De la perversa provocación de los grupos
terroristas de Hamás y Hezbolá no puede
seguirse la justificación de la
indiscriminada escalada israelí contra
la población civil libanesa y
calificarla como "defensiva", por mucho
que comprendamos la razón militar de que
la mejor defensa es el ataque. Otro
argumento que no se sostiene, por parte
de quienes así justifican esta nueva
destrucción de Beirut y de su población
civil, es el de calificar de terroristas
sólo a Hamás y Hezbolá. Y para muestra,
este botón de historia palestina.
A lo largo de las décadas de 1930 y
1940, una organización terrorista
israelí llamada Irgún tenía como una de
sus principales tácticas poner bombas en
Palestina, teniendo como blanco a los
soldados británicos que ocupaban el
territorio y a civiles palestinos para
forzarlos a aceptar la creación del
Estado de Israel en el mismo territorio.
Es obvio que no todo el pueblo israelí
comulgaba ni comulga con los métodos
terroristas del Irgún y que el gobierno
israelí no puede equipararse a todo el
pueblo de Israel y mucho menos a todo el
pueblo judío, pues no todos ellos son
sionistas.
Lo que sí es cierto es que Ehmud Olmert,
primer ministro israelí, fue miembro del
Irgún. Y que el padre de Tzipi Living,
ministra del Exterior y probablemente
próxima primera ministra, fue jefe de
operaciones militares del Irgún. En
otras palabras, la clase dirigente
israelí es heredera directa del
nacionalismo terrorista de aquella
organización. Otro primer ministro,
Menahem Begin, fue comandante de la
misma, la cual quería para Israel la
totalidad del territorio palestino,
exactamente como lo quieren ahora los
terroristas de Hamás y Hezbolá. Esa es
la razón por la que provocan la guerra.
No estoy diciendo que los métodos
terroristas del Irgún sean los culpables
del terrorismo islamista, ni
justificando de esta pobre manera
argumentativa sus injustificables
ataques suicidas ni las provocaciones
que desataron la desproporcionada e
indiscriminada ofensiva israelí. Estoy
diciendo que tanto el terrorismo
islamista como el sionista coinciden en
dos intereses comunes: el
fundamentalismo y la guerra.
A ambos conviene la guerra, como les
conviene a los fabricantes de armas. Por
eso es que las posiciones moderadas a
favor de la negociación de la paz en
Medio Oriente corren el peligro de ser
eliminadas de la faz de la tierra. En
medio de los señores de la guerra y en
pleno campo de operaciones, está la
población civil, tanto en Palestina como
en Líbano. El involucramiento de Irán y
Siria conviene tanto a los extremistas
de estos países como a los planes de las
corporaciones armamentistas que
representan Bush y el republicanismo
cristiano-sionista de Washington. Esta
es una guerra de fundamentalistas que
sueñan con la eliminación total de su
enemigo a toda costa, y mientras ese
desenlace soñado llega, hacen negocios
con la fabricación y el tráfico de
armas, asunto que los obliga a promover
su mercado mediante guerras.
La posibilidad de que convivan dos
Estados de acuerdo a la frontera de 1967
en Palestina sigue vigente y ha sido
aceptada por las partes más de una vez.
Pero los grupos extremistas, tanto del
lado islamista como del sionista,
impiden que estas gestiones progresen.
Por desgracia, ahora, los fascistas que
asaltaron la Casa Blanca toman partido
y, al igual que muchos analistas
"objetivos", repiten como loros que
Israel "sólo se defiende" y que los
malos son solamente los terroristas
islamistas. No olvidemos que los
palestinos y los israelíes son ambos
pueblos semitas. De modo que escasamente
puede haber "antisemitismo" en favorecer
la posición negociadora. Por ello, y aun
a riesgo de ser zarandeados por el
Mossad, debemos reiterar la convicción
de que solamente la negociación política
para la convivencia pacífica de un
Estado israelí y otro palestino, podrá
poner fin a esta macabra e interminable
matanza de inocentes, en especial de
niños libaneses de los que Israel no
tiene ninguna necesidad de "defenderse".
Mario Roberto Morales
Convenio La Insignia / Rel-UITA
25 de
julio de 2006
FOTO:
www.rmf.org.lb