Irak:
Elecciones sobre cadáveres |
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Relevantes medios de comunicación y políticos occidentales
no han dudado en calificar lo que se celebró ayer 30 en Irak
como "las primeras elecciones democráticas" de su historia.
La afirmación es un alarde de cinismo o de ceguera, porque
nadie que crea en una democracia verdadera puede aceptar
como tal la farsa organizada por EEUU. No sin deformar hasta
tal punto los fundamentos de la democracia que pueda
llamarse así a cualquier remedo de consulta popular, donde
lo que importa no es el país sino el poder.
Irak es, huelga recordarlo, un país ocupado por 200.000
soldados extranjeros y en guerra. Un Estado soberano
invadido en 2003 en violación de las leyes más fundamentales
del Derecho Internacional y donde a diario son asesinados,
torturados y atropellados centenares de ciudadanos, sin que
haya ley ni autoridad que vele por sus derechos. Un país que
ve cómo son destruidas ciudades, pueblos y barrios por las
fuerzas invasoras, en medio del silencio cómplice de tantos
gobiernos, más preocupados en complacer a la potencia
ocupante que en detener la destrucción de Irak y los
crímenes que a diario se cometen.
Las elecciones, además, estaban tan plagadas de
arbitrariedades que, de no ser EEUU el organizador -o si su
promotor hubiera sido un país adversado por Occidente- la
descalificación de las mismas sería general. Se realizaron,
en primer lugar, en ausencia total de libertad, pues nadie
honesto puede creer que un país agredido y ocupado puede
ejercer libremente su derecho a la autodeterminación. Las
elecciones en Timor Este se celebraron en 2001 bajo
supervisión y control de la ONU, dos años después de que el
ejército indonesio abandonara el país. Nadie pensó jamás en
celebrar elecciones mientras Timor permaneciera bajo la
ocupación de tropas extranjeras.
En segundo lugar, no existía un censo fiable ni se había
identificado mínimamente a los votantes. Esta carencia
esencial permitirá a EEUU adulterar las cifras de
participación y dirigir votos hacia sus candidatos
protegidos, de forma que gane quien menos le odie. Tampoco
existía autoridad electoral legítima e independiente que
velara por la limpieza del recuento ni garantizara las
mínimas libertades electorales que exige el juego
democrático. Los partidos que adversan la ocupación están
ilegalizados o integrados en la resistencia. Desde que se
convocaron las elecciones, optaron por retirarse 53 partidos
de los 84 que se presentaron inicialmente, por la
precariedad de las mismas y la ausencia de garantías. La
farsa era tan burda que hasta podían votar 150.000
israelitas de origen iraquí.
En la conferencia de Sharm el Sheij, en Egipto, Francia
presentó una propuesta, no aceptada, con tres condiciones
para superar el desastre en Irak: la participación de todas
las fuerzas iraquíes, incluida la resistencia, en cualquier
propuesta de solución; pasar el control de Irak a la ONU y
fijar una fecha de retirada de las tropas extranjeras. El
rechazo de esta propuesta revela la intención de mantener
sine die la ocupación de Irak, que es igual a decir la de
prolongar la guerra y la destrucción y, por supuesto, la de
mantener dominado el país. No se ha gastado EEUU 300.000
millones de dólares para devolver Irak a los iraquíes.
Dar por buenas unas elecciones celebradas en tales
condiciones no sólo agitará la confrontación en Irak, sino
que implicará legitimar las guerras de agresión y validar
los crímenes internacionales. Se echarían por tierra no sólo
la Carta de Naciones Unidas sino al Tribunal Penal
Internacional, pues carecerá de sentido defender un orden
jurídico mundial y un tribunal cuando basta una farsa
electoral para limpiar los crímenes más abominables.
EEUU, que inventó las democracias bananeras en el Caribe,
intenta imponer en Irak una democracia de cadáveres. Invade
el país, coloca un gobierno títere, mata, encarcela y
tortura a los opositores y convoca elecciones sin garantías
en las que participan sólo los suyos. Con el remedo
electoral la ocupación y la guerra devendrán en
políticamente correctas y Bush podrá proclamar, sobre un
país devastado, que EEUU ha cumplido con su misión
civilizadora. El modelo no es nuevo. En Latinoamérica se
aplicó durante décadas. Y todavía se están contando los
cadáveres.
Augusto Zamora *
Convenio La Insignia / Rel-UITA
31 de mayo
de 2005
* Profesor
de Derecho Internacional Público y Relaciones
Internacionales en la Universidad Autónoma de Madrid.
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