ELECCIONES SIN SORPRESAS
¿Más de
casi lo mismo? |
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Hasta hace poco tiempo, las
elecciones presidenciales mexicanas
eran una formalidad que el Partido
de la Revolución Institucional (PRI)
organizaba cada seis años. El PRI
estuvo en el poder durante 71 años y
aún gobierna en estados como Oaxaca.
En 1988 el PRI se enfrentó por primera vez a una oposición,
cuando un amplio sector de
reconocidos dirigentes, encabezados
por Cuauhtemoc Cárdenas, renunciaron
al partido y decidieron enfrentarlo
en elecciones. Cárdenas convocó a la
ciudadanía a derrotar la corrupta
burocracia priista y su cultura
política de abuso de poder. Casi lo
logra. El PRI tuvo que recurrir a
nuevos métodos de fraude electoral
para contener el deseo ciudadano de
cambio.
Así llegó Carlos Salinas de Gortari
a la presidencia de México
(1988-1994). La Corriente
Democrática de Cárdenas, que luego
se convertiría en el Partido de la
Revolución Democrática (PRD), sufrió
represión y asesinatos de muchos de
sus integrantes además del fraude
que impidió durante años sus
triunfos electorales. Pero los
cambios sociales no se pueden
detener a la fuerza.
Finalmente, la ciudadanía mexicana
decidió que ya estaba harta de la
misma clase dirigente, sus vicios y
abusos. En 2000 le dio en triunfo
electoral a Vicente Fox, del Partido
de Acción Nacional (PAN), con el
mandato de cambiar la forma de hacer
política y de gobernar en el país.
Fox no cumplió.
El clima de la campaña actual ha
cambiado en relación con la de 2000.
Aunque algo se mantiene igual: el
permanente ataque al PRD, esta vez
no sólo de parte del PRI sino
también del PAN.
Desde el poder, el PAN buscó acabar
políticamente con el candidato del
PRD, Andrés Manuel López Obrador.
Hace dos años, mientras era
gobernador de Ciudad de México, el
gobierno federal intentó destituirlo
a causa de un supuesto fraude que
López Obrador habría cometido al
expropiar unas tierras para obras
públicas.
La acción de Fox, con la complicidad
del PRI, generó un efecto bumerán:
mientras la popularidad de López
Obrador aumentaba, la del Presidente
y su partido se hundían. Fox tuvo
que anular la destitución y firmar
un “pacto de no agresión” con el
perredista. Pero ya en campaña, los
ataques desde la Presidencia
continuaron.
A pesar de su poca experiencia en el
poder, el PAN demostró haber
aprendido muy rápidamente los vicios
de sus antecesores. Mientras el
presidente Fox busca desprestigiar a
López Obrador, recursos del gobierno
federal son usados en apoyo al
candidato presidencial de su
partido, Felipe Calderón.
Después de seis años, la
administración Fox tiene poco para
mostrar. No hubo un definido
proyecto económico y social, no se
realizaron obras de infraestructura
significativas, el desempleo sigue
siendo alto —la migración mexicana a
Estados Unidos nunca se detuvo— y la
inversión educativa no creció. En
materia de relaciones exteriores,
Fox se entregó aún más a Washington.
Calderón busca mantener este modelo,
condimentado con promesas
electorales como reducir impuestos a
empresas pequeñas y ampliar el
alcance del seguro médico. Buscará
privatizar los recursos energéticos,
algo resistido por amplios sectores
sociales.
Por su parte, el PRI parece que no
se recuperará y quedará esta vez en
tercera posición. Si bien las
encuestas no son confiables —a pesar
de la “norteamericanización” de las
campañas electorales— en todas ellas
el PRI aparece en tercer lugar.
Además, su candidato presidencial,
Roberto Madrazo, parece tener un
pasado político dudoso y poco
carisma.
Entre sus promesas electorales
figuran la compensación económica a
agricultores perjudicados por el
Tratado de Libre Comercio, TLC, (con
Estados Unidos y Canadá),
implementar planes de construcción
para contrarrestar el desempleo y
crear una fuerza de 50.000 agentes
policíacos para combatir el
narcomenudeo. Aunque no se definió
abiertamente al respecto, parece
interesado en la privatización
energética.
Pero no sólo los candidatos del PAN
y del PRI critican a López Obrador.
El subcomandante Marcos también se
lanzó contra el candidato del PRD.
La gira política nacional de Marcos,
llamada “La Otra Campaña”, donde
ahora se hace llamar Delegado Cero
aunque use la misma máscara, no
despertó el entusiasmo esperado. Sólo
la prensa dominante aprovechó para
recoger sus opiniones contra López
Obrador.
¿Y por qué tanto encono contra el
candidato del PRD? Para el PRI, un
partido que nutrió al PRD con miles
de disidentes —incluyendo el propio
López Obrador— el odio tiene
historia. Para el PAN, partido de
valores derechistas, es cuestión de
clase pues huele a izquierda. Por
eso en su campaña electoral promovió
el temor de la ciudadanía ante una
posible victoria de López Obrador.
Temores infundados. El candidato del
PRD es mas bien un “centrista” que
ni siquiera cuestiona el TLC. Si
llega al poder, destinará más
recursos a obras sociales, acceso a
la salud y a la educación. En otras
palabras, propone una distribución
más balanceada del ingreso nacional.
Nada revolucionario, pero suficiente
para preocupar a quienes quieren
utilizar los recursos del país como
botín dedicado a corporaciones
privadas.
A pesar de una mayor movilización de
la ciudadanía, el panorama político
de México no es muy prometedor. La
corrupción política, los serios
problemas de seguridad a causa del
narcotráfico, la politización de la
justicia y la falta de programas de
desarrollo económico y
social —particularmente de
comunidades marginadas— son algunos
de los temas que los candidatos
principales parecen ignorar. No
sería sorprendente, entonces, que el
verdadero triunfador de las
elecciones del 2 de julio sea la
indiferencia.
En
Fresno, Eduardo Stanley
New
América
Media
30
de
junio
de
2006 |
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