudadanos lo que es
típico de un régimen dictatorial.
Hoy –continuó
con fuerza Xiomara Castro– estoy defendiendo mis derechos, y este
esfuerzo puede ser un ejemplo para todas las personas que se sienten violentadas
en sus derechos, mientras este gobierno de facto quiere acallar sus voces que
denuncian los atropellos que se están cometiendo”, aseveró.
Ya terminando
el día, la familia del presidente Manuel Zelaya estaba esperando todavía
una respuesta del Ejército acerca de la posibilidad de trasladarse hacia la
frontera con un grupo de por lo menos 60 personas. La primera dama salió varias
veces a saludar y compartir con la gente que seguía demostrando su solidaridad,
en las afueras del hotel, cuyo dueño –presionado por los poderosos locales- ya
informó a la comitiva tenía que deberá abandonar las habitaciones en la mañana
del jueves 30.
“Vamos a seguir
resistiendo, reclamando nuestros derechos porque nadie nos los puede negar. Lo
que más me ha dolido en toda esta triste historia es el engaño y la traición. El
engaño de un hombre que dijo ser amigo, y que el sábado previo al golpe me llamó
para decirme que todo estaba bien y que el Ejército iba a apoyar al Presidente
en la supervisión del proceso de la Consulta Popular.
A las pocas
horas, el general Romeo Vásquez Velásquez estaba dando la orden de entrar
a mi casa, disparando y secuestrando al Presidente”, concluyó Xiomara Castro
respondiendo a una pregunta de Sirel.
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