Un evento de esta magnitud divide a los ambientalistas en
dos grupos. Por un lado, están quienes sostienen la urgente
necesidad de políticas para corregir el clima mundial. Tres
días después del primer impacto, el 2 de septiembre, el
presidente del Worldwatch Institute, Christopher Flavin
(2005), emitía una declaración donde decía que “Si el mundo
continuaba su actual curso —alterando masivamente el mundo
natural e incrementando el consumo de combustibles fósiles—
las futuras generaciones se enfrentarán a una cadena de
desastres que harán que la escala de la catástrofe de
Katrina una característica común en la vida del siglo 21”.
Aunque se cuidó de no decir que el Katrina era un resultado
del calentamiento global, ya que esto es imposible de
demostrar, sus advertencias iban claramente en ese camino.
Esta es la posición mayoritaria del movimiento
ambientalista, formalizada en 1985, en la Conferencia de
Villach, auspiciada por la Organización Meteorológica
Mundial, el UNDP y el Consejo Internacional de las
Sociedades Científicas. A partir de esa conferencia, el
calentamiento global, que hasta entonces había sido
considerado positivo o negativo de manera variable, es
presentado como catastrófico, y el movimiento ambientalista
mundial adopta la bandera de frenar y hacer retroceder el
calentamiento global como el eje de sus preocupaciones (Sarewitz
& Pielke, 2000).
Por otro lado están aquellos que sostienen que “corregir” el
clima no es suficiente, ni tampoco el elemento central. El
problema no es que las acciones antrópicas estén calentando
el planeta, sino los efectos de ello sobre la población
humana.
El aumento de los desastres en las últimas dos décadas del
siglo XX es demostrativo. Entre 1960 y 1993 los países menos
desarrollados sufrieron cerca del 97% de estas catástrofes,
y el 99% de las muertes (Cutler, s/f). Pero, ¿es esto una
consecuencia del incremento en la cantidad y gravedad de los
eventos extremos? Evidentemente no. La vulnerabilidad humana
frente a eventos extremos crece de manera desigual; y no por
el calentamiento global, sino como consecuencia del aumento
de su población, del aumento de la pobreza, del asentamiento
en lugares de riesgo, y de la falta de mecanismos de defensa
frente a los eventos extremos.
Katrina ha sido elocuente. En 2002 se habían aprobado casi 4
mil millones de dólares para estudiar qué pasaría si el
aumento del nivel del agua alcanzaba los 20 pies, y se
pronosticaba que un huracán de nivel 3 sumergiría a Nueva
Orleans (Dunne, 2002). Estaba en práctica la opinión del
primer grupo: más investigación sobre el clima, más
predicción y más preocupación por corregir el clima.
Los que están en el segundo grupo que identificamos
sostienen que nada se hizo por disminuir la vulnerabilidad
de la población, y es éste el problema central, no el
calentamiento global ni las predicciones sobre el clima.
Katrina ha sido esclarecedor. Nueva Orleans es una ciudad de
pobres. Más del 28% de su población son pobres y más del 68%
negros. Craig E. Colten, profesor de geografía y
antropología de la Louisina State University explicó, en una
entrevista de radio realizada el 2 de septiembre (Colten,
2005), que los barrios que están por debajo de la línea del
agua están poblados mayoritariamente por personas pobres y
negras. Que para comienzos del siglo XXI Nueva Orleans era
una ciudad mucho más segregada por clases y etnias que lo
que fue en el siglo XIX. Explicó, además, que durante los
cincuentas y sesentas los ricos y blancos fueron
desplazándose hacia los barrios más altos, de manera que la
ciudad quedó segregada por riqueza y por la línea del agua.
Cuando las autoridades anunciaron que la gente debía
abandonar la ciudad, 24 horas antes de la llegada de Katrina,
muchos de los que vivían en los barrios bajos no tenían
carros o el dinero para salir y la estrategia de evacuación
estuvo principalmente basada en el transporte privado.
Inclusive a políticos republicanos sorprendió el hecho de
que hasta 4 y 5 días después los recursos para la evacuación
y protección de la población no llegaban. Nadie tiene dudas
de que si hubiese golpeado las costas de Virginia, en lugar
de Louisiana y Mississippi, la protección a la población
hubiese sido inmediata. Un signo evidente de que los eventos
naturales por sí mismos no son catastróficos, las luchas
sociales los convierten en tales.
Guillermo
Foladori *
7 de
setiembre de 2005
* Doctorado
en Estudios del Desarrollo, Universidad Autónoma de
Zacatecas, México.
Referencias:
- Colten,
Craig. E. (2005). Race, poverty and Katrina [radio interview
by NPR (National Public Radio), September 02, 2005.].
http://www.npr.org/templates/story/story.php?storyId=4829446
Consultado septiembre 03, 2005.
- Cutler, S.
(s/f). Respuestas sociales a los riesgos ambientales.
www.unesco.org/issj/rics150/cutter150.htm. Consultado
diciembre 04, 2002.
- Dunne,
Mike. (2002). Living with the threat of disaster. Study to
seek ways of dealing with hurricane flooding in New Orleans.
April 21, 2002. The Advocate Science. http://hurricane.lsu.edu/_in_the_news/april21_advocate.htm
Consultado septiembre 03, 2005.
- Flavin,
Christopher. (2005). Unnatural Disaster: The Lessons of
Katrina. Worldwatch projects catastrophe will be most costly
weather-related disaster in history. Worldwatch Institute
News, September 02. http://www.worldwatch.org/press/news/2005/09/02
Consultado septiembre 03, 2005.
- Sarewitz,
D., & Pielke, R. Jr. (2000). Breaking the global warming
gridlock.
The Atlantic
Montlhy (July).