Qué
hacer frente a la globalización y el
nuevo mapa político latinoamericano, la
incógnita no despejada ni bosquejada por
ninguno de los candidatos.
En una composición en cuyas propuestas, a pocos días de la
elección, aparece una variación hacia
extremos opuestos a su naturaleza
ideológica y programática, cinco
candidatos disputan la presidencia de la
República en una contienda que será
dirimida el próximo 2 de julio.
Andrés Manuel López Obrador, al igual que muchos integrantes
del Partido de la Revolución Democrática
(PRD), surgió a la vida pública en el
Revolucionario Institucional, primero
como funcionario en el gobierno de su
estado natal, Tabasco, y luego como
frustrado aspirante en dos ocasiones a
la candidatura en esa entidad. Ya fuera
de ese partido, contendió sin éxito con
Roberto Madrazo por la gubernatura de
Tabasco, se convirtió en líder del PRD y
en las elecciones de 2000 obtuvo el
triunfo para la jefatura de gobierno de
la capital de la República, cargo que
según las modificaciones
constitucionales equivale al de
gobernador de un estado. Desde el inicio
de su administración, emprendió, sin
inicialmente admitirlo, su campaña para
la presidencia de la República con
acciones como la realización de obras
urbanas, la creación de una universidad
popular y el apoyo a hombres y mujeres
de la tercera edad, lo cual le valió la
simpatía de amplias capas de la
sociedad. Oficialmente, López Obrador es
el candidato de la izquierda
representada por un partido cuya
tendencia en esa línea es confusa y
plena de contradicciones ideológicas. El
PRD, sin embargo, ha venido ganando
terreno tanto en el número de
gubernaturas como en la integración de
escaños y curules en el Congreso de la
Unión. López Obrador ha sido objeto de
una torpe campaña de ataques desde la
presidencia de la República –el fallido
intento de desafuero, el señalamiento de
ser un "peligro" para el país– cuyo
saldo le ha favorecido en popularidad y
lo ha mantenido de manera alterna entre
el primero y el segundo lugar en las
preferencias electorales según las
encuestas de las últimas semanas. En sus
más recientes pronunciamientos, López
Obrador parece abandonar su postura de
centro izquierda al pronunciarse en
reiteradas ocasiones por la observancia
de los principales ejes de la política
económica del ultra neoliberal Vicente
Fox: rígida disciplina presupuestal,
control de la inflación, bajas tasas de
interés o participación del capital
privado incluso en sectores tan
sensibles para un concepto de soberanía
y nacionalismo como el de los
energéticos.
Felipe Calderón, propuesto por el derechista Acción Nacional,
el partido actualmente en el poder,
disfraza su profesión de fe neoliberal y
adopta posturas que en la administración
de Vicente Fox y en los organismos
financieros internacionales podrían ser
calificadas como populistas: reducción
de 50 por ciento en el costo de los
combustibles o realización de obras
materiales para las cuales el estado
debería apartarse de la rigidez
presupuestal recomendada por el Fondo
Monetario Internacional y el Banco
Mundial como condición para mantener
bajos índices de inflación y de interés.
Felipe Calderón vino de atrás en la elección interna para la
candidatura del Partido Acción Nacional
(PAN) al derrotar al que parecía el
favorito del presidente Vicente Fox,
Santiago Creel. Calderón había sido
despedido por Fox del cargo de
secretario de Energía luego de un
pronunciamiento en favor de su
candidatura por un grupo de sus
seguidores en el estado de Jalisco. Hijo
de dirigente panista, Calderón es
considerado como el representante de la
línea extrema de la derecha dentro de su
partido; es –podría decirse– el que de
manera más abierta ha mostrado su
postura política, aunque en ocasiones la
disimula con propuestas –la lucha contra
la pobreza, mayor seguridad pública,
etcétera– que necesariamente comparte
todo aspirante a la presidencia. En
sentido negativo, Calderón es el único
que ha delineado una política exterior:
En su afán por atacar a López Obrador,
lo ha comparado con el presidente de
Venezuela, Hugo Chávez, y en cierta
forma también con el boliviano Evo
Morales. Al hacerlo, muestra lo que
sería su postura en materia de política
exterior y específicamente en relación
con América Latina.
Roberto Madrazo Pintado, hijo de Carlos Madrazo Becerra,
muerto en un accidente aéreo en 1967,
dirigente del Partido Revolucionario
Institucional (PRI) y en los últimos
meses de su existencia disidente de la
línea oficial de esa formación, tiene
una larga carrera desde su primera
juventud: diputado, gobernador del
Estado de Tabasco y líder de su partido
en la nueva circunstancia de la carencia
de la guía presidencial que lo
caracterizó durante 71 años en el poder.
Situado en el centro del espectro
político según su propia definición,
Madrazo ha apuntado un posible
desprendimiento de la línea neoliberal
del PRI, adoptada desde el gobierno de
Miguel de la Madrid (1982-1988) y cuyo
abandono de sus principios nacionalistas
y revolucionarios le costó la derrota de
2000 frente al panista Vicente Fox. Su
actuación dentro del partido le ha
valido una imagen de político de
recursos para la simulación, que lo
mismo puede establecer un compromiso o
adoptar una postura para abandonar lo
pactado o prometido según su
conveniencia. Madrazo consolidó su
postulación como candidato a la
presidencia mediante una serie de
maniobras desde la presidencia del
partido que dejaron fuera a sus
contendientes.
En cuestiones torales como el modelo económico y la política
exterior en la nueva geografía política
de América Latina y la tendencia de
avance de la izquierda en otras
latitudes, ha faltado a los tres
principales candidatos una definición
clara. La incógnita a escasos días de la
elección es si las propuestas contrarias
a sus principios ideológicos,
consideradas como estrategias en busca
del voto, serán sostenidas una vez
asumida la presidencia de la República.
Las propuestas de los candidatos de los tres partidos
principales han abordado principalmente,
problemas de inmediata solución y que,
en el concepto mercadotécnico de las
campañas, reportan utilidades en la
cosecha de votos, aun en medio de la
banalidad, el ataque personal y la
descalificación en campañas
eminentemente mediáticas. Las encuestas
y los spots televisivos sustituyen a la
exposición profunda de los temas.
Deliberadamente o por desconocimiento de
la realidad, faltan definiciones sobre
las cuestiones fundamentales que el país
debe abordar en el futuro próximo:
continuar o no con la política
neoliberal, de apertura económica
indiscriminada y la subordinación a los
dictados del Fondo Monetario
Internacional, el Banco Mundial y el
gobierno de Washington que ha traído
para el país mayor pobreza, marginación
e injusticia social, tema en el cual no
pocos países del sur del o bien optar
por una política de independencia, de
autodeterminación y de soberanía aun en
la ineludible globalización. Faltaría
asimismo poner en claro la postura que
el gobierno de cada uno de ellos
mantendría en el panorama
latinoamericano. Ambas definiciones
condicionarán la política interna y
regirán el rumbo del país en los
próximos seis años.
Compiten también Roberto Campa, con nulas probabilidades de
ganar, por el Partido Nueva Alianza, un
desprendimiento del Revolucionario
Institucional que encabeza la acérrima
enemiga de Roberto Madrazo, la profesora
Elba Esther Gordillo, presidenta
vitalicia del poderoso sindicato de
trabajadores de la educación, y Patricia
Mercado, por el Partido Alternativa
Social Demócrata y Campesina, que busca
el voto de la llamada sociedad civil y
de organizaciones no gubernamentales con
la sola meta de mantener el registro
como partido político.
Salvador del Río
Agencia Latinoamericana
de Información – ALAI
26 de junio de 2006