“Orientación económica
anticapitalista y patriotismo
continental; he ahí nuestras
palabras de orden”, sostuvo
Carlos Quijano, prestigioso
intelectual uruguayo, creador del
semanario Marcha, diputado,
catedrático de Economía en la
Facultad de Derecho y Ciencias
Sociales de Montevideo.
Quijano nació
en el 1900, y en todo el siglo tomó
posiciones que marcaron rumbo ante
los acontecimientos más importantes:
la Guerra Civil Española, la lucha
contra el fascismo y el nazismo, el
despertar del Tercer Mundo (“la
rebelión de las orillas”) y en los
problemas de su propio país, en
especial las luchas contra la
dictadura de Gabriel Terra,
en 1933, y contra la irrupción de
los militares que ocuparon el poder
a partir del golpe de Estado del 27
de junio de 1973.
En su larga prédica advirtió contra
el grave peligro que amenazaba a las
repúblicas del “Nuevo Mundo”.
“El capitalismo moderno -enseñó- se
ha hecho netamente imperialista. No
es el suyo un imperialismo económico
que deja a los pueblos más débiles
una apariencia de libertad y de
gobierno propio y los va vaciando de
sus riquezas para provecho de una
oligarquía de grandes financieros
internacionales.
Los países pueden clasificarse
-sostuvo entonces Quijano- en
dos grandes grupos: de un lado están
las potencias imperialistas,
combatiéndose mutuamente,
deshaciendo y componiendo alianzas;
del otro los pueblos coloniales y
semicoloniales sometidos a la
influencia de esas potencias en
mayor o menor grado.
Los países del Plata -afirmó- son
los que menos han sufrido la
influencia política del
imperialismo, pero lo cierto es que
no han podido o sabido defender su
independencia económica.
Si no se reacciona a tiempo
-advirtió Quijano- esa
realidad prepara el vasallaje
político.
Ningún capitalismo más imperialista
en este momento que el de Estados
Unidos, que es, además, por
razones geográficas, el único que
verdaderamente pone en peligro la
independencia de los pueblos de
América Latina
-observó-.
Más que peligro: en realidad, una
gran parte de nuestro continente
está en sus manos, afirmó Quijano.
Por eso, la lucha antiimperialista,
que es una necesidad mundial
resulta, para nosotros, un fenómeno
especialmente continental.
En las batallas que contra él
debemos librar tenemos que
solidarizarnos con todos los pueblos
de la Tierra que sufren idéntico
mal, y en primer término unirnos a
aquellos que deban combatir al mismo
enemigo dentro de la misma tierra,
reclamó.
Estados Unidos
busca incansablemente la realización
de sus propósitos de hegemonía
continental. Su panamericanismo
apunta a la sujeción de los países
de América Latina.
Esa es la forma diplomática del
imperialismo. Y la Unión
Panamericana, agente propulsor del
panamericanismo, es una dependencia
del Secretario de Estado de
Estados Unidos.
Detrás de la fachada están los
intereses. Detrás de la Unión
Panamericana la conquista económica,
advertía Quijano.
El Banco Interamericano de
Desarrollo (BID) se creó para
asegurar esa hegemonía -decía
entonces-. En él podrán participar,
como en la Unión, todos los países
del continente en un plano (nominal)
de igualdad: pero sus oficinas
estarán en Estados Unidos, su
capital será en dólares y todas las
funciones que se le atribuyan
estarán bajo el contralor yanqui y
serán lesivas de nuestra economía”.
La historia ratificó esos anuncios.
Y en la política de los países del
Sur resulta insoslayable tener
presente la desigualdad que resultó
de esa experiencia.
Recientemente, el presidente de
Estados Unidos, Barack Obama,
parece haber advertido errores de su
país en las relaciones con
América Latina
y el Caribe. Pero la
realidad es siempre el ideal menos
algo, y los hechos suelen desmentir
las palabras de algunos gobernantes.
Por tanto, el paso del tiempo
despejará en qué medida los hechos
coinciden con sus palabras.
Es importante tener en cuenta,
además, los vientos de izquierda que
soplan en varios países de
Latinoamérica y que parecen
anunciar, ahora de manera cada vez
más intensa, la hora de los pueblos.