Ni
siquiera el más distraído visitante
del Paraguay puede dejar de advertir
el carácter sistemático y malicioso
de los ataques que la "prensa libre"
le prodiga día a día al nuevo
presidente de ese país, el ex obispo
Fernando Lugo.
Transcurridos escasos cuatro meses
de su mandato esa prensa que había
hecho gala de servilismo y
venalidad, aparte de cobardía,
durante el largo reinado del
dictador Alfredo
Stroessner ahora se ensaña con
el primer presidente genuinamente
democrático de esa sufrida nación
mediterránea.
¿Cuál es la razón de esta infamia?
Muy simple: Lugo está dando
los primeros pasos en dirección a un
cambio social que beneficie a los
excluidos y oprimidos por el régimen
dictatorial y sus herederos. Pese a
las durísimas restricciones
financieras y administrativas
dejadas por sus predecesores Lugo
se las ingenió para restituir la
gratuidad del hospital público, que
había sido privatizado mañosamente
por los herederos del stroessnismo;
lanzó una campaña integral de
vacunación infantil poniendo fin a
décadas de criminal abandono y
garantizó a los pacientes la
gratuidad de los análisis clínicos.
Aparte de eso lanzó una lucha
frontal contra la corrupción
enquistada en las más altas esferas
del estado por Stroessner y
sus secuaces con la complicidad
necesaria, permanente, ineludible de
las grandes empresas y grupos
económicos que de ese modo pudieron
saquear al país sin sobresaltos.
Conviene recordar, sobre todo en la desmemoriada Argentina,
que no hay estado corrupto sin
contraparte corruptora. No son los
pobres y los desamparados quienes
corrompen a gobiernos y al alto
funcionariado estatal; quienes sí lo
hacen son las "fuerzas del mercado"
que idealizan los publicistas del
liberalismo viejo y nuevo.
Pero Lugo se propuso algo
más: fortalecer la integración del
Paraguay a la región y
reconquistar para su país la
soberanía de los recursos naturales,
y especialmente su inmensa riqueza
hidroeléctrica. De ahí sus
escabrosas y difíciles negociaciones
con el Brasil en torno del
precio de la electricidad generada
por la represa de Itaipú y las
conversaciones en ciernes con la
Argentina en relación con la de
Yacyretá.
Por elemental que pueda parecer este
programa de recuperación de la
soberanía y posicionamiento en el
proyecto del Mercosur no está exento
de dificultades. Mientras el
presidente Lula declara la
necesidad de que Brasil
colabore con el Paraguay, el
establishment de Itamaraty hace caso
omiso de sus bellas palabras y actúa
como un sórdido e intransigente
delegado al servicio de las clases
dominantes brasileñas y de lo que
ellas consideran el "interés
nacional" de ese país: perpetuar la
expoliación de la energía paraguaya.
Esta duplicidad es favorecida, entre
otras razones, por algunas
desafortunadas expresiones del
presidente Lula en el sentido
de que el leonino Tratado de Itaipú
(firmado por los dictadores
Stroessner y Garrastazú
Médici en 1973) no debía ser
revisado, lo que prorrogaría
indefinidamente el saqueo energético
del Paraguay a manos de lo
que un brillante sociólogo y
economista del Brasil, Ruy
Mauro Marini, definiera como "el
subimperialismo brasileño". La
inflexibilidad y el autoritarismo de
estos negociadores contradicen
flagrantemente la solidaridad
internacional necesaria para
efectivizar la proclamada intención
de Lula de integrar a las
naciones sudamericanas en una nueva
organización regional.
En más de una ocasión sus
representantes amenazaron con
suspender las negociaciones y
postergar toda discusión sobre el
tratado hasta el momento de su
expiración, en el año 2023, algo que
ni siquiera lo hizo la Casa Blanca
con Omar Torrijos en su
disputa sobre el Canal de Panamá.
Los funcionarios paraguayos confían,
en función de ciertas declaraciones
de la presidenta Cristina
Fernández, que la inminente
discusión en torno de Yacyretá
transite por un sendero definido a
partir de premisas marcadas por
otros valores.
Por eso el caso de Itaipú se ha
constituido en un verdadero
escándalo. Paraguay es
propietario del 50 por ciento de la
central hidroeléctrica y por tal
motivo es dueño de la mitad de los
90.000 millones GWh que allá se
generan. Pero en la práctica utiliza
sólo 7000 millones de GWh, lo que
logra satisfacer el 95 por ciento de
un consumo muy escaso, producto
precisamente de un atraso económico
y social que es imprescindible
revertir y que Lugo no podrá hacerlo
sin la activa colaboración y
solidaridad de los gobiernos de
Argentina y Brasil. Los
restantes 37.000 GWh generados por
la represa son cedidos a Brasil, que
paga la ridícula suma de 2,80
dólares el kilowat por la cesión de
esa "energía sobrante" que luego la
empresa estatal Electrobras vende a
un precio superior a 60 dólares en
el mercado brasileño, excepción
hecha de los grandes consumidores
industriales del fluido eléctrico
que se benefician con generosos
subsidios. Los paraguayos, con toda
razón, quieren renegociar tan
ridículo precio.
Dadas todas estas circunstancias:
nueva política social, lucha contra
la corrupción, integración regional
y recuperación de la soberanía, no
sorprende que la Cámara de Diputados
del Paraguay -reducto de la
partidocracia tradicional y en el
cual el oficialismo cuenta apenas
con dos representantes de los
ochenta que la constituyen está
contemplando la posibilidad de
iniciar un juicio político contra
Lugo.
En los pasillos del Congreso se
comenta que se necesitan apenas ocho
votos más para lograr el número
suficiente para aprobar el juicio
político contra Lugo, lo que
abriría una caja de Pandora cuyas
consecuencias son difíciles de
imaginar. La semana pasada, sin ir
más lejos, este "Órgano de la
democracia" rechazó una iniciativa
del Ejecutivo que se proponía
establecer un impuesto a la renta
personal, cosa que al día de hoy no
existe en Paraguay.
Lugo
está siendo asfixiado
financieramente y el Congreso no le
da respiro. También rechazó una ley
que prohibía la utilización de
agrotóxicos en un país cuya "sojización"
avanza descontroladamente arrasando
cuanto se opone a su paso.
Empresarios argentinos y sobre todo
brasileños son los adalides de este
proceso, y las fuerzas armadas de
Brasil, en otro gesto que pinta
de cuerpo entero las intenciones de
Brasilia, fueron movilizadas a la
frontera para defender la propiedad
privada de los empresarios sojeros
brasileños "amenazados" por el
creciente protagonismo de los
campesinos sin tierra de Paraguay.
En síntesis, el Congreso con la
complicidad de los medios busca
aplicar lo que en su tiempo
Richard Nixon recomendara para
destruir al gobierno de Salvador
Allende en Chile:
desangrar la economía y debilitar
las bases materiales del nuevo
gobierno para impedirle financiar
sus políticas reformistas y, de
paso, propinarle un ejemplar
escarmiento por su osadía.
En este cuadro Lugo no tiene
otro camino que apelar a la voluntad
popular, explicando incansablemente
su programa de gobierno; promoviendo
activamente la concientización y la
organización de las clases y capas
populares para resistir la ofensiva
destituyente lanzada por la derecha
paraguaya y sus amigos extramuros, y
movilizando a sus partidarios para
derrotar en las calles lo que los
viciados y viciosos mecanismos
institucionales están a punto de
concretar en el Congreso.
Una vez más se constituye el dilema
sabiamente detectado por Maquiavelo:
quien quiera introducir cambios en
el orden social sólo podrá hacerlo
si se apoya en el pueblo, nunca en
los ricos y poderosos cuyas
instituciones fueron precisamente
diseñadas para impedir que tal
cambio se produzca. Lugo y
sus partidarios tienen por delante
una labor titánica: concientizar,
organizar y movilizar al campo
popular.
Si desisten de esta tarea, las
tensiones sociales acumuladas
seguramente se desatarán al margen
de la voluntad presidencial dando
lugar a una movilización anémica sin
estrategia, ni táctica, ni
conducción coherente que terminará
facilitando los planes de la derecha
y de los intereses que mantuvieron
postrado al Paraguay por tan
largo tiempo. La habilidad del
gobierno y la madurez de las fuerzas
de izquierda y progresistas de ese
país son quienes tendrán la última
palabra. Es de desear que actúen no
sólo con valentía sino también con
sensatez y perspicacia, condiciones
estas necesarias para derrotar a
enemigos tan poderosos como los que
se han entronizado en su patria.