En
Estados Unidos y Europa la victoria del líder indígena Evo Morales se ve
con cierto recelo y desconfianza hacia el ascenso al poder de la mayoría
de excluidos, sentimientos no exentos de racismo. El rotundo triunfo del
MAS confirma y da un espaldarazo rotundo al proceso de cambios que vive
Sudamérica y confirma una tendencia: Latinoamérica avanza en la
dirección de reducir colonialismo, neocolonialismo y dependencia.
No es poco el espanto que provoca en Europa y
Estados Unidos el triunfo del indígena aymara Evo Morales.
Acostumbrado durante siglos a tener como interlocutores de
Latinoamérica a representantes de las oligarquías blancas,
Occidente ve con recelo y desconfianza, no exenta de
racismo, el ascenso al poder de las mayorías excluidas de
nativos y mestizas. Han tenido que transcurrir cinco siglos
para que los indígenas pudieran recobrar el poder perdido en
el siglo XVI. Ha tenido que concluir la Guerra Fría, para
que la gente pudiera votar sin miedo al cuartelazo, la
cárcel o la muerte.
Evo Morales es la antípoda del gobernante medio
latinoamericano. No habla inglés, sino español y aymara. No
ha estudiado en ninguna universidad extranjera, pues la
única vez que salió de Bolivia, lo hizo como emigrante a
Argentina. Es campesino hijo de campesinos, con escasos
estudios de secundaria y su militancia política empezó
cuando las políticas ordenadas por Estados Unidos amenazaron
a los suyos con el hambre. Se lanzó al activismo luego de
ver cómo la Policía antinarcóticos quemaba vivo a un pobre
cultivador de coca. Contará luego que su dilema había sido
organizarse o dejarse morir.
En el ínterin, los gobiernos neoliberales continuaban su
subasta de siglos de las riquezas y recursos naturales del
país, el último de ellos los yacimientos de gas. El malestar
creciente encontraba inspiración y lecciones en el
vecindario. Ecuador, donde costaba más elegir un presidente
que destituirlo; Argentina, derrumbaba de forma atroz por
una minoría desnacionalizada. En especial Venezuela, donde
el ex militar Hugo Chávez, mestizo de origen humilde, ganaba
elecciones, sorteaba golpes de Estado y ponía en marcha un
programa de reformas cuyo destinatario principal era el “perraje”,
término despectivo usado por la oligarquía para referirse al
pobreterío venezolano. La izquierda renacía y tomaba el
gobierno también en Chile, Argentina, Brasil y Uruguay.
La sorpresa no ha sido el triunfo de don Evo, como lo llama
ya la derecha, sino la contundencia del mismo, pues ningún
presidente, en las últimas décadas, ha derrotado por una
diferencia tan abrumadora a su oponente. Por eso su victoria
ha sido recibida como el inicio de una nueva era, que pondrá
fin al Estado oligárquico y posibilitará la reorganización
de Bolivia desde la inclusión de la mayoría indígena,
excluida durante 500 años del reparto de la riqueza, del
goce real de derechos y del gobierno del Estado.
El triunfo del MAS confirma y da un espaldarazo rotundo al
proceso de cambios que vive Sudamérica. Bolivia,
previsiblemente, se integrará en el Mercosur, estrechará
vínculos con Venezuela y Cuba y potenciará a los movimientos
indígenas y de izquierda en Perú y Ecuador. Otra
consecuencia directa será reducir la presencia de EEUU en el
país, debilitar aún más su proyecto de ALCA y desmantelar su
política hacia la coca, cultivo tradicional indígena que
dejará de ser perseguido, pues su destrucción, además de
demostrarse inútil como política antidrogas, ha arruinado al
campesinado boliviano.
Los otros grandes afectados, las multinacionales del
petróleo, están en una grave disyuntiva: aceptar las nuevas
reglas o retirarse del jugoso mercado boliviano. Poco margen
tendrán y más lograrán si aceptan el nuevo marco. Venezuela
y Argentina ya habían adelantado medidas dirigidas a poner
fin al expolio de recursos. Bolivia hará otro tanto. Como ha
declarado Evo, las empresas extranjeras podrán seguir
haciendo negocios, siempre que acepten que el grueso de
beneficios debe servir al país.
Evo Morales agrega Bolivia al nuevo mapa político regional.
No será el último Estado. Latinoamérica avanza en la
dirección de reducir colonialismo, neocolonialismo y
dependencia. Las acciones de Repsol han bajado, las del
pueblo boliviano han subido. Una buena noticia para Bolivia
y los latinoamericanos.
Augusto Zamora
Agencia de Información Solidaria
27 de diciembre de 2005
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