En Paraguay existe un dicho popular en
guaraní que reza: “Pa’íma he’i”
(que en castellano significa: “Es la
palabra del sacerdote”) y sintetiza
el concepto de que cualquier consejo o
recomendación de un clérigo católico es
palabra mayor entre los feligreses. Esta
costumbre aún se encuentra muy arraigada
en un país como éste, mayoritariamente
católico, en el cual la única
institución en que no ha perdido la
credibilidad entre la población es la
iglesia católica apostólica y romana.
Tal vez por eso un ex
obispo como Fernando Lugo, a
pesar de no pertenecer ya a la Iglesia y
de mantener una tensa relación con el
Vaticano pues Benedicto XVI
rechazó su renuncia, ha cosechado un
fuerte apoyo popular entre los
potenciales electores. Y no sólo por
eso, pues hay que reconocer que el ahora
laico emana un gran carisma; su
sencillez y cordialidad siempre
presentes atraen a las masas, y eso lo
demostró el 29 de marzo de 2006 cuando
fue capaz de convocar a 40 mil personas
para una marcha de protesta en contra
del presidente de la República, el
colorado Nicanor Duarte Frutos,
quien a pesar de estar inhabilitado por
la Constitución Nacional se presentó en
las elecciones internas del Partido
Colorado que disputaba su presidencia, y
mediante una venia excepcionalísima de
la Corte Suprema de Justicia ejerció el
cargo por algunas horas.
A todo esto hay que
agregar el componente el descreimiento
generalizado en que vive inmerso la
población paraguaya, un pueblo que a
estas alturas carece de esperanzas y de
ilusiones, que sufre por la pobreza y el
desempleo, y que además de padecer la
indiferencia de las autoridades
oficiales ante sus problemas, se ve
disgregado por la masiva emigración de
paraguayos a España, Estados
Unidos o Argentina, en busca
de mejores condiciones económicas para
vivir y ayudar a sus familias.
Como si todo esto fuera
poco, la corrupción generalizada campea
en los estratos de poder, que privilegia
a un 10 por ciento de la población por
sobre el resto que se debate entre la
pobreza y la extrema pobreza.
El agregado amargo más
reciente lo constituye el Aedes
aegyptis, un mosquito que desde
diciembre de 2006 ha provocado una de
las peores epidemias de dengue en la
historia paraguaya, que ya ha enfermado
al menos a 26 mil personas y –según el
registro oficial- ha matado a 14,
poniendo en evidencia la ineficacia
total del gobierno para enfrentar con
éxito este mal.
Laico sin
permiso
El pasado 18 de diciembre
Fernando Lugo renunció como obispo
emérito de la Iglesia Católica
paraguaya. El 25 del mismo mes, día de
Navidad, decidió anunciar lo que hacía
un buen tiempo todos los paraguayos
sospechaban: que colgaba la sotana, a
pesar de no contar con la anuencia del
Vaticano, para lanzarse a la arena
política nacional y aspirar nada menos
que a ocupar el sillón presidencial del
país a partir de 2008.
El anuncio del ex obispo
causó un verdadero torbellino en el
espectro político paraguayo, justo
cuando el Presidente de la República,
Nicanor Duarte Frutos, desechaba la
posibilidad de modificar la Constitución
Nacional por medio de una enmienda que
posibilitara su reelección.
Pero el anuncio del ex
religioso también causó malestar en el
seno de la Iglesia Católica que no ve
con buenos ojos que uno de sus miembros
decida colgar sus hábitos para dedicarse
de lleno a la política, menos aún si se
trata de un obispo.
En tanto que en los
sectores sociales y ciudadanos, la
noticia causó beneplácito, sobre todo en
el interior y en la gran masa marginada
del país, así como entre los feligreses
católicos que ven en el ex obispo la
alternativa válida y aglutinante para
encabezar una coalición opositora que
pueda arrebatar el poder al Partido
Colorado, luego de 60 años en el poder.
Revuelo
político
La decisión del ex
monseñor Lugo también cayó como
un baldazo de agua fría en algunos
sectores de la oposición paraguaya, y
dividió las aguas dentro del Partido
Liberal Radical Auténtico (PLRA),
el más fuerte de la oposición, pues su
sector oficialista espera lanzar a su
propio candidato para las presidenciales
de 2008, en tanto que la minoría
prefiere apoyar la postulación del ex
religioso.
Mientras tanto, los
colorados, encabezados por el actual
presidente de la República ven en
Lugo a un peligroso enemigo, que
cuenta con el carisma y el apoyo
incondicional del 51 por ciento de la
población (según las últimas encuestas),
que bien podría arrebatarle el gobierno
al Partido Colorado, heredero del
stroessnerismo y desde hace medio siglo
en el poder.
Y es que el ex obispo
suscita un arrastre y entusiasmo popular
no experimentado desde hace mucho tiempo
en Paraguay, opacando a cualquier
otro político de carrera, quienes
generan más antipatía que apoyo
incondicional entre la población.
Los políticos de la
oposición tampoco escapan de la
antipatía popular. Así le ocurre al
Partido Liberal Radical Auténtico, que a
pesar de constituirse en la primera
fuerza opositora del país teme que la
figura de Lugo arrase con la
debilitada imagen de sus posibles
candidatos presidenciales, consecuencia
de no haber sabido constituirse en la
voz del pueblo a la hora de reclamar
mejoras para el país y una mayor calidad
de vida para sus habitantes.
Los
inicios del ex obispo
Una síntesis biográfica
de Fernando Lugo publicada en un
diario local indica que nació en San
Pedro del Paraná en 1951, a unos 600
kilómetros de Asunción, en el
departamento de Itapúa, pero se crió en
la ciudad de Encarnación. Proviene de
una familia humilde y de estirpe
colorada.
El legendario político
colorado Epifanio Méndez
-colaborador durante los primeros años
de gobierno del dictador Alfredo
Stroessner, pero luego se convirtió
en su mayor detractor, lo que le valió
el exilio en donde murió-, es su tío
materno.
El aún laico Fernando
Lugo decidió en 1969 aceptar enseñar
en una escuelita rural, ubicada a 110
kilómetros de Encarnación, a donde nadie
quería ir, para liberarse de la
obligación de afiliarse al Partido
Colorado para conseguir trabajo, como
exigía el régimen en aquella época.
Su vida religiosa la
realizó en el seno de la congregación
del Verbo Divino, del cual llegó a ser
superior provincial de los misioneros
verbistas en el país. En Roma obtuvo la
licenciatura en sociología y estuvo como
misionero con los indígenas del
Ecuador. Siendo un joven sacerdote,
Lugo empezó a demostrar interés
por la Teología de la Liberación,
doctrina que luego abraza con entusiasmo
y la pone en práctica. Fue ordenado
obispo el 17 de abril de 1994 por el
nuncio en Paraguay, Sebastián
Laboa, para seguidamente ser
designado como obispo del conflictivo y
combativo departamento de San
Pedro, cuya población está conformada
principalmente por campesinos sin
tierra, muchos de los cuales se
organizaron para reclamar una reforma
agraria integral a los sucesivos
gobiernos colorados bajo la batuta del
por entonces novel obispo.
El 11 de junio de 2005
Lugo renunció al cargo que ejerció
durante once años para pasar a ser
“obispo emérito”.
“Una
decisión gozosa y dolorosa”
Durante una
entrevista concedida recientemente al
diario El País de España,
el ex monseñor Fernando Lugo
comentó que la decisión de abandonar la
sotana para dedicarse a la política fue,
al mismo tiempo, dolorosa y gozosa.
“Dolorosa, porque es muy difícil dejar
30 años de sacerdocio, de vida
misionera, y gozosa porque pienso a
conciencia que lo que he hecho está
bien, recibiendo el aval y el apoyo de
tanta gente en Paraguay,
especialmente de las comunidades
cristianas. Es una opción que hasta
ahora considero racional, hecha a
conciencia y en libertad para ejercer
desde el campo de la política, la misma
caridad cristiana”, señaló.
En aquella ocasión
expresó que después de estar once años
en San Pedro de
Ycuamandiyú (capital del departamento de
San Pedro, a 600 kilómetros de
Asunción), la zona más pobre del país,
se fue percatando de que muchas de las
soluciones a los problemas sociales -la
pobreza, la falta de salud y de
educación-, por lo menos en Paraguay,
pasa por la política. Dijo que, en el
país, una persona puede estar llena de
buenas intenciones y dar muy buenos
consejos, e incluso denunciar
proféticamente muchas cosas, pero esto
no ha hecho, hasta ahora, que la
situación nacional cambie.
“Mientras tanto
–remarcó-, la corrupción ha empeorado en
los últimos 18 años, pues hay mayor
pobreza y existe una ausencia total de
posibilidades de acceder a la educación
y la salud”. Todas estas injusticias,
expresó, le indujeron a buscar las
soluciones desde el ámbito político.
Al explicar lo que para
él significa crear un nuevo Paraguay,
Lugo señaló que “El hambre no
tiene ideologías. Tampoco la enfermedad,
ni la falta de educación que se da en
todos los sistemas ideológicos.
Jocosamente, los campesinos en
Paraguay dicen ‘Ruta hu ndoicolori’,
es decir, la ruta asfaltada -ruta negra,
literalmente- no tiene color. La ruta
asfaltada no pertenece ni es monopolio
de ningún partido. El asfalto tiene que
llegar con el desarrollo, con el
progreso”, explica.
El ex obispo señala que
para él no existen las ideologías
químicamente puras. “Creo que hay una
convergencia de ideologías y que hay
problemas complejos y diversos a los
cuales hay que ir buscándoles soluciones
nuevas en los distintos países.
Venezuela tendrá su proceso,
Bolivia lo mismo y Paraguay
tendrá que encontrar sus soluciones para
sus problemas reales”.
Encuestas
a favor
El ex obispo de San Pedro
tiene el contundente apoyo del 51 por
ciento de la población paraguaya,
según la última encuesta publicada por
el diario Ultima Hora de
Asunción, lo que causó gran escozor
entre los políticos colorados y, en
especial, en el presidente Nicanor
Duarte Frutos.
Para los encuestados,
Lugo tiene el mejor perfil para
liderar una alianza opositora que pueda
derrotar al oficialista Partido Colorado
en las elecciones presidenciales del año
próximo.
Y como no podía ser
menos, en segundo lugar de preferencias,
entre los candidatos opositores se ubica
Lino Oviedo, aunque muy lejos del
ex religioso, con la adhesión del 16 por
ciento de los electores. Esto a pesar de
que el cuestionado ex militar no puede
ejercer la política y se encuentra
cumpliendo diez años de cárcel en una
prisión militar de Asunción.
En tercer lugar, con 8
por ciento, la gente eligió a Pedro
Fadul, presidente del opositor
Partido Patria Querida, de derecha.
Fadul fue empresario hasta hace unos
años, dueño de una financiera y
contendiente político de Nicanor
Duarte Frutos durante las elecciones
de 2003.
Aunque Fadul tiene
un discurso cambiante -por momentos dice
que está dispuesto a renunciar a sus
aspiraciones presidenciales por el bien
del país y apoyar a Lugo, por ser
el candidato de mayor arrastre popular-,
no renuncia del todo a sus pretensiones
de ser el candidato de la alianza
opositora Concertación Nacional, como se
llama en Paraguay.
Muy por
detrás en las encuestas se posicionan el
político
liberal Federico Franco, con 6
por ciento de apoyo, y el senador por
Patria Querida Miguel Carrizosa
con el 4 por ciento en las preferencias
de voto.
Así están
las cosas para Lugo, quien
todavía tiene que superar el “escollo”
de ser sancionado de por vida por el
ultraconservador
papa Benedicto XVI,
quien lo amenazó con la excomunión en
caso de que persista en sus pretensiones
políticas, recodándole que “un obispo
nunca deja de serlo para la Iglesia”.
A nivel nacional, Lugo también
provocó una gran
polémica, sobre todo
entre los políticos colorados, sus
mayores adversarios, quienes consideran
que la candidatura de un obispo a quien
el papa no le ha concedido la renuncia
es claramente anticonstitucional. La
Constitución paraguaya prohíbe a los
“ministros de cualquier religión” ser
candidatos a un cargo político.
Más allá del debate
jurídico-político, la gente ve en la
figura de Fernando Lugo el mejor
candidato para encabezar una alianza
opositora para derrotar al arcaico
Partido Colorado en el gobierno. A pesar
de las múltiples voces en contra y a
favor, el ex prelado -a quien la gente
aún gusta llamar “Monseñor” y hasta le
pide la bendición-, ya ha iniciado su
campaña proselitista en el interior del
país, visitando aquellas comunidades más
marginadas, pobres y olvidadas por los
gobernantes de turno.
En Asunción,
Rosalía
Ciciolli
©
Rel-UITA
5 de marzo de 2007 |
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Fotos: Gentileza diario Última Hora
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