Además de una
necesidad biológica, alimentarse es un derecho que no a
todos llega y que cada cual ejerce como puede. En la
sociedad en la cual sobrevivimos, y que nosotros mismos
hemos construido, atender cada día las necesidades del
estómago es una cosa seria.
Armin Meiwes es un técnico informático alemán de 42 años,
que utilizando sus conocimientos y las 16 computadoras
instaladas en su domicilio –un caserón del siglo XVIII–
solicitó por Internet un voluntario dispuesto a ser comido.
Increíblemente el voluntario apareció –se llamaba Bernd
Juergen– quien para comenzar permitió que Armin le amputara
el pene, que luego de fritarlo, ambos comieron delante de
una cámara. Como Armin no podía irse comiendo a su socio
poco a poco, lo mató y guardó sus restos en el congelador.
El pecado de la gula traicionó a Armin que repitió su
solicitud en la Red, provocando que un estudiante austriaco
alertara a la policía. Hoy, este personaje, que la prensa
bautizó como
el caníbal de
Roterburgo,
está siendo procesado. El juicio tiene sus complicaciones:
en primer lugar el canibalismo no está tipificado como un
delito en el código penal alemán. Además hay que considerar
que la víctima accedió a ser comida. Pero como el juez tiene
que impedir que entre los alemanes se extienda la moda de
comerse unos a otros, tipificó el delito como “asesinato por
placer sexual”.
Al juez alemán le sorprendería comprobar cuantos uruguayos y
uruguayas son capaces de llegar al orgasmo con sólo observar
un jugoso churrasco.
En todo el mundo, los ciudadanos agobiados por sus
problemas, culpan de ellos a la política. Por ejemplo, un
reciente informe presentado en una reunión patrocinada por
la OEA, señala que nueve de cada diez latinoamericanos
desconfían de los partidos políticos, y un 64 por ciento
considera que los políticos mienten para ganar las
elecciones. Con este panorama no es de extrañar que la gente
se organice en movimientos y asociaciones de toda índole.
Una de estas organizaciones es el
Movimiento Comida Lenta.
Creado en 1986, acaba de celebrar en Nápoles su congreso,
que reunió 600 delegados de 36 países. Como es lógico, el
Movimiento se opone a la
“comida rápida”,
es decir las hamburguesas, pizzas, papas fritas y otros
alimentos basura que no necesitan de cocineros expertos y
que se preparan en pocos minutos.
En Estados Unidos, donde nació la comida basura, se estima
que unas 300.000 de los 2 millones de muertes que ocurren
cada año, están relacionadas con la obesidad producto de la
mala alimentación. Las enfermedades causadas por esta dieta
(cáncer intestinal, trastornos cardiovasculares, diabetes,
etc.) cuestan 117 mil millones de dólares anuales, pero
McDonald’s y las otras cadenas de comida chatarra crearon un
mercado de 153 mil millones de dólares. La diferencia entre
el Debe y el Haber de 35 mil millones de dólares, justifica
el negocio.
Como sabemos, la Organización Mundial de la Salud (OMS) es
el organismo de las Naciones Unidas responsable por la salud
de la humanidad y hace lo que puede, o le dejan. Permite que
se nos envenene con todo tipo de agrotóxicos o justifica la
existencia de los transgénicos, al mismo tiempo que desata
furibundas campañas contra el hábito de fumar. Su más
reciente preocupación es la obesidad. Para la augusta
organización, el hecho que la cifra de gordos en el mundo se
haya triplicado en los últimos 20 años, es algo tan
amenazador como el tabaquismo y el alcoholismo.
Según la OMS, el problema de la obesidad ya era alarmante en
los países desarrollados, pero ahora se está esparciendo en
otros países menos ricos, como es el caso de Brasil, México,
India, etcétera.
No quiero pensar que los burócratas de la OMS confunden las
pancitas de melón
de muchos de nuestros niños, con síntomas de obesidad.
Más pragmático que la OMS, João Lopes Guimarães Junior, de
la Procuraduría de Justicia del Consumidor de São Paulo,
inició dos acciones judiciales para reprimir el exceso de
propaganda de refrescos con azúcar entre niños y
adolescentes. La primera fue contra Coca-Cola y la perdió,
pero está insistiendo en segunda instancia. La otra fue
contra AmBev y tuvo éxito. El juez determinó que la empresa:
1) no realice propaganda de refrescos con azúcar en la TV en
horario infantil, ni en revistas para niños y adolescentes;
2) instale en los envases y propaganda que el exceso de
consumo puede ser perjudicial a la salud; 3) no realice
promociones, concursos o premios que induzcan a los niños a
consumir refrescos; 4) no efectúe anuncios asociando el
producto a una vida saludable, por ser una propaganda
engañosa.
¡Hay João! Ojalá me equivoque, pero vas en camino de
convertirte en un desocupado
A todo esto la FAO –agencia de la ONU para la alimentación–
estima que el número de personas desnutridas en los países
subdesarrollados aumentó promedialmente en 5 millones por
año. Según el informe, actualmente el número de personas
hambrientas en el mundo llega a 842 millones.
Recordemos que la ONU se había fijado la meta de reducir a
la mitad el número de desnutridos para el año 2015. Para
lograr ese objetivo, según la FAO, la reducción anual del
número de personas con hambre precisa llegar a 26 millones
anuales, más de 12 veces el ritmo de 2,1 millones por año
registrado en la década de los 90. Por ello, en su informe
la FAO expresa que los países deberían examinar por qué
centenares de millones de personas pasan hambre en un mundo
que produce comida en cantidad más que suficiente para
alimentar a todos.
La solución al problema planteado aparecerá cuando los
millones de desnutridos dejen de votar por sus hambreadores
y se movilicen organizadamente para exigir el acceso a tan
elemental derecho.
Enildo Iglesias
Convenio
Siete sobre siete - Rel-UITA
9 de diciembre de 2003
|