Uruguay

Orientales: la  patria o la patria

 

 

El 1 de marzo comenzó muy temprano (o muy tarde, como lo quieran ver) ya que los festejos empezaron en la madrugada, anunciando que sería sin duda una jornada extraordinaria para los uruguayos.

 

En la mañana del día tan ansiado por muchos, el futuro Presidente dejó su casa para dirigirse junto a su familia al Palacio Legislativo, donde se comprometería ante la Asamblea General a respetar con honor la Constitución nacional.

 

Hacia las 14 horas, y con un ligero retraso en el horario previsto, Tabaré Vázquez llegó a la sede del Parlamento junto al futuro vicepresidente, Nin Novoa, quien también tomaría el mismo compromiso. El Presidente electo de los uruguayos se dirigió a los integrantes de la Asamblea General con un  breve y sobrio discurso en el cual fundamentó el compromiso que acababa de asumir.

 

Vázquez enfatizó sobre todo en la alguna vez tan añorada libertad, y señaló que ella es el único medio para poder asumir cabalmente derechos y obligaciones como ciudadanos. Anuncio su celo en defensa de la libertad y de  la soberanía nacional: “Los asuntos y problemas de los uruguayos los resolvemos entre los uruguayos”, expresó.

 

Abogó por la unión de los países latinoamericanos, “de todos”, enfatizo, y expresó su profundo rechazo al terrorismo. En varias oportunidades también se dirigió a los jóvenes, resaltando como algunas de sus virtudes al compromiso y a la rebeldía.

 

Al fin de su discurso proclamó: “Quiero a un Uruguay donde nacer no sea un problema, donde ser joven no sea sospechoso y el envejecer no sea una condena”.

 

Durante la ceremonia se pudo apreciar la emoción de muchos legisladores e invitados, otros parecían un tanto distraídos, y unos pocos apenas disfrazaron su disgusto.

 

El encargado de cerrar el acto fue el mismo que tomó el compromiso del Presidente y del Vicepresidente recientemente electos, José Mujica, presidente de la Cámara de Senadores, quien saliéndose del protocolo concluyó con un deseo: “Que el futuro nos ilumine a todos”.

 

La jornada prosiguió y toda la atención se dirigió al Palacio Estévez, donde el Presidente saliente afirmó dejar un país en pleno crecimiento económico. Seguramente fuimos muchos los que hicimos una mueca de desagrado al escuchar esas palabras.

 

Con la banda presidencial cruzándole el pecho, ya en la noche Tabaré Vázquez se encontró con todo un pueblo que lo acompaña hacia un gran desafío.

 

Cuando la Orquesta Filarmónica municipal atacó los primeros acordes del himno nacional, tuve la misma emoción extraña que experimentaba cuando lo cantaba en la escuela; recuerdo que me sentía como cuando salía de ver una película de karate en el cine y quería darle un golpe a algo. Cada vez que lo cantaba tenía la sensación de que iba a la guerra, a pelear por mi país. Estoy segura de que algo de eso le pasó por el alma al ya Presidente con todas las letras. La gran diferencia es que él no va solo, sino con todo un pueblo detrás. Ojalá ganemos esta batalla.

 

 

Lucía Iglesias

© Rel-UITA

8 de marzo de 2005

 

   

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