Inglaterra

           

 

 

Las raíces del mundo actual

 

 

Federico Engels, en su libro sobre la “Situación de la clase obrera en Inglaterra”, hace un detallado estudio de la revolución industrial y de las entrañas del capitalismo. El mundo actual exige analizar su realidad desde sus raíces.

 

Inglaterra –explica Engels– es el terreno clásico de la revolución industrial, que transformó toda la sociedad y el país, creando el principal producto de esa revolución: el proletariado.

 

Allí es donde puede analizarse con claridad su nacimiento y donde puede ser estudiado en todas sus vinculaciones y diferentes aspectos, lo que permite observar desde sus raíces la actual realidad mundial.

 

Antes de la introducción de las máquinas, el hilado y el tejido de la materia prima se hacían en casa del obrero. Las familias vivían en el campo, en las cercanías de las ciudades, y podían con sus ingresos arreglárselas bien, porque el mercado del país –que se regulaba según la demanda de las telas– era el único mercado, y la competencia no ejercía una presión sensible sobre las mercancías del trabajo.

 

En el mercado natal, con el crecimiento de la población aumentó la demanda. El aislamiento campestre impedía la competencia de unos obreros con otros. El tejedor estaba casi siempre en condiciones de poner aparte algún dinero y arrendar un fondito que trabajaba en sus horas de ocio, y de éstas tenía cuantas quisiera.

 

Sucesivos descubrimientos mejoraron las máquinas e impusieron la victoria del trabajo a máquina sobre el trabajo a mano; y a partir de ese momento los trabajadores manuales fueron desplazados por las máquinas.

 

El primer invento que produjo un rápido cambio fue la “Jenny” o torno para hilar, que fue el principio de las hilanderías que vinieron después, y que se ponía en movimiento a mano, pero que en vez de un huso tenía 16 o 18 movidos por un solo obrero.

 

Se dispuso así de más hilado y su costo bajó. La demanda de tejedores creció y su salario aumentó. El tejedor fue dejando sus tareas agrícolas, dedicándose totalmente a la tejeduría. Poco a poco despareció así la clase de los tejedores-agricultores y se transformó en una clase de simples tejedores que vivían de su salario, no tenían ninguna propiedad, ni siquiera arrendada, y así sus integrantes se convirtieron en proletarios.

 

Hasta ese momento se hilaba y tejía bajo el mismo techo. Cuando el torno de hilar requirió una mano vigorosa, los hombres comenzaron a hilar y toda la familia dependía de la “Jenny”, mientras que otros, sin dinero para comprar una “Jenny” debieron pasar a vivir del telar del padre de familia.

 

Así se originó más tarde en la industria la división de trabajo entre hilanderos y tejedores.

 

Mientras con la primera máquina se fue originando el proletariado industrial, la misma máquina dio origen al proletariado agrícola. Librados los obreros industriales de la agricultura, un gran número de parcelas de terreno quedaron libres y en ellas se desarrolló una nueva clase de grandes arrendatarios (de 50, 100 o más hectáreas) que usando los llamados “cultivos mejorados” o “economía en gran escala”, aumentaban los ingresos de las parcelas.

 

Eso les permitía vender los productos a menor precio, lo que perjudicó a los pequeños productores cuyo ingreso ya no les bastaba para comprar una “Jenny” o un telar y debían vender lo que tenían o entrar como asalariados a jornal o transformarse en proletarios de los campos.

 

El método tradicional de los cultivos heredado de sus predecesores les colocaba en desventaja frente a quienes disponían de cultivos en mayor escala y de capitales para el mejoramiento del suelo.

 

El avance de las industrias no cesó. Los capitalistas fueron colocando la “Jenny” en grandes edificios y a impulsarla mediante la fuerza hidráulica, lo que les permitió disminuir el número de obreros y vender a menor precio el hilado.

 

Los progresos técnicos permitieron “inventar” la máquina de cardar e hilar, y así se dominó el sistema de fabricar tejido de algodón y luego el de lino.

 

Poco a poco se impuso el trabajo a máquina sobre el trabajo a mano, y las máquinas perfeccionadas transformaron la materia prima en tejido.

 

La máquina a vapor impulsó a su vez las minas de hierro, que aportaban la materia prima para las máquinas, y el mayor consumo de lana incrementó la cría de ovejas, mientras que la exportación de lana, lino y seda amplió el comercio marítimo inglés.

 

Desde la instalación de la vía férrea de Liverpool a Manchester (en 1830) las grandes ciudades fueron unidas por vías férreas. Y el vapor, que había revolucionado las comunicaciones por tierra, dio gran impulso a las comunicaciones por agua.

 

La revolución industrial tuvo, para Inglaterra, el mismo significado que la revolución política (de 1789) en Francia. Pero el fruto más importante de dicha revolución fue el proletariado inglés.

 

 

 

En Montevideo, Guillermo Chifflet

Rel-UITA

1 de diciembre de 2009

 

 

 

 

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