Ecuador

 

Los retos de Ecuador

 

 

El recién electo presidente Rafael Correa puede abrir un nuevo horizonte en Ecuador o repetir las incertidumbres de sus vecinos del Perú y Bolivia y de su propio pasado en cuanto a gobernabilidad.

 

Sin duda, la carta triunfal de Correa es que corrió a las elecciones sin plancha parlamentaria con la idea de llamar a una asamblea constituyente para diseñar una nueva Constitución política. Es decir, no es un hombre aferrado al poder en la lectura de los ciudadanos.

El otro lado de la moneda, y en esto concuerdan todos los analistas políticos ecuatorianos, es que al no tener bancada en el Parlamento, intentar llevar a cabo una asamblea constituyente para cambiar la Constitución puede terminar siendo su Waterloo. La evidencia de Bolivia muestra que intentar cambiar la estructura del Estado para fiscalizar los poderes políticos es virtualmente imposible.

El problema boliviano en alguna medida se debe al intento de tener el Estado constitucionalmente el derecho de fiscalizar a los prefectos departamentales, jefes de región en el Perú de hoy. El problema de Oaxaca (México), que lleva seis meses con la ciudad tomada y paralizada por un millón de habitantes -casi la totalidad de la población-, es porque el gobernador no se deja fiscalizar y las autoridades no ayudan en la labor de transparencia del gobierno del estado de Oaxaca, suerte de Cusco mexicano, por pobre, racialmente mixto, milenario y dejado de la mano de Dios.

¿Puede Correa intentar ponerle riendas al poder político con éxito? Dicen en Inglaterra que los pavos no votan por la Navidad. Ciertamente el MNR en Bolivia ha bloqueado las reformas de Morales con al apoyo de algunos partidos. En México, el descontrol de Oaxaca sale de la alianza entre el PRI, que estuvo setenta años en el poder, y el PAN, suerte de PPC en versión más católica ortodoxa y expresión de más dinero. Estos partidos no quieren de ninguna manera fiscalización real a los gobiernos locales, en cada caso.

Correa se enfrenta a los partidos y a una postura absurda pero real, de oposición a la transparencia y gobernabilidad. Es decir, los partidos quieren 'su' gobernabilidad y no 'la' gobernabilidad. ¿Podrá Correa, solito y sin bancada, con el apoyo de las masas en las calles, convencer/coaccionar a los pavos a que elijan la Navidad?

Suponiendo que remonte la primera valla, el segundo obstáculo que debe remontar por el bien de Sudamérica es la división perniciosa entre una costa atlántica progresista y una costa pacífica conservadora en el marco de un intento reciente de establecer una Comunidad Sudamericana de Naciones. Hasta que Estados Unidos irrumpió con su fallido TLC, hubo un camino hacia la unidad sudamericana en la forma de la integración de la Comunidad Andina de Naciones con el Mercosur.

Ahora, luego de la virtual disolución de la CAN, queda Ecuador como una bisagra que puede intentar recomponer dicho esfuerzo, sobre todo a la luz de los problemas que enfrenta el TLC para su ratificación en el Congreso de Estados Unidos por el asunto de la corrupción del gobierno de Bush, así como por la guerra de Irak y el caos establecido en Medio Oriente a partir de la invasión a dicho país.

Correa deberá capitalizar la renovación del ATPDEA y empujar la Comunidad Sudamericana de Naciones, aunque de antemano hayan tres que no vayan a ingresar en la misma. Sudamérica menos tres es manejable en un esquema de convergencia de políticas económicas, fondo común de reservas, unidad monetaria y política exterior. Los demás ingresarán en algún momento.

El objetivo de la Comunidad Sudamericana de Naciones con una secretaría ejecutiva basada en Quito debe ser una prioridad para la política exterior ecuatoriana, golpeada por la prensa por su proximidad al Gobierno de Venezuela. Correa deberá demostrar que está próximo a todos los que estén cercanos a la idea de la Comunidad Sudamericana lanzada a la luz pública en un fastuoso encuentro en Santo Domingo y en el Cusco apenas hace cuatro años. Tiene a su favor los esquemas de integración física lanzados por Brasil originalmente en el Perú.

En política energética, Correa tiene la ventaja de venir tercero después de los cambios de los contratos en Bolivia por iniciativa de Morales y la discusión de los demócratas en Estados Unidos de eliminar las subvenciones y exoneraciones tributarias a la industria petrolera. Estas últimas han crecido mucho en los años del gobierno republicano y los demócratas, ante la evidencia de Bolivia, propusieron la revisión de las mismas. El Perú pasó la ocasión y Ecuador puede ahora seguir la tendencia ya establecida de intentar recuperar mayores recursos para su fisco. El primer paso fue la cancelación del contrato de Occidental. Chile no tiene este problema, porque la mina más grande es del Estado.

En política económica, el reto de Correa es intentar crear una tercera base productiva. Por el momento petróleo y bananos son el grueso de las exportaciones, aunque existe una incipiente industria automotriz que no cerró con las reformas, así como una industria metalmecánica que tampoco quebró con las reformas que abastecen tanto al mercado interno como externo.

Con el 61% de la población debajo de la línea de pobreza, 11% más que el Perú y México, Ecuador debe atacar el desarrollo del mercado interno de todos modos o peligra la estabilidad del presidente. Si exportar requiere salarios bajos, reactivar la demanda interna depende de salarios altos. Esto es algo que el Gobierno deberá ponderar a la luz, sobre todo, de la naturaleza de sus exportaciones primarias.

Las alianzas de Correa deberán ser anchas, como en el Perú, pero quizá menos tiradas a la extrema derecha que en el Perú. Los empresarios ecuatorianos han entendido algunas lecciones. La primera es que no se puede hacer un proceso de reformas contra la voluntad del pueblo. Eso que en Chile, el Perú y Argentina fue obviado con gobiernos autoritarios, no pudo serlo en Ecuador.

Correa llega, para su suerte, cuando la estrella del FMI está de caída, el Banco Mundial pierde piso y las discusiones sostenidas en Lima en julio son sobre cómo es posible hacer un banco del sur que se aleje del tipo de condicionalidades que tan pocos resultados han traído para el grueso de la población.

Los agentes económicos ecuatorianos han tomado nota de que las exportaciones y el crecimiento del PBI no van necesariamente de la mano, como nos propuso Baghwati hace décadas. También han anotado que la dolarización no detuvo la inflación como les prometieron. Ellos, a diferencia del resto de América Latina, no han visto reducida su deuda externa. Tampoco han visto incrementada su deuda interna, porque toda es en dólares.

Al igual que América Latina, han visto crecer su deuda total, solo que la de ellos es en dólares y depende de las exportaciones. Correa ha hecho de este asunto un tema electoral y ha tenido mucho apoyo. Recientemente Noruega le canceló la deuda de unos barcos pesqueros que no servían, en la primera cancelación de deuda ilegítima de la historia. Análoga al Mantaro y al Pachitea, Noruega aceptó que era tramposa y se la canceló a todos los gobiernos que compraron dichas naves sin saber que no tenían capacidad de navegación en océanos.

Finalmente, ¿podrá frenar la emigración e intentar recuperar a esa población de regreso a su país? Correa tiene difíciles tiempos por delante. Esperemos que su victoria no haya sido pírrica.

Óscar Ugarteche
Convenio Rel-UITA/La Insignia

6 de diciembre de 2006

 

 

 

 

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