El pasado 5
de diciembre murió Oscar Niemeyer, el arquitecto que, junto al urbanista Lucio
Costa, creó en la década de los 60 la entonces futurista capital Brasilia.
Comunista notorio, polémico, lo llamaron “el poeta de las curvas” por su estilo
ondulante de diseñar edificios siempre sorprendentes. Sirel dialogó con Jair
Krischke, presidente del Movimiento de Justicia y Derechos Humanos (MJDH) de
Porto Alegre, quien aporta una visión personal sobre el gran arquitecto.
-¿Qué significó Oscar Niemeyer para
la sociedad brasileña?
-Desde el punto de vista profesional
Niemeyer fue el padre de la arquitectura brasileña. Él se ganó un lugar
de privilegio en esa disciplina, no sólo en el ámbito nacional sino también en
el internacional porque revolucionó la arquitectura, la manera de pensarla y la
forma de usar el producto de sus creaciones.
Sus obras siempre han contenido
mensajes sociales, culturales y políticos además de artísticos.
-¿Y qué dices de la persona, del ser
humano?
-Alguien interesantísimo. Siempre
fue comunista, y nunca lo ocultó. Un comunista peculiar en muchos sentidos,
porque por ejemplo también era muy acaudalado en virtud del dinero que ganaba
con sus grandes emprendimientos.
Pero era un verdadero “amigo de
sus amigos”, alguien que ayudó a muchos de sus compañeros cuando estuvieron mal
económicamente.
Decía que sus obras
“podrán gustar o no, pero nadie podrá decir que vio antes algo
semejante”… |
Cuando Carlos Prestes,
histórico dirigente comunista, regresó del exilio Niemeyer fue uno de
quienes se movilizaron para comprarle una casa donde pudiera vivir. Siempre
fue solidario, franco, dispuesto al compromiso. Por eso era tan respetado por
todo el mundo.
-¿Era jovial, alegre?
-Le gustaba el humor. Tenía algunos
dichos interesantes. Recuerdo dos: siempre le preguntaban cómo siendo un notorio
comunista era al mismo tiempo constructor de catedrales. Y él contestaba: “Creo
que los señores obispos conocen mi opción ideológica y piensan que soy un ateo
irredimible, pero que soy un artista, y por mi parte pienso lo mismo de ellos”.
También decía que sus obras “podrán
gustar o no, pero nadie podrá decir que vio antes algo semejante”.
-Y tenía razón...
-Tenía sentido del humor, y creo que
ya hasta probablemente se creyera inmortal, porque le faltaban pocos días para
cumplir 105 años.
Y siempre lúcido, inquieto. Durante
la anterior internación hospitalaria que tuvo hace algunos meses, compuso un
samba junto con uno de los enfermeros que lo cuidaban.
Era muy sensible, un gran artista. Nos hará falta.
Tenía una gran capacidad de trabajo,
aún hasta hace muy poco tiempo. Varios proyectos en los que estaba involucrado
quedaron esperándolo en su oficina.
Quizás esta gran actividad intelectual, sensible y física es lo que lo mantuvo
tanto tiempo disfrutando de la vida.
Dicen que nadie es insustituible,
pero a veces, sustituir a algunos es muy difícil…
|