Los motines del hambre

y las huelgas generales

  

Los países del Sur son los grandes perdedores en los cambios de precios de las materias primas; tanto cuando bajan como cuando suben. El alza en el primer trimestre de 2008 desembocó en “motines del hambre”.

 

Durante la década de 1960 y 1970 se impulsó a los países del Sur a endeudarse. Oficialmente se habló de financiar su desarrollo, pero en realidad lo que buscaban los prestamistas era el control de Asia y África. Al prestar, obtenían ganancias por los intereses y controlaban las decisiones económicas y políticas de los países del Tercer Mundo, facilitadas por las comisiones que se otorgaban a sus gobernantes. Para que se pagaran sus deudas se empujaba a los países a especializarse en uno de los productos de los que se volvieron muy dependientes. Pero al exportar cada vez más comenzaron a competir entre sí.

 

Después de la crisis de 1973-75 la demanda del Norte bajó. A fines de 1976 hasta comienzos del 2000 se registró una degradación de los términos de intercambio de las materias primas que contribuyó a inflar la deuda de los países del Tercer Mundo.

 

La tendencia empezó a invertirse en el segundo trimestre de 2001. Lo que comenzó en los mercados del metal y la energía, se trasladó luego a los productos alimentarios, cuyo precio aumentó, promedialmente, 75 por ciento entre 2000 y 2008.

 

Entre marzo de 2007 y marzo de 2008, los precios del arroz y del trigo se duplicaron, y el del maíz subió más de un tercio. Las poblaciones pobres sufrieron ese alza repentina. En varios países en vía de desarrollo se multiplicaron las manifestaciones, los llamados “motines del hambre” y las huelgas generales.

 

Entre sus causas figura el alza de los costos: el precio del petróleo provoco un incremento de los costos de los transportes, que repercuten en las mercaderías, y en la demanda (especialmente en India y China).

 

El desarrollo de los agro-combustibles en el 2007 excluyó más de 100 millones de toneladas de cereales destinadas a la alimentación y luego, bajo la presión de las instituciones financieras internacionales, las superficies destinadas a cultivo de víveres se redujeron para privilegiar exportaciones que permitieran el pago de la deuda.

 

Cuando la crisis financiera determinó una recesión en los países mas industrializados los inversores institucionales (bancos, fondos de pensión, aseguradoras) perdieron liquidez y abandonaron las bolsas de materias primas. Se hizo difícil el accionar del crédito y todo llevó a disminuir la demanda de materias primas.

 

Entonces las cotizaciones se derrumbaron: el barril de petróleo, volvió a caer en noviembre de 2008 por debajo de los 50 dólares. El Banco Mundial y el FMI impusieron la supresión de las barreras aduaneras, el fin de los sistemas de estabilización de precios, el abandono del autoabastecimiento de cereales, la reducción de los presupuestos sociales, la supresión de las subvenciones a los productos de base, la competencia desleal de los productos locales con las transnacionales etc.

 

Así, los países del Sur, dependientes tanto de sus exportaciones como de las importaciones, empujados a producir para exportar y no para la demanda interna, resultaron fuertemente afectados.

 

Es urgente implementar un mecanismo de estabilización de los precios de las materias primas que garantice ingresos satisfactorios para los productores. Para lograrlo, hay que limitar radicalmente la especulación por una parte, y garantizar el derecho a la soberanía alimentaria por otra, de modo que los pueblos puedan protegerse frente a los estragos del libre comercio. Este, según plantean el centro imperial y las transnacionales, no es en beneficio de los pueblos, sino la política que tiende a mantener la concentración de la riqueza en pocos, y la multiplicación de la pobreza.

 

Acaba de conmemorarse un nuevo 1º de mayo en el mundo. Otra vez, trabajadores de todos los países han sostenido que las ideas no pueden ser vencidas por las horcas. Multitudes cada vez más numerosas de quienes forjan, en el trabajo diario, la abundancia ajena, demuestran que cuando el proletariado se declara en huelga cesa por un instante el mundo burgués.

 

La aspiración a una sociedad libertaria, más justa, sin explotados ni explotadores, planteo de los anarquistas que se pretendió liquidar con el amañado juicio a los mártires de Chicago, se reafirma mundialmente cada 1º de mayo.

 

    

En Montevideo, Guillermo Chifflet

Rel-UITA

3 de mayo de 2010

 

 

 

 

 

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