La integración latinoamericana esta planteada como un imperativo
histórico desde las propuestas de
los héroes de la primera
independencia. Pero es importante
tener en cuenta los grados variables
de integración.
El peruano Ismael Frías
señala que hay que distinguir las
etapas siguientes: la primera es la
de libre comercio, que se
caracteriza por la abolición de los
aranceles y de las restricciones
cuantitativas al intercambio entre
los países miembros, si bien cada
uno mantiene sus propias tarifas de
aduana para los países que no
pertenecen al área.
La segunda implica una unión
aduanera que no sólo elimina las
discriminaciones en la circulación
de mercaderías en la zona, sino que
establece un arancel común para las
naciones no participantes.
La tercera etapa es el mercado
común, que añade a lo anterior la
supresión de toda restricción al
movimiento de los factores de
producción (capital y trabajo) en el
marco de sus límites.
La unión económica, etapa siguiente,
avanza hasta la armonización de las
políticas económicas, monetaria,
fiscal, social, etcétera de los
países que la constituyen.
Por último, la integración económica
total se define por el
establecimiento de una autoridad
supranacional cuyas decisiones son
obligatorias para todos los Estados
miembros, los cuales transfieren así
por lo menos una parte de su
soberanía a dicha autoridad.
La Comisión Económica
para América Latina y el Caribe (CEPAL)
y particularmente su secretario
ejecutivo entre 1950 y 1963, el
economista argentino Raúl
Prebisch, fueron los que
lanzaron la iniciativa y elaboraron
la doctrina integracionista
latinoamericana.
Para ellos la integración era la
respuesta al marasmo económico del
subcontinente. Al comenzar la década
de los años 50 los principales
países latinoamericanos llegaron al
tope en sus procesos de sustitución
de importaciones manufactureras.
Simultáneamente, América Latina
sufrió la disminución del valor
relativo de sus exportaciones al
terminar la bonanza de posguerra,
con la consiguiente reducción de su
capacidad de autofinanciar los
costos de la industrialización. La
integración fue vista, entonces,
como la salida a ese impasse
de la economía latinoamericana.
Desde el comienzo se han planteado,
sin embargo, algunas interrogantes
fundamentales: ¿podría la
integración latinoamericana por sí
sola, cortar la sangría que
significa la salida neta de
capitales desde América Latina
hacia Estados Unidos a título
de beneficios obtenidos y
repatriados, intereses,
amortizaciones de empréstitos,
derecho de patentes, fletes,
etcétera? ¿Podría la integración
latinoamericana por sí sola impedir
la colonización de la industria por
el gran capital yanqui a través de
las transnacionales?
Ismael Frías
sostiene que la respuesta a esas
interrogantes no puede ser más que
una: la integración latinoamericana
es indisociable del cambio de
estructuras, de la ruptura de la
dependencia colonial respecto a
Estados Unidos y de la conquista
definitiva de la liberación
nacional.
Gunder Frank,
economista y sociólogo alemán,
sostuvo que “la historia demuestra
que la amplitud del mercado depende
menos de la extensión territorial
que del ingreso de los consumidores.
De ahí que incrementar la superficie
antes que preocuparse de la
profundización del mercado es,
cuando menos, sólo un paso en la
dirección correcta, y cuando más, un
paso prematuro, que apunta a impedir
el paso más significativo y
necesario que es el problema de la
pobreza y la baja productividad,
especialmente en lo que se refiere a
la agricultura. La llave del futuro
para Latinoamérica reside en
la destrucción de la estructura
agraria existente y no en la
integración de la actual estructura
industrial. Pero la integración
beneficiaría a Latinoamérica
sólo si se da después de superar las
estructuras capitalistas”.
Actualmente, el surgimiento de
gobiernos progresistas con
ideologías más modernas parecería
abrir auspiciosos caminos hacia un
futuro socialista.
La vía de transformación de la
sociedad a partir de soluciones
antiimperialistas, democráticas y
anticapitalistas es la que parece
favorecer las soluciones mejores
para el progreso continental.