Hace un par de semanas estuve de
visita en San Salvador para dictar un taller de periodismo
literario ante la plana de redacción de La Prensa Gráfica,
y aproveché la ocasión para instruirme sobre las elecciones
en curso, en largas conversaciones con amigos de las más
variadas tendencias políticas.
La campaña
electoral tenía tintes feroces, sobre todo en la propaganda
de televisión, y el país se hallaba ya polarizado. Héctor
Silva, el antiguo alcalde de San Salvador, el candidato por
quien yo habría votado, era la víctima de esa polarización,
porque su coalición de centroizquierda seguía bajando
dramáticamente en las encuestas ante el síndrome del voto
útil.
La campaña no
giraba alrededor de las razones para votar por uno de los
dos candidatos mayoritarios, Antonio Saca de ARENA, o Shafik
Handal del FMLN, sino al contrario, para no votar por el uno
o el otro. Y en esa polarización, advertí que el FMLN y su
candidato llevaban todas las de perder, porque conozco la
experiencia de Nicaragua.
Tanto en Nicaragua
como en El Salvador, el arma más formidable de propaganda de
la derecha contra la izquierda tradicional, representada por
el FSLN y el FMLN, es el pasado. La invocación del miedo al
pasado, a la guerra, la inestabilidad, la ruina económica, y
la enemistad con los Estados Unidos, se vuelven ejes de
ataque, siendo el hecho que estos dos partidos provienen de
una tradición guerrillera, y fueron parte del conflicto que
asoló a ambos países a lo largo de la década de los ochenta,
un recuerdo aún fresco. Y hoy, los representante
diplomáticos de la administración Bush, no tienen empacho en
inmiscuirse para reforzar estos argumentos.
El FMLN, atraído a
la trampa mortal, contestó esta campaña, y convirtió la
contestación en el eje de su propaganda electoral, lo que lo
puso en una posición defensiva, que es la peor manera de
conquistar votos y la más fácil de perderlos. No sólo empezó
a acusar a la derecha de haber causado males mayores, sino
que su candidato, lleno de enojo, anunció en los mítines
medidas represivas contra sus adversarios al no más llegar
al poder.
Hay una
contradicción clave en la conducta de los partidos de origen
guerrillero, entre lo que verdaderamente son hacia adentro,
entidades autoritarias y cerradas, y lo que quieren ser a la
hora de una contienda electoral. Y también cometen el error
craso del doble discurso, más radical fuera de campaña, y
más edulcorado en campaña, como si el electorado no tuviera
una sola memoria.
Pero peor que eso
es la escogencia de sus candidatos presidenciales, que se
hace hacia adentro, más que hacia el electorado abierto. El
líder único es el único candidato presidencial, y deviene en
candidato por siempre, como en el caso del FSLN, aunque
pierda cada vez que se presenta. Más riesgo cree correr si
permite que otro sea el candidato, aunque ese otro tenga
mejores oportunidades de ganar. De lo que se trata, al fin y
al cabo, es de retener una cuota de poder.
Las consecuencias
están a la vista. Shafik Handal fue derrotado por el 60% de
los votos, casi la misma cifra con que fue derrotado Daniel
Ortega en las últimas elecciones presidenciales de Nicaragua
en 2002. Y Handal está lejos de renunciar a su cargo de
dirigente máximo, y único, tras esta debacle, como nunca lo
ha estado Ortega.
También saltó en
las conversaciones con mis amigos salvadoreños el tema del
efecto que la reciente victoria del Partido Socialista
Obrero Español podría tener en beneficio del FMLN, dado que
ambos partidos son de izquierda. Yo opiné que no iba a tener
ninguno. Revolver las dos situaciones sería, en el buen
decir cubano, "un arroz con mango".
ARENA ha estado en
el poder en El Salvador, de manera continua, por mucho más
tiempo que el Partido Popular en España, con lo que el FMLN
debería representar para el electorado una indiscutible
alternativa de cambio frente al desgaste del adversario. De
hecho, la campaña del FMLN se basó en el eslogan del cambio.
En España, antes de
los actos terroristas del 11 de marzo, el PSOE, que también
proponía el cambio frente al desgaste obligado del Partido
Popular, no iba a ganar, según las encuestas. Ganó porque el
electorado buscó de pronto, y en el último momento,
seguridad frente al terrorismo, al advertir que el gobierno
de Aznar había comprometido esa seguridad inmiscuyéndose en
la guerra de Irak, con lo que esa guerra se estaba
trasladando a España.
Por el contrario,
los actos terroristas ocurridos en España, por mucho que El
Salvador tenga algunas tropas simbólicas en Irak, no
llevarían al electorado a volcarse en contra de ARENA, como
ya se ve. Más bien, tal como ocurrió con el FSLN tras los
actos terroristas del 11 de septiembre de 2001 en Estados
Unidos, esos actos sólo podían acabar de perjudicar al FMLN.
Es cierto, en fin,
que tanto el FMLN como el FSLN son miembros de la
Internacional Socialista, a la que pertenecen el PSOE y los
demás partidos socialistas europeos. Pero esa pertenencia no
crea ninguna identidad. La verdadera identidad se crearía si
esos partidos, aún dirigidos por viejos líderes
guerrilleros, pasaran a ser partidos modernos y abiertos,
con candidatos jóvenes e imaginativos, y que esos viejos
líderes se declararan a sí mismo prescindibles. ¿No resulta
una contradicción que el candidato de la derecha haya sido
en El Salvador un joven de 39 años, y el de la izquierda
alguien de 72, casi el doble de edad?
¿Hay esperanzas de
un cambio semejante? Pocas, por lo que se ve. Una vez
derrotado, Handal se ha puesto la vieja camisa de fatiga, y
anuncia una "resistencia sin tregua" frente al nuevo
presidente, a quien se niega a felicitar. ¿Será una nueva
candidatura suya parte de esa resistencia?
Sergio Ramírez
Convenio
La Insignia