“La
fuerza más grande de toda revolución es
la esperanza.”
Empecinadamente, pues, hay que aferrarse
a los principios.
Ello
permitirá confirmar la esperanza.
Cuentan los compañeros que
Pietro
Nenni, el gran líder
socialista italiano, tenía en su estudio
de Roma, además de una gran biblioteca y
un diván, un cuadro al óleo de su esposa
y dos curiosas fotos de su hija (de
frente y de perfil, con el uniforme a
rayas de los presos y el número de
prisionera en el campo de concentración
de
Auschwitz).
Antes de morir, la muchacha se había
comunicado con prisioneros franceses
enviando a su padre unas pocas palabras:
“Dites á mon pére, que je n’ai jamais
trahi ses idées”:
Díganle
a mi padre que jamás traicioné sus ideas.
Vittoria
-ese era el nombre de la joven-, más
allá de su muerte en plena juventud,
había vencido así la barbarie nazi,
transformándose en un aliciente para el
gran luchador y para todos los
militantes de izquierda del mundo.
Hoy sabemos que ese tipo de sacrificios,
respuestas al odio de la derecha,
llegarían también a estas tierras de
América.
Gerardo Gatti, dirigente sindical, cofundador de la
primigenia central única
CNT,
es uno de esos ejemplos.
En 1976, casi inmovilizado por la
tortura que sufría en el centro
clandestino de detención de la dictadura
argentina
Automotores Orletti, en
Buenos Aires, aconsejaba a sus
compañeros que gestionaban el rescate
propuesto por los militares: “¡Cuídense!
¡No crean en estos asesinos!”.
Otro ejemplo lo dio el también dirigente
sindical
León Duarte, cuya poderosa voz escuchaban todos quienes
se encontraban en el centro de torturas
de
Orletti, enfrentado a la muerte y alentando a sus
compañeros con la consigna que vencería
las tinieblas: “¡Arriba
los que luchan!”.
Hay cientos de ejemplos, lecciones de
compañeras y compañeros que debieran
ser, hoy, mandato imperativo de las
fuerzas políticas que integran el Frente
Amplio.
Todos los que murieron, todos los que
lucharon -sobrevivientes o no- eran
culpables... Culpables de haber querido
y actuado por un mundo mejor. Lo dice
Daniel Viglietti,
músico, poeta al fin, “espía de dios”,
como diría
Shakespeare.
Nadie tiene la verdad revelada. Pero es
importante sentir el mandato de esos
compañeros que lucharon en los años
sombríos con un sentido de porvenir, que
es, como diría
Antonio
Machado, “el sentido
esencial de la historia”.
Siento que la necesidad de analizar, de
informar (lo que contribuye a
formarnos), de actuar con fidelidad a
los mandatos de los Congresos que sólo
podrán cambiarse cuando cambien los
hechos y sus circunstancias, son
verdades hondas, que todos debemos
respetar si deseamos avanzar hacia los
cambios necesarios.
Hace un tiempo se planteó por parte de
quienes disponen, lógicamente, de medios
para hacerlo, la posibilidad de firmar
un Tratado de Libre Comercio (TLC)
con
Estados
Unidos. La propuesta fue
acompañada por la atención de
importantes medios de comunicación.
Hasta se ha insistido en el argumento de
que un altísimo porcentaje del comercio
de
Uruguay
actualmente es con
Estados
Unidos. Pero importa
indicar que a nadie se le ocurrió
recordar que cuando el porcentaje de
comercio con una gran potencia es alto
es necesario estar alerta.
Martí
enseñó ya que hay que equilibrar el
comercio para asegurar la libertad: “El
pueblo que quiere morir vende a un solo
pueblo; y el que quiere salvarse debe
diversificar su comercio”.
Pero este es sólo un aspecto del tema.
Lo esencial es abrir las instancias
imprescindibles: de información, de
participación y de análisis.
¿Acaso no había tiempo para haber
debatido el envío de más tropas a
Haití? ¿Acaso no se
planteó con tiempo la posibilidad de
analizar en instancias importantes el
Acuerdo de Protección de Inversiones con
Estados Unidos?
Michelle Bachelet,
presidenta de
Chile,
ha señalado que a los ciudadanos no
puede limitárseles a participar en las
decisiones importantes sólo una vez cada
pocos años. Más allá de la elección hay
que crear otras instancias de
participación.
Dos reflexiones finales. La primera: que
es esencial no perder contacto con las
bases, y en general con la gente. Cuando
Ernesto Guevara habló en
nuestra Universidad después de su lucha
en la Conferencia del Consejo
Interamericano Económico y Social
(reunión de unos cuantos cipayos contra
la Cuba revolucionaria), comenzó
diciendo que más allá de las cortesías
oficiales que se habían tenido con él
esos días, sentía que le faltaba algo, y
ese algo era, precisamente, el contacto
con el pueblo. Desarrolló esa idea antes
de ingresar a los temas centrales de su
discurso. Y destacó que cada vez que un
gobernante revolucionario se reúne con
el pueblo, se anudan más honda, más
profundamente, los lazos que lo ligan a
ese pueblo y a un compromiso tácito que
ha adquirido, que no está escrito en
ningún libro, que no esta firmado por
ninguna delegación, y que sin embargo
todas las conciencias conocen.
En toda su historia, el Frente Amplio ha
ido sellando compromisos importantes.
Compromisos a los que demasiados
compañeros aportaron sufrimientos,
vidas, sangre.
Es hora de que los analicemos
colectivamente. Para que renovemos,
entre todos, la fidelidad al programa, a
los principios, a la esperanza.
Un personaje de
André
Malraux, desde el
Madrid donde se libraba
el destino del mundo en la lucha entre
los trabajadores de diversos países de
un lado y el fascismo, el nazismo y las
militares traidores a
España
de otro, dejó un mensaje esencial:
la fuerza más grande de toda revolución
es la esperanza.
Empecinadamente, pues, hay que aferrarse
a los principios. Ello permitirá
confirmar la esperanza.