Chile

           

Nuestro 11S

El 11 de septiembre de 1973 un golpe de Estado

derrocó al gobierno de Salvador Allende

  

 

El 11 de septiembre se suele recordar el atentado de 2001 contra las Torres Gemelas, en Estados Unidos, que provocó tres mil muertes. También un 11 de septiembre (pero de 1973) un golpe de Estado largamente preparado y financiado desde Estados Unidos derrocó al gobierno constitucional de Salvador Allende, en Chile. Ese hecho inició una etapa de persecuciones y fusilamientos que superó los 30 mil muertos.

 

No es sólo por el número de víctimas que se juzga un crimen, pero la cifra da idea del odio de la derecha y de su capacidad para asesinar adversarios, por lo general trabajadores. Cuando los militares golpistas ocuparon a sangre y fuego el edificio de La Moneda (la Casa de Gobierno chilena), mientras los soldados empujaban a culatazos a los sobrevivientes, uno de ellos, integrante de un grupo que había detenido a Miria Contreras (la “Payita”) requisó un pergamino que ella llevaba en una de las mangas de su chaqueta.

 

“¡No, soldado, no! ¡No lo rompa! Es el Acta de Independencia”, advirtió la “Payita”. Pero ya era tarde. El mismo día que militares chilenos servían con el golpe de Estado el interés ajeno, rompían el Acta de Independencia: un hecho con la fuerza de un símbolo.

 

Pinochet y sus secuaces tenían temor a los sectores obreros y campesinos que adherían al presidente Allende. La periodista Patricia Verdugo, en uno de sus libros (“Interferencia secreta”) informa las diversas maneras pensadas por Pinochet para asesinar a Salvador Allende.

 

El dictador temía juzgar al Presidente pensando que se podían “levantar las poblaciones para salvarlo”. Está registrada la voz de Pinochet que, con frialdad asesina, indica: “A esos caballeros (Allende y demás) se les manda a cualquier parte en avión” y “por el camino se les va tirando abajo”.

 

La traición fue siempre la conducta de Pinochet. En una ocasión, en diálogo con sus secuaces planteó que había que exigir “la rendición incondicional”; “nada de parlamentar”. Y la conversación continúa así:

 

Carvajal: Bien, conforme. Rendición incondicional y se le toma preso, ofreciéndole nada más que respetarle la vida, digamos.

Pinochet: La vida, su integridad física y enseguida se le va a despachar para otra parte.

Carvajal: Conforme. Ya… o sea que se mantiene el ofrecimiento de sacarlo del país.

Pinochet: Se mantiene el ofrecimiento de sacarlo del país… pero el avión se cae, viejo, cuando vaya volando.

Carvajal: Conforme, je je (ríe), conforme.

 

La periodista Patricia Verdugo relata que en tanto la balacera exterior resuena por los ventanales y puertas destruidos de La Moneda, Allende miró los bustos sobre sus pedestales de los ex presidentes, e indicó a los guardias personales que le acompañaban: “Destruyan a todos estos viejos de mierda! Sólo se salvan Balmaceda y Aguirre Cerda. Los otros al suelo!”

 

Los tres hombres del GAP (Grupo de Apoyo al Presidente) cumplen la orden. Y Allende sale de la galería dejando atrás sólo al busto del presidente Balmaceda (que un siglo atrás se había suicidado después del golpe de Estado que castigó sus ímpetus revolucionarios), y el del presidente Aguirre Cerda, que encabezó el gobierno del Frente Popular en 1938.

 

En 1964 concurrimos, enviados por el diario Época, de Uruguay, a informar sobre el proceso electoral chileno. Ya en Ezeiza, el aeropuerto argentino, los titulares de las revistas alertaban, espectacularmente: “Peligro Rojo en Chile”. Todo el proceso electoral chileno fue interferido por mensajes atacando a Salvador Allende enviados por Juanita Castro, Eudoxio Ravines, Haya de la Torre y otros personajes de la época que apoyaban a la derecha en Chile. Desde ese momento se supo que Estados Unidos financiaba con un río de dólares las campañas contra Allende desde el instante en que comenzó a circular su nombre como candidato de los sectores obreros y campesinos.

 

Grupos ultraderechistas, como “Tradición, Familia y Propiedad” recibían financiación para promover acciones contra la izquierda. Huelgas, como la de los camioneros, se mantenían (traición probada) con apoyo exterior.

 

Los sectores de derecha trabajaban intensamente sobre los cuarteles. Y al finalizar su gobierno, Frei Montalva multiplicó el poder militar, con importantes aportes para su equipamiento. La derecha se jugaba toda al golpe militar. Y lo obtuvo.

 

A 35 años de aquel “otro” 11 de septiembre, renovamos nuestro homenaje a la memoria de los mártires de aquella brillante página en el camino hacia la independencia y la soberanía en América Latina.

   

 

En Montevideo, Guillermo Chifflet

Rel-UITA

5 de setiembre de 2008

 

 

 

 

Volver a Portada

 

 

   UITA - Secretaría Regional Latinoamericana - Montevideo - Uruguay

Wilson Ferreira Aldunate 1229 / 201 - Tel. (598 2) 900 7473 -  902 1048 -  Fax 903 0905