Anunciaron que todo el mundo debía evacuar la ciudad. Se
esperaba que cada cual ideara su propia salida del área de
desastre por medios privados, así como lo dicta el libre
mercado, al igual que ocurre cuando el desastre asesta a los
países de libre-mercado del Tercer Mundo.
Es una cosa hermosa, este libre mercado, en el cual cada
individuo persigue sus propios intereses personales, de tal
modo que efectúe un resultado óptimo para la sociedad
entera. Es así como la mano invisible obra sus maravillas.
Allí no habría ninguna evacuación "colectivista y
regimentada", como ocurrió en Cuba. Cuando un huracán de
alcance especialmente grande golpeó esa isla el año pasado,
el gobierno de Castro, apoyado por los comités ciudadanos de
vecinos y los cuadros locales del Partido Comunista, evacuó
a 1,3 millones de personas, más del 10 por ciento de la
población del país, sin la pérdida de una sola vida; una
hazaña alentadora que pasó prácticamente inadvertida en la
prensa estadounidense.
En el Día Uno del desastre causado por huracán Katrina, ya
quedaba claro que centenares, sino miles, de vidas
americanas se habían perdido en Nueva Orleans. Mucha gente
se había "negado" a evacuar, explicaron los reporteros de la
prensa, simplemente porque eran "tercos". No era sino hasta
al Día Tres que los comentaristas –relativamente pudientes–
comenzaron a darse cuenta que decenas de miles de personas
no habían podido huir, porque no tenían a donde ir, ni
medios para desplazarse. Con poco dinero en efectivo a la
mano, y carentes de vehículo propio, no les quedó más que
permanecer allí y confiar a la suerte. En fin de cuentas, el
libre mercado no funcionó tan bien para ellos.
Buena parte de esta gente era Afroamericana de bajo ingreso,
junto con un número menor de blancos pobres. Vale recordar
que la mayoría de ellos tenía un empleo antes de la visita
mortal de Katrina. Eso es lo que hace la mayoría de la gente
pobre en este país: trabaja, generalmente muy duro en
empleos muy mal pagados, a veces en más de un empleo a la
vez. Son pobres, no porque son perezosos, sino porque les
cuesta sobrevivir con salarios de miseria, a la vez que
cargar con altos precios, alquileres elevados e impuestos
regresivos.
El libre mercado incidió también de otra forma. La agenda de
Bush es achicar los servicios estatales al mínimo y obligar
a la gente a recurrir al sector privado para atender sus
necesidades. Entonces, recortó $71.2 millones del
presupuesto del Cuerpo de Ingenieros de Nueva Orleans, una
reducción del 44 por ciento. Y tuvieron que archivarse los
planes para fortificar los diques de Nueva Orleans y para
mejorar el sistema del bombeo para el drenaje de agua.
Bush sobrevoló el área y dijo que nadie habría podido prever
este desastre. Una mentira más que sale de sus labios. Toda
clase de gente había estado prediciendo un desastre para
Nueva Orleans, señalando la necesidad de consolidar los
diques y las bombas, y fortificar las tierras costeñas.
En su campaña para aniquilar al sector público, los secuaces
reaccionarios de Bush también permitieron que los
constructores drenen áreas extensas de pantano. Una vez más
esa vieja mano invisible del libre mercado se encargaría de
cuidar las cosas. Los constructores, persiguiendo su propia
ganancia privada, aducirían que se trata de respuestas en
beneficio de todos.
Sin embargo, los pantanos servían como absorbente y barrera
naturales entre Nueva Orleans y las tormentas que llegan
desde mar adentro. Desde hace ya algunos años, los pantanos
han estado desapareciendo a un ritmo espantoso de la costa
del golfo. Pero nada de esto les causó preocupación a los
reaccionarios en la Casa Blanca.
En cuanto a la operación de rescate, los defensores del
libre mercado suelen decir que la ayuda a los más
desafortunados entre nosotros se debe dejar en manos de la
caridad privada. Era una prédica preferida del presidente
Ronald Reagan decir que "la caridad privada lo puede
resolver". Y de hecho durante los primeros días, esa parecía
ser la política para el desastre causado por el huracán
Katrina.
El gobierno federal se hizo humo, pero la Cruz Roja entró en
acción. Su mensaje: "No envíen alimentos ni mantas; envíen
dinero". Mientras tanto, Pat Robertson y la Christian
Broadcasting Network, –haciendo una breve pausa en su obra
divina de impulsar el nombramiento de John Roberts a la
Corte Suprema– hizo un llamado para donaciones y anunció la
"Operación Bendición", que consistía en un envío altamente
publicitado pero totalmente inadecuado de conservas y
biblias.
Para el Día Tres, incluso los medios miopes comenzaron a
darse cuenta del enorme fracaso de de la operación de
rescate. La gente se estaba muriendo porque la ayuda no
había llegado. Las autoridades parecían más preocupadas en
prevenir el saqueo que en el rescate de la gente. Era la
propiedad antes que la gente, así como los defensores del
libre mercado siempre lo han querido.
No obstante, surgieron preguntas que el libre mercado no
parecía capaz de contestar: ¿Quién estaba a cargo de la
operación del rescate? ¿Por qué tan pocos helicópteros y a
penas un puñado de guardacostas? ¿Por qué los helicópteros
demoraron cinco horas en sacar a seis personas de un
hospital? ¿Cuándo se pondría en plena acción la operación de
rescate? ¿Dónde estaban los feds (policía federal)? ¿Los
troopers del estado? ¿La Guardia Nacional? ¿Dónde estaban
los autobúses y los camiones? ¿Las carpas e higiénicos
portables? ¿Las provisiones médicas y el agua?
¿Dónde estaba la Seguridad Interior? ¿Qué ha hecho la
Seguridad Interior con los $33,8 mil millones asignados a
ella en el año fiscal 2005? Incluso el propio noticiero de
la tarde de ABC-TV (del 1 de septiembre 2005) citó a
funcionarios locales que dijeron que "la respuesta del
gobierno federal ha sido una vergüenza nacional".
En un momento de ironía sabrosa (y quizás pícara), llegaron
ofertas de ayuda exterior por parte de Francia, Alemania y
varias otras naciones. Rusia ofreció enviar dos aviones
cargados alimentos y de otros materiales para las víctimas.
Como era previsible, todas estas ofertas fueron velozmente
rechazadas por la Casa Blanca. América, la Hermosa y
Poderosa, América el Salvador Supremo y Líder Mundial,
América el Proveedor de la Prosperidad Global no podía
aceptar la ayuda exterior de otros. Eso sería una inversión
de roles humillante e insultante. ¿Será que los franceses
buscaban otro puñete en la nariz?
Es más, aceptar la ayuda exterior hubiese significado
admitir la verdad: que los bushistas reaccionarios no tenían
ni el deseo ni la decencia de proteger a los ciudadanos
comunes, cuando menos a aquellos en situación de necesidad
extrema. Quien sabe si la gente comenzaría a pensar que
George W. Bush realmente no era más que un agente a tiempo
completo de la América corporativa.
Michael
Parenti *
Agencia
Latinoamericana de Información - ALAI
6 de
setiembre de 2005
* Autor de:
"Superpatriotism (City Lights)" y "The Assassination of
Julius Caesar" (New Press), entre otros libros.
En el otoñó
lanzará "The Cultura Struggle" (Seven Stories Press).
www.michaelparenti.org.
Fuente: ZNet (www.zmag.org).
Traducción del inglés:
ALAI.