El pasado 19 de julio se cumplieron 28
años de la victoria de la revolución
sandinista, que terminó con la dilatada
tiranía de los Somoza
En la etapa del primer gobierno
sandinista, que fue de 1979 a 1990, el
analfabetismo se redujo de la mitad de
la población al 12 por ciento. Pero en
los siguientes 16 años (de gobiernos
neoliberales) el analfabetismo creció al
35 por ciento y la educación dejó de ser
gratuita.
Durante la etapa en que los sandinistas
no estuvieron en el gobierno, la pobreza
aumentó hasta alcanzar al 60 por ciento
de la población, que pasó a sobrevivir
en condiciones de pobreza extrema.
Según ha informado Pablo Serrano
en el espacio “Rebelión” de Internet,
una de las primeras medidas del
presidente Daniel Ortega ha sido
decretar la gratuidad de la educación y
del cuidado de la salud.
El Consejo Nacional de Alfabetización,
de creación reciente, proyecta la
alfabetización de 800 mil nicaragüenses
en los próximos dos años.
El gobierno ha concertado con la
República de Cuba
la cesión de los derechos de
alfabetización del “Plan yo sí puedo”,
lo que permitirá que
Nicaragua
alcance la certificación, por la
UNESCO,
de “territorio libre de analfabetismo”.
También se acordó con Cuba la
atención gratuita de personas con
problemas en la vista y, como
consecuencia, la “Operación Milagro” ha
atendido con éxito a más de 2 mil
nicaragüenses.
Para continuar esa tarea se ha instalado
una clínica en Ciudad Sandino, ubicada
cerca de Managua, la capital. Donados
también por Cuba se instalarán
dos hospitales de campaña: uno cerca del
Atlántico Norte y otro próximo al
Atlántico Sur.
Ya en los primeros 100 días del gobierno
de
Daniel Ortega
el ahorro del gasto público y la
condonación de la deuda con el Banco
Interamericano de Desarrollo (BID)
permitieron aumentar en más del 3 por
ciento la disponibilidad de dinero para
el Presupuesto.
Como el Consejo de Ministros de
España también condonó la deuda de
Nicaragua, que pasaba los 26
millones de euros, el gobierno anunció
que el 18 por ciento de esa cifra se
destinará a la salud, 54 por ciento a
educación y casi 24 por ciento a gastos
en el denominado Bono Productivo
Alimenticio, tres áreas de la política
social que el Sandinismo se propone
poner en marcha.
En un camino similar al anunciado por el
gobierno de Brasil, el de
Nicaragua ha aprobado el “Plan
Hambre Cero”, que alcanzará a 75 mil
familias en cinco años y que consiste en
entregar medios de trabajo (ganado,
semillas, etc.) a quienes estén
dispuestos a promover la producción
campesina, especialmente en las zonas
rurales con más dificultades.
Otro punto importante de la política del
gobierno es la participación de los
ciudadanos en la vida política del país,
aspecto que preocupa a varios gobiernos
de América Latina y que constituye un
avance hacia el perfeccionamiento
democrático. Con ese objetivo se ha
preparado un plan que crea “Consejos de
Poder Ciudadano”, los que estarán
integrados por grupos con hasta un
máximo de 100 personas. Dichos Consejos
comenzarán a trabajar a mediados de
setiembre, fecha en que se instalará el
gabinete nacional que integrarán el
presidente Ortega, los ministros
y los delegados de los “Consejos del
Poder Ciudadano”, que serán los
encargados de recibir las propuestas y
detectar las necesidades de los
pobladores.
Las resoluciones de dichos Consejos –ha
informado el presidente Ortega–
tendrán carácter vinculante para el
Parlamento y para los ministros.
La nueva irrupción del Sandinismo en su
retorno al gobierno permitirá, según
observadores políticos, una recuperación
del país a partir de una línea económica
que dejará atrás la aplicada por
gobiernos neoliberales que, como ha
ocurrido en diversas latitudes de
América Latina, empobreció al país.
Los aprendizajes –éxitos y fracasos– de
la experiencia sandinista son de enorme
utilidad para los países
latinoamericanos y, en general, para los
pueblos que luchan por su dignidad. Y
hay temas destacados por los principales
líderes del movimiento en su primera
época, tales como la dirección
colectiva, el sentido de anticaudillismo
–que caracterizó al líder fundacional
Carlos Fonseca– y el hecho de que el
propio Sandino era querido, no
temido, que forman parte de una
experiencia que la izquierda debe
analizar. No porque las experiencias
sean trasladables automáticamente de un
país a otro, sino porque cada revolución
ofrece aspectos que pueden resultar
útiles para los pueblos que pugnan por
liberarse.
Con enormes dificultades, Nicaragua
ha ido venciendo desastres como la
dictadura de los Somoza, los
huracanes, terremotos y sequías. Y su
dignidad es una ejemplar realización
colectiva, como ha dicho Eduardo
Galeano.