Brasil
Con Jair
Krischke
“La
esperanza se está perdiendo” |
En los últimos
días el presidente Lula dijo, en relación con las denuncias
que implican al ministro José Dirceu y su asesor Waldomiro
Diniz en el cobro de coimas a los “bicheiros”
–administradores de máquinas tragamonedas y otros juegos de
azar– que “el pueblo pierde la paciencia pero no la
esperanza”. Jair Krischke, del Movimiento de Justicia y
Derechos Humanos de Porto Alegre, había realizado denuncias
similares que afectaban a la administración del estado de
Rio Grande del Sur, cuando era gobernador el actual ministro
de Ciudades Olivio Dutra.
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Jair
Krischke |
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“Es muy difícil mantener la esperanza con este
gobierno”, comienza diciendo en la entrevista este viejo
luchador social, que en la época en que las dictaduras
militares pululaban en el Cono Sur supo demostrar su
solidaridad con decenas de latinoamericanos perseguidos. “La
primera medida importante que tomó el gobierno de Lula
–prosigue Krischke– fue la reforma previsional, en la que
los trabajadores salieron perdiendo, ya que se vieron
privados de conquistas obtenidas tras duras y largas luchas.
Esta reforma afectó a los trabajadores en actividad, a los
jubilados, a las viudas, a los pensionistas... Los
perjuicios son realmente graves. Por otro lado, ya se
anuncia una reforma laboral, que estará a cargo del mismo
personaje que tramitó la primera, Ricardo Berzoini, antes
ministro de Previsión Social y hoy responsable de la cartera
de Trabajo”.
Berzoini, dice Krischke, “es un sujeto habilidoso,
capaz de robar el dulce sin que el niño llore mucho. Alguien
que te cuenta una historia y te vende un billete premiado,
un buzón... Para eso se precisa habilidad, una apariencia de
confianza, una conversación creíble. Berzoini tiene todas
esas características, y redobladas”.
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¿Tú crees que medidas como la reforma de la previsión social
y la anunciada reforma laboral, a las que se agregan las
denuncias de corrupción, afectan la imagen del gobierno?
- El gobierno está perdiendo credibilidad. El último
episodio (las denuncias contra José Dirceu y Waldomiro Diniz)
se produjo en la antesala del presidente de la República. Es
un hecho grave, que compromete a muchos, y salió a luz sólo
un aspecto.
La prensa informó que en el período en que Diniz
estuvo en el gabinete hubo otros encuentros con “bicheiros”.
El último número de la revista
Isto É, por
ejemplo, brinda detalles sobre reuniones entre Diniz y
Carlinhos Cachoeira, uno de los máximos responsables del
jogo do bicho. Una de las reuniones fue en un hotel, y Diniz
se tuvo que esconder detrás de un florero porque por allí
pasaba José Genoíno (presidente del gobernante Partido de
los Trabajadores, PT).
Yo pagué un precio muy alto por haber sido pionero en
denunciar, en 2001, la presencia de la mafia en el estado de
Rio Grande del Sur. Lo hice ante la Comisión Parlamentaria
de Investigaciones de Seguridad Pública, y di los nombres de
las empresas, informé sobre cómo actuaban. Informé que la
justicia penal de Roma había enviado a la de Brasil un
pedido de detención de varios implicados en el negocio del
juego. Un mafioso llamado Lauricella había confesado que
actuaba en Brasil junto a otros mafiosos dedicados al lavado
de dinero del narcotráfico. ¿De qué forma? A través de las
máquinas tragamonedas, los bingos, y en sociedad con
“bicheiros” locales.
En el PT me acusaron de estar loco, y ahora todo esto
explota. Quienes me trataron de loco y quienes no creían en
lo que yo decía ahora se están dando cuenta de que todo era
verdad, porque los nombres que yo denuncié en 2001 son los
mismos que están sobre la mesa ahora.
-
¿Podrías detallarnos cómo fue este caso?
- Las denuncias contra Diniz se originaron en un
video, enviado por Carlinhos Cachoeira a un senador, en el
que se lo muestra pidiendo una coima a los bicheiros. ¿Por
qué apareció este video? ¿Por qué Cachoeira se lo mandó a un
senador? Es una pelea entre bandidos. Cachoeira se sintió
estafado por Diniz y lo dejó al descubierto. La cosa tiene
que ver con el negocio de las máquinas tragamonedas.
Cachoeira, que ganó una licitación en Río Grande del
Sur, representaba los intereses de quienes manejan las
máquinas coreanas, que están entrando a Brasil de
contrabando. Las máquinas de la mafia eran estadounidenses,
españolas, italianas. Al principio las importaban de España,
y más adelante las armaron y fabricaron aquí.
En la transición del gobierno de Fernando Enrique
Cardoso al de Lula, la Caja Económica Federal, un banco
estatal que explota este juego de azar, el único legal en
Brasil, renovó el contrato con la G Tech, empresa
estadounidense que es la mayor fabricante mundial de estas
máquinas. Pero lo renovó sólo por tres meses, de manera que
fuera el nuevo gobierno, el de Lula, el que resolviese el
tema según su propio criterio. Se convocaría a una nueva
licitación, y todas las empresas podrían presentarse.
Incluso las coreanas, representadas por Carlinhos Cachoeira.
El contrato en juego era muy jugoso. Se habló de 130
millones de dólares para todo Brasil, pero yo creo que en
realidad son 800 millones. Como Cachoeira presumía que la
cosa estaba arreglada y que los coreanos jamás ganarían la
licitación, llamó a Diniz, de quien era muy amigo, y le
pidió que le concertara una reunión con representantes de la
G Tech. Cachoeira ofreció a los norteamericanos aliarse con
ellos a cambio de una comisión de 10 millones de dólares. El
problema fue que Diniz se quedó con todo el dinero y dejó a
Carlinhos sin nada. Los dos directores de la G Tech que
intervinieron en este negocio fueron despedidos. Mientras
tanto, la Caja Económica Federal no llamó a una nueva
licitación, y prorrogó el contrato con la G Tech por 25
meses.
Otra fábrica estadounidense, que fabrica máquinas
tragamonedas en la zona franca de Manaos con un software de
mejor calidad que el de la G Tech, quedó sin embargo por el
camino. Los técnicos de la Caja Económica Federal que
examinaron la propuesta de esa empresa dijeron: “este
programa nos interesaría, es mejor que el de G Tech, pero no
pierdan tiempo porque ya está todo arreglado”.
-
Más allá de estas denuncias, las previsiones más negras
sobre la marcha de la economía bajo el nuevo gobierno no se
han cumplido: no se disparó la inflación, el crecimiento de
la economía, aunque modesto, prosigue, las exportaciones se
mantienen...
- Brasil exporta todo lo que produce, pero no queda
nada en el país. La economía crece, pero los salarios en el
último año cayeron un 8 por ciento. El Fondo Monetario
Internacional exigió un superávit primario del 4,5 por
ciento y el gobierno superó esa cifra, llegando casi al 5
por ciento ¿Cómo se logró ese superávit? No invirtiendo,
bajando los salarios y no pagando cuentas. Por ejemplo, el
año pasado no pagó la cuota que tiene que pagar a la ONU y
este año tampoco.
El gobierno federal le debe al gobierno estadual de
Rio Grande del Sur, unos 1.000 millones de reales que tiene
que pagarle por concepto de compensación por el dinero
recibido por las exportaciones de soja, cuyo producido va a
parar íntegramente a las arcas de la administración central.
La administración de Río Grande del Sur asume los costos de
la infraestructura necesaria para la exportación, pero el
gobierno federal debe compensarlo, y no lo hace. Los
empleados públicos de Rio Grande están pagando las
consecuencias de esta actitud.
Jair Krischke es pesimista: “Me parece que la
esperanza se está terminando. La mayor esperanza que tengo
es que no me maten. Cuando hice las denuncias anteriores, en
2001, quisieron matarme dos veces. Ahora, que hice denuncias
más graves, no sé lo que pasará. De todas maneras, en el
largo camino de la lucha por la justicia, el pueblo
brasileño –igual que los del resto de Latinoamérica– ha
construido un núcleo ético a partir del cual reclama y
reclamará la coherencia y el compromiso necesarios a sus
gobernantes”.
Ariel Celiberti
© Rel-UITA
3 de marzo de 2004
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