Un fraude masivo e indiscutible. José
Manuel Barroso, presidente de la
Comisión europea así lo ha admitido. Los
veinticinco ministros de asuntos
Exteriores de la Unión Europea han
expresado su "grave preocupación".
"Es importante que transmitamos de la
forma más clara posible la inquietud de
la Unión Europea y la de todos los
Estados miembros sobre el resultado de
la elección presidencial", ha declarado
el ministro neerlandés de Asuntos
Exteriores.
Reporteros Sin Fronteras recuerda que
"esta elección tiene lugar tras cuatro
años de una degradación contínua y sin
precedentes de la prensa en el país". En
Washington, personalidades como Colin
Powell, Henry Kissinger y Zbigniew
Brzezinski han afirmado que los Estados
Unidos no podían admitir los resultados
oficialmente.
El Nacional Democratic Institute (NDI),
presidido por Madeleine Albrigth,
antigua secretaria de Estado; la Freedom
House, dirigida por James Woolsey,
antiguo jefe de la CIA; el American
Entreprise Institute, impulsado por el
expresidente Gerald Ford; e incluso el
Open Society Institute, dirigido por
George Soros, han denunciado
"manipulaciones masivas" y reclaman
"sanciones económicas".
El senador Richard Lugar, presidente de
la comisión de Asuntos Exteriores del
Senado y enviado especial del presidente
George Bush, no ha dudado en hablar
abiertamente de "fraude": "Está claro
que ha habido un vasto y concertado
programa de fraudes el día de la
elección, ya sea bajo la dirección de
las autoridades, o ya sea con su
complicidad".
¿Se frotan los ojos? ¿Se preguntan cómo
se les han podido escapar tales
declaraciones a propósito de la reciente
elección presidencial en México? Tienen
toda la razón para estar perplejos.
Ninguna de las personalidades o
instituciones citadas anteriormente ha
denunciado lo que acaba de pasar en
México. Todos los comentarios anteriores
-auténticos-, conciernen a la elección
presidencial del 23 de noviembre de
2004... en Ucrania (1).
La "comunidad internacional" y las
habituales "organizaciones de defensa de
las libertades", que las hemos conocido
tan activas en Serbia, en Georgia, en
Ucrania y más recientemente en
Bielorrusia, permanecen mudas, por así
decirlo, ante el "golpe de Estado
electoral" que se comete ante nuestros
ojos en México (2)
¿Se imaginan el clamor planetario si,
por el contrario, esta misma elección se
hubiera desarrollado, por ejemplo, en
Venezuela y si el vencedor -por una
diferencia de a penas un 0,56% de los
votos- hubiera sido...el presidente Hugo
Chavez? El escrutinio mejicano de 2 de
julio oponía a dos candidatos
principales: Felipe Calderón, del
Partido de Acción Democrática (PAN, de
derechas y católico, en el poder),
declarado vencedor (provisionalmente)
del escrutinio por el Instituto Federal
Electoral (IFE) y Andrés López Obrador,
del Partido de la Revolución Democrática
(PRD, de izquierda moderada).
Mucho antes del inicio de la campaña,
estaba claro para el presidente Vicente
Fox (PAN) y las autoridades en el poder
que López Obrador con su programa de
lucha contra la pobreza era el candidato
a batir. Por todos los medios. Desde
2004, una maniobra, a base de cintas de
video clandestinas difundidas por las
cadenas Televisa y TV Azteca, adquiridas
por el poder, trataban de desacreditar a
López Obrador. Esa maniobra fue en vano.
Al año siguiente, bajo el extravagante
pretexto de no respetar las normas
legales de construcción de una vía de
acceso a un hospital, era condenado,
encarcelado, y privado del derecho a
presentarse a las elecciones.
Manifestaciones masivas de apoyo
acabaron por obligar a las autoridades a
restablecerle sus derechos.
La operación de acoso y derribo
prosiguió. Y alcanzó un grado delirante
en el curso de la campaña electoral (3).
Y aún más a medida que un viento de
pánico sopla sobre las oligarquías
latinoamericanas (y sobre la
administración de Estados Unidos) desde
que la izquierda triunfa (casi) por
todas partes: en Venezuela, en Brasil,
en Uruguay, en Argentina, en Chile, en
Bolivia...Y que las nuevas alianzas no
excluyen a Cuba (4).
En tal contexto, la victoria de López
Obrador (el tribunal electoral resolverá
el próximo 6 de septiembre) tendría
consecuencias geopolíticas demasiado
importantes. Y por lo tanto no la desean
ni la patronal ni los grandes medios de
comunicación mejicanos. Ni Washington. A
ningún precio. A riesgo de sacrificar la
democracia. Pero López Obrador y el
pueblo mejicano no han dicho su última
palabra.
Ignacio Ramonet
Comfia
18 de
agosto de 2006
NOTAS:
1 La
idea de comparar las reacciones entre
las elecciones de México y las de
Ucrania es de James K. Galbraith, en "Doing
Maths in Mexico", The Guardian ,
Londres, 17 de julio de 2006.
2 En
cuanto a la realidad y la magnitud de
los fraudes, leer, por ejemplo, el
informe de 17 de julio de 2006 del
Centro de los Derechos Humanos Fray
Bartolomé de Las Casas ( www.sipaz.org/documentos/obsddcp/elec0606_s.html
).
3
Sobre la violencia de los atques, leer
John Ross, "All Against López Obrador"
Counterpunch , 6 de abril de 2006
4
Leer Bernard Cassen, "Una nueva América
Latina se expresa en Viena", Le Monde
diplomatique , edición española, junio
2006
Fotos: ahora.co.cu