Después de cinco años de gobierno
Bolaños, más del 60 por ciento de los
nicaragüenses no tiene trabajo fijo, la
educación y la salud están tocando fondo
y el déficit fiscal alcanza el 6 por
ciento del PIB
El 10 enero del 2002, después de haber
recibido la Banda Presidencial, el nuevo
Presidente de la República de Nicaragua,
Enrique Bolaños, se dirigió a la gente
que había acudido a celebrar aquella
victoria electoral, proclamando que, al
final de su mandato, iba a ser recordado
como un verdadero estadista y el mejor
Presidente que Nicaragua hubiese tenido
a lo largo de su historia.
Han transcurrido cinco años y no sólo
esa egocéntrica pretensión no se ha
realizado, sino que resulta ser casi una
burla para todas aquellas personas que,
de buena fe, le creyeron, esperando por
fin salir de la situación de pobreza
extrema en que vivían y siguen viviendo.
La administración del Presidente
Bolaños, denominada la "Nueva Era", se
ha distinguido sobre todo por las
políticas que sólo han favorecido a
algunos reducidos sectores de la
sociedad, por la total sumisión a las
"indicaciones" e imposiciones
procedentes del gobierno norteamericano
y de los Organismos financieros
internacionales, por la política de
enfrentamiento abierto con los demás
Poderes del Estado y por un progresivo
alejamiento de la realidad cotidiana de
la mayor parte de los nicaragüenses,
quienes nunca pudieron ver los
beneficios prometidos con excesiva
superficialidad por el gobernante.
Hasta la proclamada lucha contra la
corrupción, que en un principio llevó al
ex Presidente Arnoldo Alemán a la
cárcel, gracias sobre todo al voto de
los diputados sandinistas en la Asamblea
Nacional, se estancó muy rapidamente
después del primer año de Gobierno y
ahora, casi al final de su mandato, los
periódicos se han llenado de varios
casos de corrupción de funcionarios
pertenecientes al gobierno saliente.
Si por un lado este mismo gobierno ha
logrado mantener bajo control el déficit
fiscal, la tasa de inflación, la Deuda
Externa (logrando importantes alivios a
este pesado fardel) y aumentar las
Reservas del Banco Central de Nicaragua,
por el otro no sólo la situación
económico-social de la inmensa mayoría
de los nicaragüenses no ha mejorado,
sino que ha padecido un acelerado avance
hacia la indigencia, la pobreza extrema,
la desesperación y la falta de futuro.
"Remangar
las mangas…”
Volver a pensar hoy día en un famoso
spot electoral del entonces candidato
Enrique Bolaños, deja una sensación muy
incómoda, una mezcla de enojo e
indignación. Eran las palabras que
dieron la esperanza a miles de personas
de que, esta vez, se iba de verdad a
abrir un nuevo capítulo para la historia
de este país, que los nicaragüenses iban
a tener la oportunidad de encontrar
trabajo digno y para todos.
Desafortunadamente, la realidad fue
otra.
Frente al abandono del sector agrario
tradicional, al cual se le prefirió una
política económica de cluster, de
monocultivos y de comercio sin
producción, para favorecer la entrada de
capitales extranjeros, la única
verdadera fuente de empleo fue el
proliferar de maquilas de capital
asiático (Taiwán y Corea del Sur) o
norteamericano, con las dramáticas
secuelas de explotación y violación a
los derechos laborales, sindicales y
humanos de las trabajadoras. Después de
cinco años, más del 60 por ciento de los
nicaragüenses no tiene un trabajo fijo y
las mangas tuvieron que remangarselas
para, por lo menos, buscar trabajos
precarios o para emigrar
clandestinamente a Costa Rica.
Para el año que acaba de terminar, se
estiman en casi mil millones de dólares
(equivalente a lo que la Dirección
General de Ingresos – DGI – logró
recaudar en concepto de Impuestos sobre
las Rentas) la remesas familiares
que entraron en Nicaragua, fruto del
trabajo de los emigrantes en el exterior
y de la disgregación familiar y
comunitaria que este fenómeno ha
generado entre los nicaragüenses.
El gobierno continuó también la política
de privatización del sector público y de
apertura comercial en beneficio de las
transnacionales sin escrúpulos, con una
vergonzosa política de apoyo
incondicional a estas empresas, gracias
también a la complicidad del Ministerio
del Trabajo, que no supo o no quiso
tomar medidas adecuadas, para proteger a
los trabajadores y las trabajadoras en
los numerosos casos de violación a sus
derechos fundamentales. Otro resultado
de esta administración fue el
empeoramiento de la situación ambiental,
con los repetidos escándalos
relacionados a la deforestación, al
despale para la venta de madera, a la
contaminación de las aguas, al uso
indiscriminado de pesticidas. Mientras
que, en tema energético, Nicaragua vivió
una de los períodos más oscuros de su
historia (en el sentido literal de la
palabra, gracias a los continuos
apagones de la transnacional Unión
Fenosa y a la privatización de la
mayoría de las empresas generadoras de
energía).
Una mesa
servida con futuras deudas
Según una entrevista concedida por el
economista Néstor Avendaño al
periódico El Nuevo Diario “el desempleo
afecta ya al 25 por ciento de la
Población Económicamente Activa (PEA),
es decir, que unos 600 mil nicaragüenses
no tienen la capacidad de generar
ingresos, porque no cuentan con un
empleo.
Bolaños le mintió al pueblo nicaragüense
durante toda su administración y sobre
todo, en su último año, al decir
públicamente que cumplió con los
acuerdos estructurales firmados con el
Fondo Monetario Internacional (FMI).
Hay un crecimiento económico anémico del
3 por ciento anual y las Reservas del
país han crecido más por reducciones de
saldos y condonaciones del pago de la
Deuda Externa, que por el aumento de la
producción. Persiste, además, un déficit
fiscal del 6 por ciento del PIB. El
Gobierno es también culpable de haber
desviado recursos estatales, con el aval
del FMI, incrementando con ello el nivel
de pobreza de los nicaragüenses.
Se desvió más de la mitad del alivio de
la Iniciativa HIPC (Iniciativa de Países
Pobres Altamente Endeudados), unos 580
millones de dólares que se dejaron de
pagar en concepto de Deuda Externa,
hacia el pago de una onerosa e ilícita
Deuda Pública interna (los trístemente
famosos casos de quiebras bancarias y la
emisión de Certificados Negociables de
Inversión – CENIs – a favor de los
banqueros nacionales). Esos recursos
debieron servir para ejecutar proyectos
que aliviaran la pobreza y no para pagar
a los banqueros y por lo tanto, también
el FMI es co-responsable del aumento de
la pobreza en Nicaragua”.
A pocos días de abandonar su cargo,
Enrique Bolaños ha declarado que dejará
“la mesa servida” al nuevo Presidente
electo (Daniel Ortega), pero Avendaño
no está de acuerdo con este
análisis.
“Está mintiendo, en cuanto deja al nuevo
gobierno en la tubería de la cooperación
externa, una gran cantidad de proyectos,
con los que hay que ir a gestionar un
nuevo endeudamiento para Nicaragua, que
será de 1,500 a 1,800 millones de
dólares para llevarlos a cabo.
Además, los ministros del gobierno
Bolaños no tuvieron los suficientes
conocimientos económicos para enfrentar
al FMI. Las políticas fondomonetaristas,
producto de la mala negociación del
gobierno, incrementaron el índice de
pobreza, que ya involucra al 80 por
ciento de la población”.
Diferentes organizaciones de la sociedad
civil nicaragüense han denunciado, en
todos estos años, la total sumisión de
este gobierno a los organismos
financieros internacionales.
Las 25 condiciones impuestas a Nicaragua
por el FMI, han llevado al país a
someterse a imposiciones a cambio de
nuevos préstamos, imposiciones que han
pretendido violar la soberanía de
Nicaragua, queriendo imponer reformas a
la Constitución Política del país.
La política del gobierno Bolaños
favoreció, al final, solamente a los
grandes empresarios y al sector
financiero y no supo ofrecer mejores
condiciones de vida a la mayoría de los
nicaragüenses y ésto no se puede
seguramente considerar como un éxito o
el resultado de quien quería pasar a la
historia como el “mejor Presidente de
todos los tiempos”.
El
desastre de Educación y Salud
La inversión del gobierno saliente en
capital humano y en Salud ha sido casi
nula. En Educación, cada año son casi
800 mil los jóvenes que quedan fuera del
sistema escolar y el porcentaje de los
que logran terminar sus estudios de
Educación Secundaria es cada vez más
bajo.
Durante las últimas pruebas de admisión
a la Universidad Nacional de Ingeniería
(UNI), sólo el 8 por ciento de los
inscritos logró aprobar el exámen de
matemática y el único consuelo fue que
se superó el resultado aún más
desastroso del año pasado, cuando aprobó
sólo el 2 por ciento.
Según el economista y miembro de la
Coordinadora Civil, Adolfo Acevedo
Vogl “la tasa neta de matrícula en
la Educación Pre-escolar en
Nicaragua ascendió al 41.75 por ciento
en 2005.
Esto significa que en Nicaragua, todavía
casi 5 de cada 10 niños no reciben
Educación Pre-escolar, quedando muy
lejos del promedio de América Latina (62
por ciento) y de los paises
desarrollados de altos ingresos (75.5
por ciento). En Educación Primaria,
el fenómeno tiende a agravarse, de
acuerdo a las cifras más recientes
publicadas por el Ministerio de
Educación (MECD), en 2005 la tasa de
supervivencia al quinto grado sería del
62.5 por ciento, la cual aún se
colocaría muy por debajo del nivel
promedio de los países de América latina
y de los países más pobres del planeta
(72.2 por ciento)”.
La creciente evidencia de que las
personas requieren de niveles de
escolaridad que van más allá de la
Educación Primaria, a efectos de tener
una mayor probabilidad de salir de la
pobreza, hace surgir una preocupación
adicional. En la Educación Secundaria,
el acceso continúa siendo extremadamente
bajo para los jóvenes en edad de asistir
a este nivel educativo, alcanzando sólo
una matrícula del 44.4 por ciento, muy
por debajo del promedio de América
Latina (67,5 por ciento) y de los países
desarrollados (90 por ciento). Además,
la tasa de culminación de la Educación Secundaria sería sólo
del 39.1 por ciento.
Una situación muy similar es la que
afecta a la Salud. A pesar de los
esfuerzos de la ministra saliente, la
población ha quedado a la merced de
farmacias y clínicas privadas, puesto
que el Sistema de Salud no ha logrado
levantarse y los hospitales y Centros de
Salud públicos se han transformado en
repartidores de recetas, estando
constantemente desabastecidos de
medicamentos e de insumos para
operaciones quirúrgicas.
Hospitales decadentes, personal médico y
sanitario protestando para aumentos
salariales, que son los más bajos de
toda América Latina y para las
insoportables condiciones de trabajo,
desesperantes filas para programar
consultas y cirugías, es la dramática
herencia que deja este gobierno. En la
memoria de todos nicaragüenses quedarán
grabadas las imágenes escandalosas,
retomadas por los periódicos locales, de
pacientes acostados en las camas de los
hospitales, cubiertos con sábanas
usadas, regaladas por los auto-moteles
de la capital.
La
política de enfrentamiento
Enfrentado a todos los demás Poderes del
Estado, rodeado por ministros y asesores
seleccionados más por afinidad de
estatus social, que por sus capacidades
en el trabajo que iban a desempeñar y
pendiente de los consejos que a menudo
llegaban del Departamento de Estado
norteamericano, Bolaños eligió una
política de enfrentamiento contra los
que consideró sus enemigos, paralizando
de hecho el trabajo de su Gobierno e
instaurando un clima de perpetua
inestabilidad en el país.
Al final de estos cinco largos e
interminables años de gobierno, los
éxitos macroeconómicos de Bolaños han
tenido un costo social muy alto, con un
progresivo aumento de la pobreza y el
consiguiente abandono de aquellos
sectores que son estratégicos para el
futuro de los nicaragüenses.