Medios de Comunicación en Crisis |
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Nada simboliza mejor el desasosiego de la prensa francesa,
frente a una alarmante baja en su difusión, que la reciente
disposición del diario Libération, otrora maoísta, de
favorecer la toma de control de su capital por el banquero
Edouard de Rothschild... Hace poco, el grupo Socpresse, que
publica unos 70 títulos, entre ellos Le Figaro, L'Express,
L'Expansion y decenas de diarios regionales, fue comprado a
su vez por un fabricante de armas, Serge Dassault. Y se sabe
que otro industrial del armamento, Arnaud Lagardère, es
dueño del grupo Hachette
(1)
que posee 47 revistas (entre las cuales están Elle, Parents,
Première) y diarios como La Provence, Nice-Matin o Corse-Presse.
Si prosiguiera esta caída de la difusión, la prensa escrita
independiente correría el riesgo de caer poco a poco bajo el
control de un pequeño grupo de industriales –Bouygues,
Dassault, Lagardère, Pinault, Arnault, Bolloré, Bertelsmann…–
que multiplican sus alianzas entre ellos, amenazando así el
pluralismo.
La caída afecta actualmente a toda la prensa de referencia.
Por primera vez desde hace quince años no se libra Le Monde
Diplomatique. Nuestro periódico, que desde 1990 registraba
un aumento regular en su difusión y que entre 2001 y 2003
tuvo un crecimiento récord en su venta –superior al 25%
acumulado– habrá tenido sin duda en 2004 un retroceso del
12% en su difusión
(2).
La mayoría de los grandes diarios franceses de circulación
nacional registrarán también un descenso importante, que se
sumará al sufrido en 2003, a saber: Le Figaro: -4,4%;
Libération: -6,2%; Les Echos: -6,4%; Le Monde: -7,5%; y La
Tribune: -12,3%.
El fenómeno está lejos de circunscribirse a Francia. El
diario estadounidense International Herald Tribune, por
ejemplo, vio bajar sus ventas en 2003 en el 4,16%; en el
Reino Unido, el Financial Times cayó en el 6,6%; en
Alemania, en los últimos cinco años la difusión ha bajado el
7,7%, en Dinamarca el 9,5%, en Austria el 9,9%, en Bélgica
el 6,9%, e incluso en Japón, cuyos habitantes son los
mayores consumidores de periódicos, el retroceso ha sido del
2,2%. Dentro de la Unión Europea, el número de periódicos
vendidos cada día es inferior en un millón de ejemplares
respecto de hace 10 años... A escala mundial, la venta de
diarios cae cada año un promedio del 2%. Hay quienes llegan
a preguntarse si la prensa escrita no se convertirá en algo
del pasado, un medio de la era industrial en vías de
desaparición.
Aquí y allá hay periódicos que desaparecen. En Hungría, el 5
de noviembre de 2004, el diario Magyar Hirlap (propiedad del
grupo suizo Ringier) cerró sus puertas. La víspera, 4 de
noviembre, en Hong Kong, el semanario otrora de referencia
sobre temas asiáticos Far Eastern Economic Review (propiedad
del grupo estadounidense Down Jones) dejó de publicarse. En
Francia, el 7 de diciembre de 2004, el mensual Nova Magazine
también interrumpió su salida. En Estados Unidos, entre 2000
y 2004, desaparecieron más de dos mil empleos en la prensa
escrita, lo que representa el 4% del total. La recesión
afecta también a las agencias de prensa que suministran
información a los periódicos. La principal de ellas, Reuters,
acaba de anunciar una reducción de 4.500 empleos.
Se conocen las causas externas de esa crisis. Por una parte,
la ofensiva devastadora de los diarios gratuitos. En
Francia, el gratuito 20 Minutes ya ha tomado claramente la
delantera en número de lectores, pues llega a más de dos
millones de personas por día en promedio, superando
ampliamente al diario de pago Le Parisien (1,7 millones) y a
otro gratuito, Metro, que diariamente leen 1,6 millones de
personas. Esos medios captan importantes flujos
publicitarios, dado que los anunciantes no hacen ninguna
distinción entre el lector que paga por su diario y el que
lo recibe gratis.
Para resistir a esa competencia que podría resultar mortal
para los diarios –y que ya amenaza a los semanarios– algunos
de ellos, sobre todo en Italia, España, Grecia y Turquía
(aunque el fenómeno se extiende también a Francia) proponen
con cada entrega, por una pequeña suma extra, una revista de
historietas, un DVD, CD, libros, Atlas, enciclopedias,
colecciones de sellos o de antiguos billetes de banco, y
hasta vajillas, juegos de ajedrez, etc. Lo cual refuerza la
confusión entre información y mercancía, con el riesgo de
que los lectores ya no sepan qué es lo que compran. Así es
como los diarios enturbian más su identidad, desvalorizan el
título y ponen en marcha un engranaje diabólico que nadie
sabe en qué acabará.
La otra causa externa es, claro está, Internet, que continúa
su fabulosa expansión. Únicamente en el curso del primer
trimestre de 2004 se crearon 4,7 millones de sitios web.
Actualmente existen en el mundo unos 70 millones de sitios e
Internet cuenta con más de 700 millones de usuarios. En los
países desarrollados, muchas personas abandonan la lectura
de la prensa –y hasta la televisión– por la pantalla del
ordenador. El ADSL (Asymetric Digital Subscriber Line), ha
modificado la situación especialmente. Por precios que
oscilan entre los 10 y los 30 euros, hoy en día es posible
abonarse a Internet de alta velocidad. Actualmente, en
Francia, más de 5,5 millones de hogares están abonados con
conexión ultra rápida a la prensa digital (el 79% de los
diarios del mundo poseen ediciones electrónicas), a todo
tipo de textos, e-mail, fotos, música, programas de
televisión o de radio, películas, videojuegos, etc.
Existe además el fenómeno de los 'blogs', característico de
la cultura web, cuyo número ha aumentado de manera
impresionante en todo el mundo durante el segundo semestre
de 2004, y que, con el tono de un diario íntimo, mezclan sin
complejo información y opinión, hechos verificados y
rumores, análisis documentados e impresiones fantasiosas. Su
éxito es tal, que se encuentran en la mayoría de los diarios
digitales. Esa avidez muestra que muchos lectores prefieren
la subjetividad y la parcialidad asumidas de los bloggers a
la falsa objetividad y a la imparcialidad hipócrita de la
gran prensa. Por otra parte, la conexión a la galaxia
Internet a través de los teléfonos-móviles-multifunciones
puede acelerar aún más ese movimiento. De esta manera la
información se vuelve más móvil y más nómada. Así es posible
saber, en todo momento, lo que ocurre en el mundo.
En la India, la firma Times Internet, filial multimedia del
diario Times of India, envía mensualmente a los teléfonos
móviles de sus abonados más de 30 millones de informaciones
en forma de SMS (Short Message Service), tecnología que
permite una comunicación rápida, breve y económica. En Japón
y en Corea del Sur, una cantidad creciente de personas se
informan a través de sus teléfonos móviles. Allí reciben
programas de radio, de televisión y los canales de
información permanente. Resultado: todos los sectores de
información, fuera de Internet, pierden audiencia dado el
alto nivel de competencia existente entre los medios de
comunicación
(3).
Pero la crisis tiene también causas internas, que obedecen
principalmente a la pérdida de credibilidad de la prensa
escrita. En primer lugar porque ésta pertenece cada vez más
–como hemos visto– a grupos industriales que controlan el
poder económico y que están en connivencia con el poder
político. Y también porque la parcialidad, la falta de
objetividad, la mentira, las manipulaciones o simplemente
las imposturas, no cesan de aumentar. Sabemos que no ha
existido ninguna época dorada de la información, pero
actualmente esas derivas han alcanzado también a los diarios
de calidad. En Estados Unidos, el caso de Jayson Blair, el
periodista estrella que falsificaba hechos, plagiaba
artículos copiados de Internet y que incluso inventó decenas
de historias, causó un perjuicio colosal al New York Times,
que a menudo publicaba sus fabulaciones en portada
(4).
Ese diario, que era considerado una referencia por los
profesionales, sufrió una conmoción a raíz del mencionado
caso: los dos responsables de la redacción, Howell Raines y
Gerald Boyd, debieron renunciar, y hubo que crear un puesto
de ombudsman (defensor del lector), para el que fue
designado Daniel Okrent, un ensayista y ex jefe de redacción
de la revista Time.
Pocos meses después estalló otro escándalo, aún más
estruendoso, en el primer diario de Estados Unidos, USA
Today. Sus lectores descubrían, estupefactos, que su más
célebre reportero, Jack Kelley, una estrella internacional
que desde hacía 20 años viajaba por todo el mundo, que había
entrevistado a 36 jefes de Estado y cubierto una decena de
guerras, era un falsificador compulsivo, un 'impostor en
serie'. Entre 1993 y 2003, Kelley había inventado cientos de
relatos sensacionales. Como por azar, siempre estaba en el
lugar donde ocurrían los acontecimientos, de los que extraía
historias excepcionales y apasionantes. En uno de sus
reportajes decía haber sido testigo de un atentado en una
pizzería de Jerusalén y describía a tres hombres que comían
junto a él, cuyos cuerpos habían sido proyectados hacia
arriba por la explosión, cayendo luego decapitados, mientras
las cabezas rodaban sobre la calle...
Su reportaje más grosero, aparecido el 10 de marzo de 2000,
era sobre Cuba. Kelley había fotografiado a una empleada de
hotel –Jacqueline– cuya fuga clandestina a bordo de un
frágil esquife relataba con lujo de detalles, incluyendo la
muerte de la desdichada, ahogada en el estrecho de la
Florida. En realidad, la mujer –cuyo verdadero nombre era
Yamilet Fernández– está viva actualmente y nunca ha corrido
tal aventura. Otro periodista de Usa Today, Blake Morrison,
la entrevistó y pudo verificar que Kelley había mentido
(5).
Las revelaciones de esos fraudes, considerados como uno de
los mayores escándalos del periodismo estadounidense, le
costaron el puesto a la directora de la redacción, Karen
Jurgensen, y a otros dos altos directivos: Brian Gallagher,
su adjunto, y Hal Ritter, responsable de la información
(6).
Más recientemente, en plena campaña electoral, un nuevo sismo
deontológico sacudió el mundo de los medios. Dan Rather, el
presentador estrella del informativo televisivo de CBS y del
prestigioso programa '60 minutos', reconoció haber
difundido, sin verificarlos, falsos documentos para probar
que el presidente Bush había gozado de ayuda para evitar ser
enviado a la guerra de Vietnam
(7).
Rather anunció que abandonaba su puesto y se retiraba.
Intoxicación sobre Irak
A todos esos desastres hay que añadir el cambio de manos de
los grandes medios, transformados en órganos de propaganda
–en particular el canal Fox News
(8)–
de las mentiras de la Casa Blanca respecto de Irak. Los
diarios no verificaron ni pusieron en duda las afirmaciones
de la Administración de Bush. De haberlo hecho, un
documental como Farenheit 9/11, de Michael Moore, no hubiera
tenido tanto éxito, ya que la información que aporta la
película estaba disponible desde hacía mucho. Pero los
medios la habían ocultado.
Incluso el Washington Post y el New York Times participaron
de ese 'lavado de cerebro', como lo mostró perfectamente un
especialista de los medios, John Pilger: 'Mucho antes de la
invasión, ambos diarios creaban falsas alarmas por cuenta de
la Casa Blanca. En la portada del New York Times podían
leerse títulos como: 'Arsenal secreto [de Irak]: en busca de
las bacterias de guerra', 'Un desertor describe los
progresos de la bomba atómica en Irak', 'Un iraquí habla de
la renovación de los emplazamientos de armas químicas y
nucleares', o 'Desertores refuerzan el informe
estadounidense contra Irak, afirman los oficiales'. Todos
esos artículos resultaron ser pura propaganda. En un correo
electrónico interno (publicado por el Washington Post) la
periodista estrella del New York Times, Judith Miller,
admitió que su fuente principal era Ahmed Chalabi, un
exiliado iraquí, un prevaricador condenado por la justicia,
que había dirigido el Congreso Nacional Iraquí (CNI),
organización con sede en Washington y financiada por la CIA.
Una investigación del Congreso llegó posteriormente a la
conclusión de que toda la información suministrada por
Chalabi y por otros exiliados del CNI carecía de valor'
(9).
Un oficial de la CIA, Robert Baer, reveló cómo funcionaba ese
sistema de intoxicación: 'El Congreso Nacional Iraquí (CNI)
tomaba sus informaciones de falsos desertores y las pasaba
al Pentágono, posteriormente el Congreso Nacional Iraquí
daba las mismas informaciones a los periodistas diciéndoles:
'Si no lo creen, llamen al Pentágono'. Así se lograba crear
un circuito cerrado con tales noticias. De esa manera, el
New York Times podía decir que tenía dos fuentes de
informaciones sobre las armas de destrucción masiva en Irak.
Lo mismo ocurría con el Washington Post. Los periodistas no
trataban de averiguar más. Por otra parte, los jefes de
redacción les pedían que apoyaran al gobierno, por
patriotismo'
(10).
El jefe de redacción del Washington Post, Steve Coll, debió
renunciar a su cargo el 25 de agosto de 2004, después de que
una investigación mostrara el poco espacio que había
otorgado a los artículos que cuestionaban la tesis del
gobierno en el periodo previo a la invasión de Irak
(11).
El New York Times también entonó su mea culpa. En un
editorial publicado el 26 de mayo de 2004, reconoció su
falta de rigor en la presentación de los acontecimientos que
llevaron a la guerra y lamentó haber publicado
'informaciones erróneas'.
En Francia, los desastres mediáticos no son menores, como lo
demostró el tratamiento dado por los principales medios a
los casos de Patrice Alegre, del mozo de equipajes de Orly,
de los pederastas de Outreau y de Marie L. que afirmaba
haber sufrido una agresión antisemita en un tren de las
afueras de París
(12).
El fenómeno se repite en muchos otros países. En España, por
ejemplo, después de los atentados del 11 de marzo de 2004,
los medios controlados por el gobierno de José María Aznar
manipularon la información, tratando de imponer una 'verdad
oficial' al servicio de ambiciones electorales, ocultando la
responsabilidad de la red Al Qaeda y atribuyendo el crimen a
la organización vasca ETA.
Todos esos casos, al igual que la alianza cada vez más
estrecha entre los medios de comunicación y los poderes
económicos y políticos, han causado un daño terrible a la
credibilidad de la prensa. Lo cual revela un inquietante
déficit democrático. Domina el periodismo complaciente, al
tiempo que el periodismo crítico retrocede. Cabe incluso
preguntarse si a la hora de la globalización y de los
megagrupos mediáticos no está desapareciendo la noción de
prensa libre.
'Ideas
sanas'
Al respecto, las declaraciones de Serge Dassault confirman
todos los temores. En cuanto asumió su cargo, el nuevo
propietario del diario Le Figaro declaró a los redactores:
'Desearía, en la medida de lo posible, que el diario pusiera
más de relieve nuestras empresas. Creo que a veces hay
informaciones que requieren mucha precaución. Como por
ejemplo, los artículos sobre los contratos en curso de
negociación. Hay informaciones que hacen más mal que bien.
El riesgo consiste en poner en peligro intereses comerciales
o industriales de nuestro país'
(13).
Se comprenderá que lo que Dassault llama 'nuestro país' es
su fábrica de armas Dassault-Aviation. Y sin duda para
protegerla censuró una entrevista sobre la venta fraudulenta
de aviones Mirage a Taiwán. Al igual que una información
sobre las conversaciones entre el presidente francés Jacques
Chirac y su homólogo argelino Abdelaziz Bouteflika, sobre un
proyecto de venta de aviones Rafale a Argelia
(14).
Recientemente, Dassault explicó que una de las razones que lo
llevaron a comprar el semanario L'Express y el diario Le
Figaro era que un periódico 'permite difundir una cantidad
de ideas sanas', lo que aumentó la inquietud de los
periodistas
(15).
Si a esas declaraciones sumamos las de Patrick Le Lay,
director del canal TF1, sobre la verdadera función de ese
gigante de los medios de comunicación franceses –'La función
de TF1 es ayudar a Coca Cola a vender su producto. Lo que
nosotros le vendemos a Coca Cola es tiempo disponible de
cerebro humano'
(16)–
vemos los peligros que implica esa mezcla de actividades,
hasta tal punto resultan contradictorias la obsesión
comercial y la ética de la información.
La citada mezcla de actividades puede ir muy lejos, sin que
los lectores se den cuenta. Walter Wells, director del
International Herald Tribune (que pertenece al grupo New
York Times, que cotiza en Bolsa) han advertido recientemente
sobre los riesgos de la entrada en el mercado de valores de
las empresas de prensa. 'A menudo, quienes deben tomar una
decisión periodística se preguntan si la misma hará bajar o
subir en algunos centavos el valor en bolsa de las acciones
de la editorial. Ese tipo de consideraciones se ha vuelto
capital, los directores de diarios reciben permanentemente
directrices en tal sentido por parte de los propietarios
financieros del periódico. Se trata de un hecho nuevo en el
periodismo contemporáneo, antes no era así'
(17).
Esa confusión, que manipula y termina atrapando a los
lectores, puede ir aún más lejos en Internet. Así, por
ejemplo, el sitio Forbes.com, de la revista económica
estadounidense Forbes, utiliza un nuevo procedimiento para
hacer publicidad, integrando directamente los enlaces
promocionales en el contenido de los artículos. Los
anunciantes compran ciertas palabras-clave y cuando el
cursor del internauta pasa sobre ellas, aparece un pop-up
con un mensaje publicitario. Los periodistas no son
informados por anticipado sobre las palabras-clave que
compran los anunciantes, pero algunos ya se preguntan si
dentro de poco no les pedirán que escriban artículos
utilizando palabras precisas que podrían brindar importantes
beneficios económicos a la empresa periodística.
La era de
la inseguridad informativa
Cada vez más ciudadanos toman conciencia de esos nuevos
peligros y se muestran muy sensibles respecto de las
manipulaciones mediáticas, convencidos de que en nuestras
sociedades hipermediatizadas, vivimos paradójicamente en
estado de inseguridad informativa. La información prolifera,
pero sin ninguna garantía de fiabilidad. Asistimos al
triunfo del periodismo de especulación y de espectáculo, en
detrimento del periodismo de información. La puesta en
escena (el embalaje) predomina sobre la verificación de los
hechos.
En lugar de constituir la última defensa contra los excesos
derivados de la rapidez y la inmediatez, muchos diarios han
fallado en su misión y han contribuido a veces –en nombre de
una concepción perezosa o policial
(18)
del periodismo de investigación– a desacreditar lo que
otrora se llamaba el 'cuarto poder'. Nuestro fundador,
Hubert Beuve-Méry, recordaba siempre: 'Los hechos son
sagrados, la opinión es libre'. Pero la actitud que se
propaga en los medios parece invertir esa fórmula. Cada vez
más editorialistas consideran que las que son sagradas son
sus opiniones –pocas veces fundamentadas– a la vez que no
dudan en deformar los hechos para obligarlos a justificar
sus opiniones.
En semejante contexto, en que el entusiasmo militante
retrocede mientras cunde una visión pesimista del futuro, la
redacción de Le Monde diplomatique se consagra a la tarea de
mejorar su contenido editorial y considera que lo más
importante es no traicionar la confianza de los lectores.
Más que nunca, contamos con su movilización y su solidaridad
para defender la independencia de nuestro periódico y la
libertad que ella nos garantiza. Les recordamos que la mejor
manera de apoyarnos es suscribirse sin demora y suscribir a
sus amigos.
Somos el periódico de la sociedad en movimiento, de la
crítica social, de los que quieren que el mundo cambie. Y
estamos dispuestos a mantenernos fieles a principios
fundamentales que caracterizan nuestra manera de informar.
Moderando la aceleración mediática; apostando por un
periodismo de las luces, para disipar las sombras de la
actualidad; interesándonos en situaciones que no están bajo
los reflectores de la actualidad, pero que ayudan a
comprender mejor el contexto internacional; proponiendo
dossiers cada vez más completos, más profundos y mejor
documentados sobre los grandes temas contemporáneos; yendo
al fondo de los problemas, con método, rigor y seriedad;
presentando informaciones y análisis inéditos, que muchas
veces permanecían ocultos; y atreviéndonos a ir a
contracorriente de los medios dominantes. Estamos
convencidos de que de la calidad de la información depende
la del debate cívico. La índole de este debate determina en
última instancia la riqueza de la democracia.
Ignacio
Ramonet
Argenpress
10 de
enero de 2005
Notas:
(1)
Hachette Filipacchi Médias, filial de Lagardère Media, es el
primer editor de revistas del mundo, con 245 títulos en 36
países. Ver el dossier sobre 'la concentración de los medios
en Francia' en el sitio del Observatorio francés de los
medios: www.observatoire-medias.info. En el seno del grupo
Le Monde SA –accionsita principal (51%) de Le Monde
Diplomatique SA– el grupo Lagardère es accionista (10%) de
Midi Libre, de la imprenta de Le Monde y de Le Monde
interactif.
(2)
Por contra, el número de artículos leídos en nuestro sitio
internet se ha duplicado en 2004. Nuestra audiencia
internacional continúa ampliándose: alcanzan el número de
45, en 20 lenguas, y su difusión acumulada supera el 1,1
millones de ejemplares.
(3)
En Estados Unidos, la audiencia de los informativos
televisivos de los principales canales pasó de un promedio
de 36,3 millones cada noche, en 1994, a 26,3 millones en
2004.
(4)
Ver Le Monde, 21 de mayo de 2003 y Time, 16 de junio de
2003.
(5)
www.usatoday.com/news/2004-03-19-2004-03-19-kelley-cuba_x.htm
(6)
Le Monde, 30 de abril de 2004.
(7)
Le Monde, 28 de septiembre de 2004.
(8)
Cf. el documental de Robert Greenwald, Outfoxed (2004).
(9)
John Pilger, 'Cómo fabricar ciudadanos consumidores, mal
informados y bien pensantes', Le Monde diplomatique, edición
española, octubre de 2004, pág. 28.
(10)
En el documental de Robert Greenwald, Uncovered (2003).
(11)
The Washington Post, 12 de agosto de 2004.
(12)
Ver la investigación de Gilles Balbastre, 'Les faits
divers, ou le tribunal implacable des médias', Le Monde
diplomatique, París, diciembre 2004.
(13)
Le Monde, 9 de septiembre de 2004.
(14)
Le Canard enchaîné, 8 de septiembre de 2004.
(15)
Una vez que Dassault asumió la dirección del grupo
Socpresse, 268 periodistas del mismo, es decir, cerca del
10% del total, invocaron la cláusula de renuncia y
anunciaron su renuncia.
(16)
En el libro Les Dirigeants face au changement, ediciones
Huitième jour, Paris, 2004.
(17)
El Mundo, Madrid, 12 de noviembre de 2004.
(18)
Donde se confunden demasiado a menudo
informadores con soplones, verdaderas investigaciones con la
recepción de mensajes...
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