-Al principio nos imaginábamos que se trataba de otro de los
tantos golpes de Estado que se sucedían en América Latina,
pero luego nos vimos sorprendidos. Descubrimos que se
trataba de un golpe distinto, que a la postre representaría
el primer quiebre de las instituciones democráticas parido
por la Doctrina de la Seguridad Nacional.
Yo siempre digo que la dictadura en Brasil registra
dos etapas: una que va de 1964 a 1968, y otra que comienza
el 13 de diciembre de este último año, cuando se produce un
golpe dentro del golpe con el Acto Institucional 5. A partir
de allí se habilita la detención de personas sin
justificación alguna y su traducción ante la justicia
militar, luego de haberlas mantenido incomunicadas durante
un período indeterminado. Es entonces que la situación se
endurece bárbaramente, que la tortura empieza a campear de
manera absurda, que se producen asesinatos y que tiene lugar
una fuerte emigración por motivos políticos.
-En buena medida Brasil fue el laboratorio para otras
experiencias dictatoriales.
-Lo fue. Muchos militares brasileros frecuentaron la
Escuela de las Américas de Panamá, que fue el centro de
formación de dictadores y torturadores administrado por
Estados Unidos. Algunos alumnos destacados de nuestro país
prestaron servicios en técnicas de tortura en Uruguay,
Argentina y Chile. En el Estadio Nacional de Santiago, los
presos comentaban que allí había torturadores que hablaban
portugués.
De Brasil fue exportado el "pau de Araras", una
conocida técnica de tortura también llamada "periquera".
-Sobre esas heridas que todavía sangran se ha tendido un
manto de silencio...
-Sí, sí. Es un tema que todavía no se resolvió,
seguimos con el problema como si fuera ayer. Los militares
brasileños desalojaron las calles, pero siguen mandando en
el país como si estuvieran en el poder.
Durante la administración de Fernando Collor de Melo
se promulgó una ley sobre la desclasificación de documentos
secretos, copia fiel de la ley estadounidense. En Estados
Unidos este mecanismo funciona: hace algunos días se
difundieron allí una serie de documentos que refieren al
golpe militar en Brasil y al papel de Estados Unidos en él.
La ley brasileña, en cambio, fue derogada por el presidente
Fernando Henrique Cardoso poco antes de abandonar el poder,
el 27 de diciembre de 2002. El 30 de diciembre se publicó en
el Diario Oficial un decreto que prolongaba los plazos para
hacer públicos los documentos sobre la dictadura.
Cuando Lula asumió el gobierno federal varias
organizaciones de derechos humanos le solicitamos que se
respetara la ley, ya que considerábamos que el decreto de
Cardoso era inconstitucional, pero su respuesta fue
negativa.
Los militares brasileros siguen estando omnipresentes,
y presionan para que la historia permanezca escondida. Una
verdadera infamia.