Más de la mitad de la actividad
económica de Latinoamérica se desarrolla
en el sector informal. Las economías
latinoamericanas nutren toda clase de
redes empresariales importantes,
globalizadas y eficaces que son capaces
de transportar personas o droga desde
los lugares más remotos a EEUU o a la
UE. Pocas empresas latinoamericanas
formales son así de competitivas y
eficientes.
Es como un dragón; aunque se trata de una criatura larga, las
diversas partes de su organismo están
estrechamente vinculadas. Así explicaba
un traficante chino la estructura de los
negocios criminales del narcotráfico,
las armas, las personas y los productos
falsificados. Cuenta Moisés Naím,
Director de la revista Foreing Policy
que, en una reunión en Argentina de
jefes de Estado de América Latina,
tuvieron fuertes enfrentamientos sobre
cómo promover el libre comercio en
Latinoamérica sin llegar a ningún
acuerdo. Mientras tanto, los traficantes
ilegales tienen un enorme éxito
conectando el Sur con el Norte y
transformando a ambos en el proceso.
Puede que los acuerdos de libre comercio
no estén prosperando en Latinoamérica,
pero el comercio ilícito, sin duda, está
en pleno apogeo.
Tan sólo los latinoamericanos que viven en el extranjero
enviaron casi 40.000 millones de euros a
sus países de origen el año pasado, más
que todas las empresas multinacionales
juntas y mucho más que todas las ayudas
externas repartidas por EE UU, la Unión
Europea, el Banco Mundial y el Fondo
Monetario Internacional. El flujo de
capital ya supone un 10% del PIB de
Latinoamérica, y está creciendo a más de
un 10% anual. Algunas transferencias son
realizadas por emigrantes legales a
través de canales legítimos, pero un
porcentaje importante se gana y envía de
forma ilícita.
Si sumáramos los envíos que el resto de inmigrantes de todas
las nacionalidades envían a sus países
de origen, a través de los medios más
diversos, alcanzaríamos unas cifras
impresionantes.
Pero no sólo se trata de las legítimas remesas de dinero de
los trabajadores a sus familias lo que
escapa a todo control sino que una de
las más importantes fuentes de divisas
extranjeras proceden del criminal
negocio de los narcóticos. Según datos
proporcionados por la ONU, las ganancias
obtenidas con el narcotráfico con países
extranjeros superaron en Latinoamérica
los 64.000 millones de euros en
productos agrícolas que todos esos
países exportan cada año. Y en cuanto al
tráfico con seres humanos, se calcula
que en el sudeste asiático más de
treinta millones de mujeres y de niños
han sido vendidos como esclavos en los
últimos diez años.
Al parecer, más de la mitad de la actividad económica de
Latinoamérica se desarrolla en el sector
informal. Las economías latinoamericanas
nutren toda clase de redes empresariales
importantes, altamente globalizadas y
eficaces que son capaces de transportar
personas o droga desde los lugares más
remotos a EEUU o a países de la UE.
Pocas empresas latinoamericanas formales
son así de competitivas y eficientes.
La economía ilícita prospera y conecta a América Latina con
el resto del mundo de muy poderosas y a
menudo delictivas maneras. La realidad
es que mientras la economía formal está
creciendo poco y creando insuficientes
empleos, el sector informal y el tráfico
ilícito crecen sin cesar ante la
aparente impotencia de los organismos
reguladores internacionales.
En su apasionante libro Ilícito, cómo traficantes,
contrabandistas y piratas están
cambiando el mundo, Naím se pregunta
¿por qué ha aumentado el comercio
ilícito de armas, órganos humanos,
drogas, productos falsificados y lo que
es más terrible, esa nueva forma de
esclavitud que es el tráfico de
personas?
Parte del hecho de que siempre han existido contrabandistas,
traficantes y piratas, pero nunca como
hoy, con la capacidad de operar a nivel
mundial gracias a las nuevas
tecnologías, a los paraísos fiscales, a
la inmediatez de las comunicaciones y al
poder económico que mueve más del diez
por ciento del comercio mundial. Pero
sobre todo, con el inmenso poder
político que tiene en todo el mundo.
Nunca antes los negocios del crimen
habían sido tan globales ni los
criminales fueron tan ricos ni con tanta
influencia política.
El autor sostiene que el negocio del crimen está cambiando el
mundo aprovechando las facilidades que
para el blanqueo del dinero negro les
prestan las instituciones bancarias, los
paraísos fiscales, la corrupción de
muchos gobernantes y el silencio
cómplice de los circuitos financieros
que son capaces de mover en una semana
más de un billón de dólares mientras que
todo el comercio de bienes y servicios,
durante un año y en el mundo entero, no
llega a los 40 billones de dólares. De
ahí la necesidad de afrontar el
problema, analizar las causas y los
medios empleados así como la complicidad
criminal ero impune de tantas
instituciones bancarias, financieras,
administrativas, militares y políticas
que no se atreven a enfrentarse a ese
mercado inhumano y terrible porque ellas
mismas se sirven de esas redes por los
beneficios que les reportan.
Mientras tanto, millones de seres humanos padecen las
consecuencias de esos tráficos ilícitos,
pero eficaces, de armas, drogas, seres
humanos, fármacos falsificados y dinero.
Porque lo que está en juego es el tejido social mismo, el
Estado de Derecho y la convivencia
organizada como fruto de la justicia
social y de la solidaridad entre los
pueblos.
Comfia
1 de diciembre de 2006
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