El muro que separa las dos Américas
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En las últimas
tres décadas, Estados Unidos se han llenado de hispanos. Uno
sólo tiene que dar un paseo por las calles del centro de
Nueva York, Washington DC, Miami, Austin o Los Ángeles, por
poner unos ejemplos, y la lengua que más se escucha, después
del inglés, es el español. El "Aquí se habla español" se
encuentra por todas partes. En las tiendas, en los
autobuses, en las oficinas públicas, en la radio, en la
televisión, en los bancos. El castellano está tan presente
en el día a día estadounidense que se puede llegar a
escuchar a turistas suizos decir que "sería bueno saber
español para conocer mejor a los Estados Unidos".
Como el flujo de ilegales por la frontera es imparable,
nadie sabe cuántos inmigrantes hispanohablantes hay
actualmente en el país, pero las últimas estimaciones
apuntan a que ya son más de 20 millones, y eso sin contar
los nacionalizados. La comunidad hispana es la minoría
étnica que más rápido crece en los Estados Unidos y eso se
hace notar en ciudades como Los Ángeles. A las ocho de la
mañana de cualquier día de trabajo, el centro de Los Ángeles
se parece más a México D.F. que a cualquier ciudad
estadounidense. En esta metrópolis californiana la
influencia del mundo hispano es tan grande que el propio
alcalde de la ciudad, Antonio Villaraigosa, es también un
latino. Parece como si los hispanos, y concretamente los
mexicanos, estuviesen reconquistando las tierras perdidas en
su día. No hay que olvidarse de que Texas, Arizona, Nuevo
México, California y partes de Nevada, Utah y Colorado
pertenecían a la Nueva España, que posteriormente se
convirtió en la República de México.
La invasión hispana es de tal magnitud que muchos ciudadanos
estadounidenses han empezado a organizarse para
contrarrestar esta avalancha humana. Hace pocas semanas se
ha presentado una propuesta ante el Congreso de Washington
para que el inglés se convierta en el único idioma oficial
del país, ya que no puede ser que los hispanos vayan a las
oficinas públicas y puedan hacer todas sus gestiones en
español.
Los Minutemen
de la independencia
El gobernador de Nuevo México, Bill Richardson, ha declarado
el estado de emergencia en los municipios fronterizos de su
Estado ante la ineficacia de la guardia federal fronteriza
en la aprehensión de los inmigrantes ilegales que saltan a
diario el muro que separa la América rica de la América
pobre. La cuestión de la inmigración hispana se ha
convertido en los últimos años en un tema de 'seguridad
nacional' hasta el punto de que han aparecido grupos civiles
patrióticos, como los Minutemen, que han decidido tomar la
justicia por su mano.
El nombre de los Minutemen viene de la época de la
independencia de los Estados Unidos. Los milicianos
americanos que vigilaban la costa de Boston recibían el
nombre de Minutemen (hombres minuto) porque en el momento
que divisaban a las chaquetas rojas inglesas en el horizonte
sólo tardaban un minuto en preparase para la batalla. Los
Minutemen de aquellos tiempos eran unos auténticos
patriotas, ya que eran los primeros en arriesgar su vida
para impedir la entrada del invasor. Los Minutemen actuales
se creen lo mismo. Piensan que son unos héroes nacionales
por perseguir con sus fusiles a los inmigrantes que, después
de varios días de camino por el desierto, intentan saltar el
muro entre las dos Américas. La mayoría de estos individuos
son veteranos de guerra que están cansados de ver como las
autoridades fronterizas no tienen los suficientes medios
para proteger los 3.200 Km. de frontera que separan México
de los Estados Unidos, y han decidido crear una especie de
grupos paramilitares, cuyo objetivo es 'salvar' a la madre
patria de la invasión del sur.
Pero no todos los estadounidenses piensan que los Minutemen
del siglo XXI son unos héroes nacionales. Miles de
ciudadanos americanos comprometidos con los derechos humanos
de los inmigrantes también se han organizado en las zonas
fronterizas de California, Nuevo México y Texas para hacerle
el trabajo imposible a los Minutemen. ¿Quién lo diría? La
frontera que cruza el desierto entre Estados Unidos y México
está ahora llena de actividad. Se trata de un espectáculo
único en el mundo que raya lo ridículo, pero que demuestra
la esquizofrenia existente en la zona.
Primero están los jeep patrulla del Border Patrol, la
guardia fronteriza federal, cuya misión es proteger la
frontera de intrusos y traficantes. Después están los coches
de los paramilitares que intentan cazar algún inmigrante
ilegal. Delante de ellos, o al lado, o detrás, están los
grupos pro derechos humanos que intentan desviar la atención
de los Minutemen con insultos de todo tipo y bailando con
focos de luces al son de un Techno estridente. Y en medio de
todo este jaleo están los inmigrantes ilegales que, en
principio, no dan crédito a lo que ven, pero que no pierden
el tiempo y aprovechan el caos para desaparecer en la
oscuridad del desierto.
Overbooking
fronterizo
La presencia de los Minutemen en las zonas fronterizas no ha
mejorado en nada la situación, más bien la ha empeorado, ya
que el estado de tensión es ahora mayor. Muchos temen que se
produzca alguna muerte y que la situación se agrave aún más.
No hay sólo el peligro de que los Minutemen utilicen sus
armas para detener a algún inmigrante. La zona fronteriza es
también el área de trabajo natural de muchos traficantes de
drogas y de personas, y toda esa gente no ve nada bien que
todas las noches unos cuantos paramilitares se dediquen a
patrullar las inmediaciones del muro. "Los narcotraficantes
ya han ofrecido 10.000 dólares por cada Minutemen", declara
Eduardo Burciaga, un residente de Mexicali.
Está claro que ni el muro de 3.200 Km. de largo y tres
metros de alto ni los Border Patrol ni los Minutemen pueden
parar la avalancha de inmigrantes. Según comentan los
mexicanos que ya están al otro lado de la frontera
trabajando de ilegales en las granjas de California, saltar
el muro no es muy difícil. La mayoría de ellos ha entrado al
país por este método. "Te metes por el desierto, caminas
tres días, saltas el muro, y ya está", comenta un sonriente
Cruz, natural de la región mexicana de Oaxaca y con más de
tres años de ilegal en los Estados Unidos. Pero tan fácil no
es. Según las autoridades fronterizas estadounidenses, en
los últimos doce meses, 459 inmigrantes perdieron la vida en
el desierto. Es triste, pero el muro natural parece que es
más efectivo que el muro construido por el hombre.
Pese a todo, esas muertes no minan el deseo de miles y miles
de latinoamericanos de poder algún día escapar de la pobreza
y abrazar el sueño americano. Una encuesta realizada en
México por el Pew Hispanic Centre de Washington indica que
el 46% de la población mexicana reconoce que le gustaría
vivir en Estados Unidos, y que el 21% lo haría incluso con
el estatus de ilegal. Esta noticia no debería sorprender a
nadie que viva al otro lado de la frontera. Las políticas
neoliberales introducidas en los años 90 en casi toda
Latinoamérica, bajo recomendación o presión de la Casa
Blanca, son la causa principal de que hoy millones de
hispanos huyan hacia el norte del Continente.
Las privatizaciones masivas, la desregulación y la apertura
de los mercados nacionales y la libre competencia han hecho
que aumenten las diferencias entre pobres y ricos y que
muchos tengan que emigrar porque en sus respectivos países
ya no tienen donde trabajar o, si tienen donde, los salarios
son tan bajos que incluso vale la pena arriesgar la vida por
el desierto para salir de la miseria. Cuando uno pregunta:
"¿Por qué quieres ir a los Estados Unidos?" La respuesta es
casi siempre la misma: "Es que en casa la situación está muy
mal, no hay trabajo". Esto es lo que dice también Marbi, un
hondureño que está esperando a que algún traficante le ayude
a pasar por encima del muro, o por debajo, por los cientos
de túneles subterráneos que hay entre Estados Unidos y
México.
Salarios
inmigrantes
Por ahora en el norte hay trabajo de sobra para los
hispanos. Justo aquel trabajo que muchos estadounidenses ya
no quieren hacer. Los hispanos trabajan en las cocinas, de
camareros, en la construcción, en la limpieza, de niñeras,
en los establecimientos de comida rápida, en la recogida de
fruta y en las escuelas de los barrios marginales. Ocho
dólares la hora por recoger tomates, 10 dólares la hora por
trabajar en la construcción, siete dólares la hora por
trabajar de lavaplatos. Los hispanos trabajan por poco
dinero y, como son ilegales, no hay que pagarles seguro
social, con lo cual los más beneficiados son los empresarios
estadounidenses. "Por la llegada de inmigrantes los salarios
de la construcción no han subido desde hace años", comenta
Rolando, un salvadoreño que lleva en Austin (Texas) más de
una década.
Es así, por culpa de la llegada de los inmigrantes ilegales:
el obrero estadounidense que no tiene estudios gana hoy
relativamente menos que hace diez años. Es por eso que los
obreros nacionales que no han podido subir de escala social
están furiosos. Es por eso que crece el racismo y aparecen
personajes como los Minutemen. Las políticas neoliberales no
sólo afectan a la América pobre, también hacen estragos en
la América rica. No sólo hay un muro físico que separa la
América del Norte de la América Latina. Incluso en los
mismos Estados Unidos hay muros que separan a la gente rica
de la gente pobre. Sólo hay que ver la cantidad de
urbanizaciones amuralladas (gated communities) que hay en
ese país para darse cuenta de esta circunstancia.
Muchos opinan que el tema de la inmigración masiva y la
consecuente bajada en picado de los salarios, se
solucionaría con una buena regularización. De esta manera,
los inmigrantes trabajarían legalmente, contribuirían con
sus impuestos a la hacienda pública y se eliminaría el
mercado negro que tanto hace bajar a los salarios. Otros, en
cambio, piensan que esa idea es una locura. Alexis Chadwick,
una chica de Santa Cruz (California), explica por qué. Sus
palabras son un buen reflejo del pensamiento de una gran
parte de la población. "Los que piden que se abran las
puertas a los inmigrantes son unos ingenuos. Es imposible
acoger a todo el mundo. Los inmigrantes no van a dejar de
llegar. Vienen a nuestro país porque es un país rico y sólo
van a dejar de venir cuando nosotros estemos peor que
ellos." Mejor no se podría describir. Las palabras de Alexis
son la cruda realidad de las Américas de hoy.
Libre comercio
para las Américas
Pero hay otra realidad. Las migraciones masivas hacia los
países del norte que vivimos hoy en día no se van a poder
parar mientras imperen las políticas neoliberales en el
mundo. Los países del norte han abrazado el libre mercado
como modelo socioeconómico y ahora tienen que atenerse a las
consecuencias. Las diferencias entre regiones ricas y pobres
son ahora tan grandes que muchos abandonan a sus mujeres e
hijos arriesgando sus vidas para mandar dinero a casa, y no
hay muros que los puedan frenar. Hay que ser consecuentes.
Si hay un libre flujo de dinero y de mercancías, debería
haber también un libre movimiento de personas. La posición
del Gobierno de Estados Unidos es ciertamente oportunista.
La Casa Blanca aboga por tratados de libre comercio con
México, con Centro América y hasta con toda Latino América,
pero cuando se propone un libre movimiento de personas, la
respuesta es siempre negativa. La razón es que las
desigualdades económicas son tan grandes que el país se
vería literalmente invadido de la noche a la mañana de
mexicanos, guatemaltecos, hondureños, salvadoreños y
nicaragüenses.
Pero eso tampoco es que sea tan malo, como lo pintan muchos.
El choque entre diferentes culturas puede que traiga
tensiones y roces en las primeras décadas. Pero a medida que
la nueva cultura se va asentando en el país receptor,
empiezan a surgir fusiones y mestizajes que demuestran como,
a través de la migración, el ser humano se adapta a nuevas
circunstancias, se enriquece, evoluciona y crea nuevas
culturas. La inmigración hispana de las últimas décadas ha
hecho que hoy muchos estadounidenses anglosajones hablen
español, se interesen por el mundo latino, tomen comida
mexicana y bailen al son de música hispana. En Estados
Unidos de hoy en día hay múltiples proyectos culturales,
sociales y académicos que entrelazan la cultura anglosajona
y la latina. La aleación está tan evolucionada que ha
surgido incluso un nuevo pueblo, los chicanos, y un nuevo
idioma, el spanglish.
Estados Unidos, quieran o no, son una víctima de su pasado.
Durante décadas los americanos del norte estuvieron apoyando
a dictadores y políticos corruptos sin preocuparse mucho por
la cohesión social de Latinoamérica. Sólo les interesaba
proteger los intereses económicos que tenían en la zona, y
poco más. Poco les importó que las políticas neoliberales
aumentasen las diferencias entre la América rica y la
América pobre. Pero todo tiene un coste en el libre mercado,
y esas políticas han tenido un precio: la progresiva
españolización de la sociedad estadounidense. No se puede
estar jugando durante años a introducir políticas
neoliberales perjudiciales para gran parte de la población
de los países del sur y ahora construir un muro de miles de
kilómetros para impedir la llegada de los pobres. Eso va en
contra de las reglas de la naturaleza, de la historia y de
la humanidad. Como dijo en su día el sabio indio Heinmot
Tooyakalet, también conocido como Jefe Joseph, de la tribu
de los Nez Percés: "La tierra fue creada con la ayuda del
sol y debería dejarse como estaba… El campo fue hecho sin
líneas de demarcación, y no es asunto de hombre alguno
dividirlo".
Miguel Otero
Agencia de Información Solidaria
9 de diciembre de 2005
Fotografía:
www.gentedeminnesota.com
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