Bolivia

Incertidumbre política


A un año de la denominada "guerra del gas", que expulsó del gobierno al ex presidente Gonzalo Sánchez de Lozada, conocido como Goni, el país intenta saldar cuentas con su pasado reciente, en medio de una creciente polarización e incertidumbre. El parlamento aprobó dos medidas claves, en sintonía con el reclamo de los movimientos sociales y sindicales del país que han redoblado la presión sobre legisladores, y en medio de la recomposición de los grupos de poder que buscan la "restauración" del modelo en crisis.


El jueves 14 de octubre, diputados y senadores dieron luz verde al juicio de responsabilidades contra Sánchez de Lozada y su gabinete, virtuales responsables de los más de sesenta muertos provocados por la violenta represión militar contra quienes se oponían a exportar gas por puertos chilenos y reclamaban su industrialización. Y el pasado miércoles, los diputados aprobaron, en grande, una nueva ley de hidrocarburos, elaborada por la Comisión Mixta de Desarrollo Económico, que aumenta las regalías al 50% y obliga a las empresas petroleras a migrar hacia nuevos contratos que garantizan la propiedad estatal de los hidrocarburos en boca de pozo, en línea con el resultado del referéndum realizado el 18 de julio pasado.

En medio de la oposición movilizada -en la que el Movimiento al Socialismo (MAS) de Evo Morales desempeñó un papel central- y de la deserción de algunos legisladores -a los que sus colegas encaraban diciéndoles "cobraste 60 mil dólares para votar en contra"- la habilitación del juicio de responsabilidades evidencia un resquebrajamiento del poder gonista, hegemónico desde principios de los noventa e impulsor de un ambicioso programa de "reformas estructurales" que embarcaron a Bolivia en el camino neoliberal.

Desde su "exilio" en Estados Unidos, el ex presidente ha intentado infructuosamente recuperar la iniciativa y, según varios analistas, desestabilizar al actual gobierno. "Necesitamos esclarecer a fondo cuál fue el lugar de todos los actores (en octubre de 2003), sus responsabilidades", dijo el ex mandatario, un acaudalado empresario minero de 74 años que habla con acento "gringo".

La inclusión de "todos" los responsables en el juicio de responsabilidades -en referencia a los aliados de la megacoalición de gobierno, Manfred Reyes Villa, de la Nueva Fuerza Republicana (NFR), y Jaime Paz Zamora, del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR)- fue la estrategia del Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) para evitar el enjuiciamiento de su ex jefe, frente a la propuesta de enjuiciar solamente a Goni y sus ministros más comprometidos en la represión: Yerko Kukoc y Carlos Sánchez Berzaín, originalmente defendida por el MAS. Los parlamentarios del MNR supusieron que al proponer que se juzgara a todos no se juzgaría a nadie ya que la NFR y el MIR no votarían por inculpar a sus propios correligionarios, que entonces formaban parte del gabinete que ordenó la represión.

Sin embargo, la presión social -de la marcha encabezada por Evo Morales desde Caracollo y de los propios televidentes que observaban el debate y la votación en vivo- desmontó la maniobra y sorpresivamente más de dos tercios de ambas cámaras (incluyendo a algunos legisladores del MNR) votó que se enjuicie a "todos": Sánchez de Lozada y su gabinete. El presidente de la Asamblea Permanente de Derechos Humanos de Bolivia (APDHB), Sacha Llorenti, lo grafica así: "Estábamos dentro del Hemiciclo, se notaba los intentos desesperados de los últimos gonistas para empantanar la votación, pero todo se hizo inevitable, el peso de octubre (de 2003) era insostenible. La votación fue una suerte de juicio político contra un modelo y un grupo de hombres que se empeñó en imponer a sangre y fuego ese modelo".

Según el ex presidente, el encausamiento por "violación a derechos y garantías" de los ciudadanos bolivianos (la APDH reclama que se lo juzgue por genocidio) carece de base legal y dijo no temer las conclusiones de las investigaciones acerca de lo ocurrido durante el llamado "octubre negro". A la complejidad de los trámites del juicio, que debe ser llevado adelante por la Corte Suprema, se suma el rumor de que Goni podría tener ciudadanía estadounidense, lo que haría prácticamente imposible su extradición a Bolivia.

La votación de la nueva ley de hidrocarburos en diputados avanza en el mismo sentido: revertir parcialmente las políticas de "libre mercado" cuyo dogmatismo sólo fue equiparable al Chile de Augusto Pinochet. La "nacionalización por derecho", es decir, nacida de la legalidad vigente, plantea recuperar la propiedad estatal de los hidrocarburos en boca de pozo (hoy en manos de las empresas trasnacionales) y aumentar las regalías del 18% al 50%.

Para el diputado del MAS Santos Ramírez, presidente de la comisión que elaboró el proyecto del ley, "El voto en el Referéndum dice que se recupera la totalidad de los hidrocarburos en favor del Estado boliviano. La consecuencia de esta recuperación es que todos los contratos de riesgo compartido (que garantizan a las transnacionales el poder de disponer libremente de toda la producción de hidrocarburos) obligatoriamente deben migrar a otras modalidades: contratos de producción compartida, contratos de operación y contratos de asociación".

El presidente Mesa se opone a la nueva ley ya que sostiene -en línea con el discurso de los noventa- que la normativa ahuyenta a las inversiones y puede sobrevenir una lluvia de juicios contra el Estado boliviano. Un frente propetrolero encabezado por el propio gobierno, los comités cívicos de Santa Cruz y Tarija, los empresarios privados cruceños y las transnacionales ha iniciado una fuerte campaña de terrorismo económico destinada a impedir la materialización de la voluntad popular expresada en el referéndum del pasado 18 de julio, cuando la gran mayoría de los bolivianos reclamó la recuperación de la propiedad estatal de los hidrocarburos y su industrialización en el país, la refundación de la empresa estatal YPFB y el aumento de las regalías al 50%.

A este frente se suman las presiones internacionales en favor de las transnacionales. El secretario adjunto de Estados Unidos para la Región Andina, Charles Shapiro, de visita en La Paz, sostuvo que "se deben respetar los contratos" y que su país defenderá las inversiones de sus empresas. Y el presidente brasileño, Luis Inácio Da Silva, envió a Marco Aurelio García para hacer lobby a favor de Petrobras y ejercer presión sobre el MAS y Evo Morales para que "moderen" sus posiciones.

En las últimas semanas el partido de los cocaleros operó como el núcleo articulador de varias demandas sociales y como el bloque parlamentario con más iniciativa. Luego de mantener una posición vacilante hacia la administración de Carlos Mesa, oscilando entre la oposición y el apoyo crítico, el MAS ha recuperado parcialmente su rol como principal partido de la oposición.

La reciente expulsión del senador Filemón Escóbar, uno de los ideólogos de la convivencia con Mesa -acusado por Evo Morales, sin pruebas, de haber recibido sobornos para permitir la aprobación en el Senado de la inmunidad para las tropas estadounidenses ante la Corte Penal Internacional- y el alejamiento del entorno de Morales de ex intelectuales de izquierda, hoy en el gobierno, conllevaron el retorno parcial del MAS hacia la movilización social.

Posiblemente también haya influido en la revisión tácita de su acercamiento a Mesa la percepción de que las próximas elecciones municipales del 5 de diciembre pueden ser desfavorables para el MAS, al menos en las grandes ciudades: ser visualizados como un "partido oficialista no ayudaba a revertir esa situación. En estas urbes Evo decidió el nombramiento de los candidatos, casi todos "blancos", representantes de las clases medias urbanas y, en varios casos, provenientes de partidos tradicionales.

El MAS constituye la principal barrera de contención a las posibilidades electorales de la derecha encabezada por el ex presidente Jorge "Tuto" Quiroga que, en alianza con varios líderes locales, como el actual alcalde de El Alto José Luis Paredes, busca recomponer el poder de las élites, erosionado por la acción de los movimientos sociales desde 2000. La crisis de los partidos ha colocado al partido de Evo Morales en un escenario privilegiado para articular un proyecto de país alternativo, una tarea que quizás sea demasiado grande para un movimiento que en gran medida se maneja como si continuara siendo un sindicato campesino, y que no es ajeno a las prácticas caudillistas comunes a la cultura política boliviana (las "intuiciones" de Evo corrientemente son más importantes que el debate colectivo al interior del MAS).

Hoy Bolivia asiste a la recomposición de los sectores reaccionarios, encabezados por las élites cruceñas, que buscan actuar como el "partido del orden" frente a la acción colectiva popular. Las polarizaciones regionales, étnicas y clasistas generan una nueva incertidumbre del poder, ante a la ausencia de liderazgos y proyectos nacionales, tanto en los sectores progresistas como conservadores. La "popularidad" del presidente Mesa no puede ocultar la ausencia de iniciativa del actual gobierno que, pese a las promesas hechas en la ciudad de El Alto el 17 de octubre de 2003, ha mostrado ser un continuador del modelo económico-social de la última década. Así pues, los rumores de golpe institucional forman parte del mundo de lo posible; y deseable para algunos grupos de poder ansiosos de "estabilidad" y de un futuro menos cuestionado por las sucesivas rebeliones de la plebe.


Pablo Stefanoni
Convenio La Insignia / Rel-UITA

29 de octubre de 2004

 

 

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