Estados Unidos

 

La enseñanza de Katrina

El 29 de agosto pasado, el Huracán Katrina golpeó Nueva Orleans con intensidad 5 en la escala Saffir-Simpson, creando una devastación que probablemente alcance miles de muertos y daños económicos que ya se estiman en más de 35 mil millones de dólares. Puede llegar a tratarse de la catástrofe ambiental más grave en la historia de los Estados Unidos.

 

Damnificados del huracán Katrina reciben comida lanzada

desde un helicóptero en Nueva Orleans

 

Un evento de esta magnitud divide a los ambientalistas en dos grupos. Por un lado, están quienes sostienen la urgente necesidad de políticas para corregir el clima mundial. Tres días después del primer impacto, el 2 de septiembre, el presidente del Worldwatch Institute, Christopher Flavin (2005), emitía una declaración donde decía que “Si el mundo continuaba su actual curso —alterando masivamente el mundo natural e incrementando el consumo de combustibles fósiles— las futuras generaciones se enfrentarán a una cadena de desastres que harán que la escala de la catástrofe de Katrina una característica común en la vida del siglo 21”. Aunque se cuidó de no decir que el Katrina era un resultado del calentamiento global, ya que esto es imposible de demostrar, sus advertencias iban claramente en ese camino. Esta es la posición mayoritaria del movimiento ambientalista, formalizada en 1985, en la Conferencia de Villach, auspiciada por la Organización Meteorológica Mundial, el UNDP y el Consejo Internacional de las Sociedades Científicas. A partir de esa conferencia, el calentamiento global, que hasta entonces había sido considerado positivo o negativo de manera variable, es presentado como catastrófico, y el movimiento ambientalista mundial adopta la bandera de frenar y hacer retroceder el calentamiento global como el eje de sus preocupaciones (Sarewitz & Pielke, 2000).

 

Por otro lado están aquellos que sostienen que “corregir” el clima no es suficiente, ni tampoco el elemento central. El problema no es que las acciones antrópicas estén calentando el planeta, sino los efectos de ello sobre la población humana.

 

El aumento de los desastres en las últimas dos décadas del siglo XX es demostrativo. Entre 1960 y 1993 los países menos desarrollados sufrieron cerca del 97% de estas catástrofes, y el 99% de las muertes (Cutler, s/f). Pero, ¿es esto una consecuencia del incremento en la cantidad y gravedad de los eventos extremos? Evidentemente no. La vulnerabilidad humana frente a eventos extremos crece de manera desigual; y no por el calentamiento global, sino como consecuencia del aumento de su población, del aumento de la pobreza, del asentamiento en lugares de riesgo, y de la falta de mecanismos de defensa frente a los eventos extremos.

 

Katrina ha sido elocuente. En 2002 se habían aprobado casi 4 mil millones de dólares para estudiar qué pasaría si el aumento del nivel del agua alcanzaba los 20 pies, y se pronosticaba que un huracán de nivel 3 sumergiría a Nueva Orleans (Dunne, 2002). Estaba en práctica la opinión del primer grupo: más investigación sobre el clima, más predicción y más preocupación por corregir el clima.

 

Los que están en el segundo grupo que identificamos sostienen que nada se hizo por disminuir la vulnerabilidad de la población, y es éste el problema central, no el calentamiento global ni las predicciones sobre el clima. Katrina ha sido esclarecedor. Nueva Orleans es una ciudad de pobres. Más del 28% de su población son pobres y más del 68% negros. Craig E. Colten, profesor de geografía y antropología de la Louisina State University explicó, en una entrevista de radio realizada el 2 de septiembre (Colten, 2005), que los barrios que están por debajo de la línea del agua están poblados mayoritariamente por personas pobres y negras. Que para comienzos del siglo XXI Nueva Orleans era una ciudad mucho más segregada por clases y etnias que lo que fue en el siglo XIX. Explicó, además, que durante los cincuentas y sesentas los ricos y blancos fueron desplazándose hacia los barrios más altos, de manera que la ciudad quedó segregada por riqueza y por la línea del agua. Cuando las autoridades anunciaron que la gente debía abandonar la ciudad, 24 horas antes de la llegada de Katrina, muchos de los que vivían en los barrios bajos no tenían carros o el dinero para salir y la estrategia de evacuación estuvo principalmente basada en el transporte privado. Inclusive a políticos republicanos sorprendió el hecho de que hasta 4 y 5 días después los recursos para la evacuación y protección de la población no llegaban. Nadie tiene dudas de que si hubiese golpeado las costas de Virginia, en lugar de Louisiana y Mississippi, la protección a la población hubiese sido inmediata. Un signo evidente de que los eventos naturales por sí mismos no son catastróficos, las luchas sociales los convierten en tales.

 

 

Guillermo Foladori *

7 de setiembre de 2005

 

* Doctorado en Estudios del Desarrollo, Universidad Autónoma de Zacatecas, México.

 

 

Referencias:

 

- Colten, Craig. E. (2005). Race, poverty and Katrina [radio interview by NPR (National Public Radio), September 02, 2005.]. http://www.npr.org/templates/story/story.php?storyId=4829446 Consultado septiembre 03, 2005.

- Cutler, S. (s/f). Respuestas sociales a los riesgos ambientales. www.unesco.org/issj/rics150/cutter150.htm. Consultado diciembre 04, 2002.

- Dunne, Mike. (2002). Living with the threat of disaster. Study to seek ways of dealing with hurricane flooding in New Orleans. April 21, 2002. The Advocate Science. http://hurricane.lsu.edu/_in_the_news/april21_advocate.htm Consultado septiembre 03, 2005.

- Flavin, Christopher. (2005). Unnatural Disaster: The Lessons of Katrina. Worldwatch projects catastrophe will be most costly weather-related disaster in history. Worldwatch Institute News, September 02. http://www.worldwatch.org/press/news/2005/09/02 Consultado septiembre 03, 2005.

- Sarewitz, D., & Pielke, R. Jr. (2000). Breaking the global warming gridlock. The Atlantic Montlhy (July).

 

 

 

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