En discursos o manifestaciones escucho
con frecuencia hablar del “glorioso
Partido” y del deseo de “levantarlo”. No
se dice de dónde, pero se supone que
será de la postración en que se
encuentra. Sin embargo, con sus sesenta
años de gobierno seguidos, sus
dirigentes aparecen bien felices y
rozagantes.
Lo que me llama la atención es que se
habla del glorioso Partido y no de
levantar al Paraguay que yace allá
hundido con casi la mitad de su
población en la pobreza y el resto
preparando las maletas para emigrar o
escapándose con la droga y el alcohol.
Solamente una cuarta parte del país
vive. Si se llama vivir a tener un
trabajo digno y con ello la tranquilidad
que irradia otros aspectos importantes
de la vida como la salud, una educación
que valga la pena y vivienda familiar
que merezca ese nombre.
A pocos días de las elecciones se
ensalza al Partido como si él fuera la
Patria. Y nada sabemos que va a hacer
para la Patria si llega a ganar las
elecciones.
Lo que es un simple medio se ha
convertido en un fin.
El Partido se puede hundir, pero el
Paraguay, que ya está hundido, es lo que
hay que levantar. Esto solamente se
logrará con personas honestas, no con
hombres y mujeres, escombros unidos en
asociaciones, que pretenden solamente su
propio enriquecimiento..