Lamy en
la OMC,
Panitchpakdi en la UNCTAD
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En unos
pocos días, las esperanzas de cambiar las instituciones
internacionales de comercio y desarrollo han recibido dos
duros golpes. El francés Pascal Lamy, ex comisario de
comercio de la Unión Europea, triunfó en el oscuro proceso
de elección del director general de la Organización Mundial
de Comercio (OMC), generando muchas incertidumbres sobre el
futuro de las negociaciones comerciales y dejando en
suspenso las demandas de muchos países del sur.
Paralelamente, el secretario general de las Naciones Unidas,
Kofi Annan, nombró al actual director de la OMC, Supachai
Panitchpakdi como reemplazo del mítico Rubens Ricúpero en la
dirección de la UNCTAD (Conferencia de las Naciones Unidas
sobre Comercio y Desarrollo), una medida que se parece mucho
a un desembarco de la OMC en la UNCTAD.
La OMC
invade la UNCTAD
La primera noticia fue que
Supachai Panitchpakdi, diplomático tailandés y director
general de la OMC desde 2002, pasará a dirigir la UNCTAD en
septiembre del 2005. Aunque tanto la OMC como la UNCTAD
tratan las cuestiones comerciales, las dos tienen enfoques e
historias muy distintas. La primera es más reciente, más
rígida y específicamente centrada en el comercio; la segunda
tiene una historia mucho más larga que viene del tiempo del
multilateralismo vigoroso del sistema de las Naciones
Unidas.
El nombramiento de Panitchpakdi pone en riesgo todos los
intentos que bajo el aliento del brasileño Ricupero se
realizaban para abordar los temas del desarrollo y el
comercio, analizar el papel de los flujos de inversión y
hasta la influencia de las transnacionales. Con esa
designación se estaría llevando la "lógica de la OMC" al
seno de la UNCTAD. Se podrá estar de acuerdo o no con los
contenidos propositivos de la UNCTAD, pero debe admitirse
que allí existía una mayor variedad de opiniones, se
pensaban temas sustantivos del desarrollo y no se repetía el
arrullo del libre comercio como solución de todos los males.
Tan es así que Estados Unidos y la UE torpedearon una y otra
vez resoluciones e iniciativas en el marco de la OMC.
Los países en desarrollo no están conformes con la
designación; el Grupo de los 77 (integrado por 133
naciones), objetó en el marco de la Asamblea General la
propuesta de Annan, indicando que los objetivos de la UNCTAD
son prácticamente opuestos a los de la OMC. El proceso de
designación se enfrentaba a muchas trabas, y finalmente
Annan insistió en la designación de Panitchpakdi hasta
conseguir el voto de conformidad de la asamblea general de
la ONU.
Para complicar todo un poco más, Panitchpakdi no es una
persona enérgica e innovadora. En efecto, a lo largo de toda
la crisis de la OMC desde el colapso en Cancún no logró
imprimir energía a la organización, no consiguió acercar a
los grupos en disputa, y quedó atrapado en un anodino papel
de moderador de reuniones que nunca molestó a los países
industrializados. Esa es justamente una buena manera de
apagar a la UNCTAD.
La
tortuosa elección en la OMC
Hasta hace poco tiempo, Pascal Lamy era un duro crítico de
la OMC. En la tarde del colapso de la cumbre ministerial de
Cancún, Lamy sostuvo que la OMC era una organización
medieval, y en más de una ocasión ha criticado su sistema de
gobierno basado en el consenso. Ésas y otras posiciones
fueron rápidamente mutando en otras propias de una típica
campaña electoral, prometiéndose casi todo a casi todos,
sonriendo en fotografías con unos y otros, olvidándose de
cualquier pasado perturbador. Ese mismo Lamy que poco tiempo
atrás defendía una y otra vez las más diversas formas de
proteccionismo, pasó a invocar la apertura comercial más
decidida; su crítica de la toma de decisiones se desvaneció;
y hasta terminó hablando de participación ciudadana.
Lamy triunfó en un proceso de elección que es tortuoso y
oscuro, ya que implica considerar tanto los votos a favor
como los rechazos; el ganador debe ser quien genere un
mínimo de resistencias y un máximo de apoyos. Pero nadie
sabe cuántos votos recibió Lamy, ni cuántos rechazos
desencadenó; algunos países hicieron públicas sus
preferencias pero otros las mantienen todavía en secreto. En
suma, Lamy triunfó en una elección donde las preferencias
son confidenciales. Además lo hizo bajo el manto de sombra
de rumores una y otra vez repetidos de un intercambio de
favores entre Estados Unidos y la UE, donde el primero
designó al nuevo presidente del Banco Mundial, y los
europeos se quedarían con la OMC.
El mecanismo de elección de la OMC es indefendible desde el
punto de vista de los mínimos democráticos. Confirma que no
es una organización transparente, pero también hace
indispensable señalar sin titubear la responsabilidad de los
gobiernos del sur en aceptar y participar de esos procesos.
Muchos delegados gubernamentales lanzaron duras retóricas
sobre la falta de transparencia, pero nunca promovieron
medidas concretas para mejorar las cosas.
Lamy ha defendido muchas de las distorsiones comerciales que
los países en desarrollo han cuestionado en las últimas
décadas: desde los subsidios hasta el proteccionismo
encubierto; invocó el libre comercio pero aplicó
salvaguardas y cuotas; buscó expandir las reglas comerciales
a nuevas cuestiones como los servicios o las reglas de
propiedad intelectual. Lamy apoyó la presión europea de
incorporar asuntos nacionales bajo regulaciones comerciales
(por ejemplo, en los servicios).
Entre los otros candidatos, hasta el tramo final llegó el
uruguayo Carlos Pérez del Castillo, que tampoco representaba
posiciones novedosas sobre el comercio. Al contrario de Lamy,
Pérez del Castillo estaba más inclinado hacia la
liberalización comercial ortodoxa (tal como reclaman muchos
países del sur), pero tenía en contra muchas desconfianzas
por haber coordinado las sesiones y documentos de trabajo
preparatorios para la cumbre ministerial de Cancún, de forma
que se consideró funcional a las posiciones de Estados
Unidos y la UE. Su ventaja residía en provenir de un país en
desarrollo, contando con el apoyo de casi toda América
Latina y otras naciones (como varios países árabes,
Australia o Nueva Zelandia). Otro candidato fue el ministro
de comercio de Mauricio, Jaya Cuttaree, quien al menos nunca
dejó de criticar el oscurantismo de todo el proceso de
elección.
En el terreno de la representación regional, la elección de
Lamy significa un duro golpe a los intentos de coordinación
de los países en desarrollo, y en sus reclamos de
condiciones de comercio más justas. Las demandas del grupo
de países de África, Caribe y Pacífico (ACP) contra el
proteccionismo comercial, quedaron en el camino ya que
varios de estos países apoyaron la designación de Lamy. Los
países ACP vienen siendo maltratados una y otra vez en el
comercio global; por ejemplo, en el recurrente tema del
comercio en algodón, Lamy estuvo al frente de la mezquina
posición de la UE ante la OMC, que establecía como solución
"crear una comisión de estudio" y que terminó enfureciendo a
muchos gobiernos africanos. Todo eso parece haberse
olvidado, y sea por las presiones del gobierno francés como
por las promesas de Lamy, terminaron apoyando a quien
defendía posturas que siempre denunciaron. En cambio, países
como Costa Rica (importante exportador de bananas hacia la
UE), mantuvieron sus objeciones hasta último momento.
La situación del "Grupo de los 20", que incluye a los
grandes productores agrícolas del sur, es todavía peor. El
G-20 defendió con dureza la apertura del comercio agrícola
desde su creación, pero su unión política quedó
resquebrajada, y por ejemplo India terminó apoyando a Lamy
(el tiempo dirá si es cierto el desmentido del gobierno de
Nueva Delhi sobre la promesa de obtener una subdirección de
la OMC).
El gobierno de Brasil es también otro de los responsables de
esta debacle, porque cometió casi todos los errores
posibles. La cancillería de Brasil presentó su propio
candidato a último momento (Felipe Seixas Correa), quebrando
la unidad del Mercosur y de América Latina. Pero además lo
hizo bajo un fuerte histrionismo, con muchas críticas a
otros candidatos, generando resquemores en la región. El
candidato de Brasil debió abandonar la postulación en la
primera ronda de evaluación, lo que generó nuevas críticas a
la falta de transparencia del proceso, y hasta último
momento Itamaraty no se expresó a favor de otros candidatos,
dejando en evidencia la desunión regional.
Toda este proceso deja en claro que si bien los
agrupamientos de países en desarrollo más de una vez
reclamaron un nuevo protagonismo, en especial accediendo a
la dirección de la OMC, no logran concretar esas
aspiraciones. A pesar de contar con la mayoría en el seno de
la OMC, no se ponen de acuerdo entre ellos, no están
dispuestos a asumir los costos de su autonomía, y una vez
más Washington y Bruselas controlarán los resortes del
comercio global. Como premio adicional, también contarán con
la UNCTAD.
Se perdieron las esperanzas abiertas tras la crisis de la
OMC en Cancún, donde varios países del sur lograron imponer
sus puntos de vista y dejar en claro la defensa de algunos
de sus intereses comerciales. Las designaciones de Lamy y
Panitchpakdi dejan aquellas esperanzas por el camino; la
renuncia de muchos gobiernos a ser sujetos de su propia
autonomía y los errores de otros, permitieron esos
nombramientos y ensombrecen todavía más una situación que ya
es muy complicada.
Eduardo Gudynas *
Convenio La Insignia /
Rel-UITA
17 de mayo de 2005
* E. Gudynas es
analista de información en CLAES D3E
(Desarrollo, Economía, Ecología, Equidad - América Latina).
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