Uruguay
La noche de
los sueños,
la
esperanza y los abrazos |
|
|
EFE |
|
Cuando todavía resuenan en las calles de ciudades y pueblos
uruguayos los ecos de una larga jornada de festejo y
alegría, el país, todo el país, la ciudadanía entera empieza
a intentar ordenar una catarata de emociones, sorpresas,
asombros y esperanzas renacidas.
El martes 1 de marzo de 2005 quedará inscrito en la
historia del Uruguay como un día excepcional por muchas
razones, entre ellas, porque después de 100 años de vida
republicana dominada por una permanente alianza entre el
Partido Colorado –casi monopolizador del gobierno– y el
Partido Nacional –que ganó apenas dos elecciones, pero
siempre participó en el gobierno– asumió el primer
presidente de un tercer partido, una alianza de izquierda,
el Frente Amplio-Encuentro Progresista-Nueva Mayoría.
Este quiebre histórico, además, está acompañado por la
instalación de un nuevo cuerpo legislativo en el cual esta
alianza izquierdista tiene mayoría absoluta, donde por
primera vez una mujer preside la Cámara de Diputados y un
exguerrillero está a la cabeza de la Cámara de Senadores,
ambos integrantes del mismo grupo político, el Movimiento de
Liberación Nacional – Tupamaros.
Una jornada histórica porque el pueblo se volcó a la
calle a partir del primer segundo del 1 de marzo, esto es,
cuando todavía era la luna del 28 de febrero. La madrugada
estuvo llena de fuegos artificiales, bailes callejeros,
manifestaciones espontáneas, banderas nacionales y del
Frente Amplio, pero esta vez la fiesta no se acabó con las
luces del día sino que continuó a lo largo de toda la
jornada que contó con la presencia de un número inédito de
delegaciones internacionales, y especialmente de los
presidentes Néstor Kirchner, de Argentina, Luis Inacio
“Lula” Da silva, de Brasil, Ricardo lagos, de Chile, Nicanor
Duarte, de Paraguay, Hugo Chávez, de Venezuela y Alejandro
Toledo, de Perú.
En la mañana, ante la Asamblea Legislativa y de dos de
sus predecesores y rivales, Julio María Sanguinetti y Luis
Alberto Lacalle, el doctor Tabaré Vázquez, todavía
presidente electo, asumió el
tradicional compromiso
de respetar la Constitución y las Leyes, y saliéndose del
libreto agregó: “Y juro trabajar incansablemente por la
felicidad del pueblo uruguayo”. Afuera del Palacio
Legislativo una muchedumbre exultante lo acompañó en el
trayecto hasta el Palacio Estévez que realizó junto al
vicepresidente Nin Novoa sobre un vehículo abierto y a paso
de hombre. Promediando este recorrido, Vázquez hizo detener
el vehículo que lo transportaba, y descendió para saludar al
grupo de Familiares de Desaparecidos que allí estaba
esperando su paso. En el Palacio Estévez el primer
mandatario saliente, Jorge Batlle, le entregó la banda
presidencial, gesto que instaló a Tabaré Vázquez como
presidente de los uruguayos y las uruguayas durante los
próximos cinco años. Frente al Palacio Estévez, en la Plaza
Independencia dominada por la estatua ecuestre del general
José Artigas, lo aguardaba más pueblo que lo vivó durante
largos minutos cuando se asomó al balcón de la histórica
Casa de Gobierno.
Apenas una hora después quedó instalado el gabinete
ministerial, se firmó el decreto que creó el nuevo
Ministerio de Desarrollo Social y Participación, y se
oficializó el Plan de Emergencia para atender las
necesidades inmediatas de los 200 mil uruguayos que están
por debajo de la línea de extrema pobreza.
Mientras tanto, sendos escenarios callejeros
albergaban espectáculos populares que prolongaban el
espíritu festivo de la jornada, mientras se aguardaba el
acto más político del día:
el discurso de Vázquez
en las escalinatas del Palacio Legislativo y ante el pueblo.
Un pueblo que llenó la avenida más ancha del Centro de
Montevideo y que, gracias a un inédito sistema de audio que
funcionó a la perfección, pudo escuchar a más de dos
kilómetros de distancia y sin ninguna dificultad los
principales propósitos del flamante gobierno y las
prioridades del presidente Tabaré Vázquez, varias veces
interrumpido por ovaciones y consignas.
Al final, la Orquesta Filarmónica de la ciudad de
Montevideo y el coro oficial del SODRE interpretaron el
“Aleluya” de Hendel mientras Vázquez saludaba a la multitud
desde un costado del escenario y el Palacio Legislativo
aparecía iluminado con un sofisticado sistema de luces que
realzaba su imponente silueta.
Para la mayoría, este fue un inmejorable broche de oro
a una jornada que permanecerá indeleblemente marcada en la
memoria de partidarios y adversarios de Vázquez. Para los
últimos porque esta inédita alternancia los desplaza de
posiciones de poder consustanciales a su existencia
institucional como en el caso del Partido Colorado, y los
coloca ante el dilema de asumir la nueva polarización
política del país entre el “sector del progreso” y el
“sector del inmovilismo”, más allá de fronteras partidarias
tradicionales. Para los primeros porque 34 años después de
su fundación la alianza de izquierda Frente Amplio llegó
finalmente al gobierno, luego de haber padecido el
terrorismo de Estado entre 1973 y 1985 que condenó a miles y
miles de hombres y mujeres a la cárcel, el exilio o la
muerte y después de haber superado numerosas crisis
internas.
Es seguro que el martes 1 la enorme mayoría de los
votantes del Frente Amplio sintió el peso de esa historia
cargada de pérdidas y cicatrices, pero el recuerdo parece
haber potenciado más aún la enorme alegría, la esperanza y
la emoción con las que espontáneamente tantos y tantas
–desconocidos y al mismo tiempo amalgamados– se abrazaban en
plena calle al fin del discurso de Vázquez, en una noche que
culminó sin ningún incidente de violencia.
Los propósitos anunciados por el gobierno son éticos,
inteligentes, solidarios, progresistas, valientes, y aunque
resta aún por vivir el tiempo de la acción, es claro que el
Uruguay ya cambió, porque el pueblo se ha dotado de los
mejores instrumentos de los que dispone para inventarse un
futuro digno y propio, y de esa conciencia difícilmente se
pueda volver atrás.
Carlos Amorín
© Rel-UITA
Marzo de
2005
|