Brasil demandó ante la Organización
Mundial del Comercio (OMC) a EEUU y
ha vencido. La OMC ha reconocido
que las ayudas del Gobierno norteamericano a sus productores
de algodón son contrarias al comercio mundial.
Para Intermon Oxfam, este dictamen "es una llamada de
atención a los países ricos para que dejen de manipular las
reglas mundiales del comercio en beneficio de sus
intereses". Porque esa es la cuestión. A los países
desarrollados (EEUU, Reino Unido, Francia, etc.) se les
llena la boca clamando por la libertad de comercio, pero
llevan siglos interpretándola a su antojo y conveniencia.
El triunfo
de Brasil abrirá sin duda la puerta a más demandas contra
las prácticas de EEUU y la Unión Europea, pero no hay que
echar las campanas al vuelo porque la OMC, el organismo que
ha de dictar sentencia, ha sido fiscal, juez y parte, desde
que nació hace nueve años, en el injusto comercio
internacional. Las pasadas conversaciones de la OMC de
Cancún (México) pretendían encarrilar el comercio
internacional, pero fracasaron porque ni EEUU ni la UE
estuvieron dispuestos a acabar con sus prácticas comerciales
tramposas e injustas. La ley del más fuerte. Pretendieron
imponer sus prioridades comerciales a los países
empobrecidos, pero no se comprometieron a suprimir
subvenciones y ayudas a sus agricultores ni siquiera a medio
plazo.
EEUU, por
ejemplo, concede más de 3.900 millones de dólares a sus
productores del algodón, lo que supone un 57% del coste de
producción. Esta política de subvenciones influye
directamente en el desplome de los precios del algodón en el
mundo que ha pasado de 100 dólares por tonelada hace cinco
años a menos de 50 dólares hoy. Además, según la OCDE, EEUU
vende el trigo un 40% más barato que sus costes de
producción, la soja un 30% y el maíz un 25%. El resultado
obvio es que los agricultores latinoamericanos no pueden
competir con los precios subvencionados de estadounidenses y
europeos, también ampliamente subsidiados. Pero aún hay más.
Según ha denunciado Intermon Oxfam, el sistema arancelario
que imponen los países desarrollados se traduce en que un
país pobre, cuando exporta a un país rico, pague un 400% más
de aranceles que a la inversa, cuando un país rico exporta a
uno pobre.
La OMC,
envuelta en la bandera de la libertad de comercio, ha sido
muy diligente en la defensa de los derechos de propiedad
intelectual de las grandes farmacéuticas transnacionales,
impidiendo, por ejemplo, durante años que se elaboraran
medicamentos contra el sida a bajo precio en África), pero
ha mirado hacia otro lado ante las flagrantes agresiones
contra el comercio justo, que es la única forma de comercio
libre de verdad.
Alguna
responsabilidad tiene la OMC en el desaguisado de la
presunta libertad de comercio que es patente de corso para
países ricos, cuando en nueve años de vida de la
organización ha habido un aumento de más de cien millones de
pobres en el mundo, como ha denunciado Walden Bello,
director Ejecutivo de Focus on the Global South. Juan
Somavia, de la Organización Internacional del Trabajo (OIT)
de Naciones Unidas remacha la cuestión: "Estamos ante un
mundo injusto con relaciones injustas" porque, según la OIT,
desde que empezó a principios de los noventa el proceso
globalizador, del que la OMC es eficiente gendarme, en
Latinoamérica hay un 50% más de desempleados y el salario
mínimo se ha reducido un 25%.
Joseph
Stiglitz, premio Nobel de Economía, ha sentenciado de forma
lúcida los fracasos de la OMC: "Si no se hacen concesiones
significativas en agricultura, barreras arancelarias y
derechos de la propiedad intelectual, ¿qué pueden ganar los
países en desarrollo?". Es decir, qué interés van a tener
los países empobrecidos en la peculiar concepción de
libertad de comercio de los países ricos.
No hay que
inventar la pólvora porque la inventaron los chinos hace
siglos. El único comercio libre de verdad es el que no hace
trampas ni acapara ni especula ni subvenciona ni es
controlado por un puñado de transnacionales. Comercio libre
en realidad es comercio justo. Y viceversa.
Xavier Caño
CCS.
España
28 de
junio del 2004.