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Hacia una nueva política
económica
La política económica es un campo netamente normativo de la
economía, es decir, responde a ideologías, juicios de valor
y, lamentablemente en forma bastante frecuente, a
particulares intereses. Durante mucho tiempo en el Ecuador
se ha aplicado una política económica básicamente en función
del capital, especialmente el financiero. Para legitimar
esta "opción" de política, no se ha dudado en distorsionar
conceptos tan fundamentales como la estabilización
económica, el cual ha sido reducido al simple control de la
inflación, cuando en realidad, este concepto se refiere al
logro del máximo nivel de producción y empleo sostenible en
el tiempo; el ámbito de la política económica se ha limitado
a la simple programación fiscal que garantice excedentes
para maximizar el pago de la deuda pública y, en alterar
prioridades incluso éticas, como la supremacía del trabajo
humano sobre el capital.
Los resultados de estas políticas están a la vista; y,
después de quince años de aplicación -con especial énfasis,
incapacidad y corrupción en el gobierno del coronel Lucio
Gutiérrez- las consecuencias han sido desastrosas. De esta
forma, Ecuador prácticamente no ha crecido en los últimos
tres lustros, la inequidad ha aumentado y el desempleo se ha
duplicado en relación con las cifras de inicios de los años
noventa, a pesar de la masiva emigración de compatriotas
ocurrida en los últimos años.
Estas políticas han podido mantenerse en base a engaños y
actitudes antidemocráticas por parte de los beneficiarios de
las ellas, con total respaldo de los organismos
multilaterales, convertidos en representantes de los
acreedores y en brazos ejecutores de la política exterior de
determinados países; por lo que, además del fracaso
económico, también se ha mermado la soberanía y
representatividad del sistema democrático (1).
Sin embargo, en 106 días en el Ministerio de Economía y
Finanzas, se demostró no sólo que otra agenda es posible,
sino que es viable un manejo verdaderamente soberano de la
política económica -es decir, más que liberar mercados,
liberar al país de los atavismos y poderosos intereses
nacionales e internacionales que lo dominan- con una clara
opción preferencial por los más pobres y débiles y
priorizando al hombre sobre el capital. Dentro de esta nueva
línea de política económica, se realizaron varias acciones y
se plantearon lineamientos claves. Entre los principales,
tenemos la eliminación del FEIREP, una nueva política de
tratamiento de deuda y endeudamiento, la búsqueda de la
integración regional, y la superación definitiva del falso
dilema entre lo económico y lo social.
La
eliminación del FEIREP y la prioridad de lo social
La Ley de "Responsabilidad, Estabilización y Transparencia
Fiscal" (LOREYTF), aprobada en 2002, creó el Fondo de
Estabilización, Inversión Social y Productiva y Reducción
del Endeudamiento Público - FEIREP, el cual se nutría de la
participación estatal en la producción privada del petróleo
a transportarse por el nuevo oleoducto de crudos pesados (OCP)
concluido en el año 2003; del 45% del exceso de ingresos
petroleros sobre los presupuestados y del superávit
presupuestario, si lo hubiere. En una situación, tal vez
única en el mundo, el 70% de todos estos recursos, por ley,
se destinaban a la recompra de la deuda pública, lo que
revalorizó artificialmente los bonos de la deuda ecuatoriana
y generó una utilidad enorme a los tenedores de deuda. Es
decir, mientras en otros países constituye hasta delito
anticipar operaciones financieras que originen ilegítimas
ganancias de los tenedores de títulos, con el FEIREP esta
práctica se elevó al rango de ley de la República.
Incomprensiblemente, sólo un 10% de esos recursos se
destinaban al desarrollo humano y, el 20% restante se
destinaba a un fondo de estabilización en el caso de caída
de los precios del petróleo, así como para emergencias
nacionales. De esta forma, como el Estado recibe alrededor
de un 20% del crudo pesado transportado por el OCP, la
anterior distribución significaba que de cada cien barriles
de la nueva producción petrolera, solamente "dos" barriles
iban a educación y salud del pueblo ecuatoriano.
Por otro lado, de forma también incomprensible, los recursos
del FEIREP ni siquiera entraban al presupuesto del Gobierno
central y se mantenían en un fideicomiso administrado por el
Banco Central del Ecuador. Esta situación subregistraba
ingresos, lo cual a su vez incrementaba artificialmente el
déficit, y, sobre todo, se producía un subregistro del
servicio de la deuda pública. La situación era tan absurda
que mientras el país ponía centenas de millones de dólares
del fideicomiso en el extranjero, rindiendo aproximadamente
2% anual, al mismo tiempo tenía que endeudarse con costos
superiores al 8% anual.
Además de lo anotado, la LOREYTF establecía -entre otras
reglas macrofiscales- un crecimiento máximo para el gasto
primario de 3,5% anual en términos reales, lo cual
significaba que en el Ecuador existía techo para todo, menos
para el servicio de la deuda (2). Así pues, con esta "regla"
se limitaban aspectos tan esenciales como la inversión
pública; política que no resiste ningún análisis técnico y
que tan sólo puede explicarse por la pretensión de maximizar
los recursos disponibles para el pago de deuda, así como por
un fundamentalismo ideológico que busca que cualquier
inversión sea exclusivamente con capital privado (3).
Finalmente, cabe indicar que la Ley de "Responsabilidad,
Estabilización y Transparencia Fiscal" fue impuesta por el
Fondo Monetario Internacional (FMI) como una de las
condiciones para firmar un acuerdo con el gobierno de
Gustavo Noboa, acuerdo que finalmente nunca se concretó. Es
decir, mientras el FMI está supuestamente en contra de las
preasignaciones presupuestarias, pues "restan flexibilidad
al manejo de las finanzas públicas", el propio Fondo impuso
la creación del FEIREP, el cual constituye probablemente la
mayor preasignación presupuestaria de toda la historia
ecuatoriana. Paradójicamente, todas estas distorsiones de la
información y del manejo fiscal se producían gracias a una
ley de "transparencia" fiscal.
Luego de la caída del coronel Gutiérrez, esta situación
cambió en menos de 100 días, por medio de un proyecto de ley
urgente enviado al Congreso Nacional, el cual fue aprobado
prácticamente en forma unánime por los legisladores. En sus
partes más relevantes, la reforma eliminó el fideicomiso e
ingresó los recursos del FEIREP al Presupuesto General del
Estado, para así lograr una mayor transparencia en las
finanzas públicas; cambió la distribución de los recursos y,
eliminó el techo de crecimiento anual para inversión
pública.
Con la nueva distribución de los recursos del FEIREP, se
destinó un 30% para proyectos de inversión en salud y
educación; 35% para crédito productivo o recompra de deuda
-éste último, en caso de que las condiciones de mercado sean
las convenientes para el país-; 5% para ciencia y
tecnología; 5% para mantenimiento vial, y 5% para
remediación ambiental en las zonas afectadas por la
explotación petrolera (4). Cabe indicar que, contrariamente
a lo que manifestaron supuestos analistas económicos
opuestos a la reforma, se mantuvo el 20% de los fondos para
estabilización y emergencias. Más aún, de acuerdo a la
reforma, cualquier saldo no utilizado en los rubros
mencionados, irá a alimentar el fondo de estabilización y
emergencias, por lo que la modificación a la ley "aumenta"
los ingresos del fondo, no los disminuye, y, menos aún, los
elimina, como perversamente repiten ciertos sectores.
Finalmente, gracias a los nuevos recursos para salud y
educación, y a la eliminación del techo para la inversión
pública, en la proforma presupuestaria de 2006 existe un
incremento del 20% en inversión pública, esto es, cerca de
300 millones de dólares, lo que dará un importante impulso a
la reactivación económica, así como al pago de la deuda
social.
Política soberana de
endeudamiento y manejo de la deuda pública
Uno de los principales desafíos del Ecuador es vencer la
cultura de endeudamiento que hemos adquirido a través de los
años, y que nos ha llevado a una situación de
sobre-endeudamiento altamente costosa para el país. De esta
forma, la nueva política de endeudamiento estableció que el
país debía utilizar tanto ahorro interno como sea posible, y
sólo endeudarse lo estrictamente indispensable. Para ello,
se redefinió la política de endeudamiento con los organismos
multilaterales y gobiernos, estableciendo que estos
préstamos externos se usarían fundamentalmente para
inversiones productivas que generen flujo de divisas para
pagar deudas, mientras que los proyectos sociales se
financiarían con recursos propios. Esta línea de actuación
no dejó de enojar a algunos organismos internacionales,
talvez porque existía un ministro de Economía ecuatoriano
que "rechazaba" créditos, lo cual supuestamente alteraba la
"estrategia" que tenían para el país.
Sin embargo, no habrá solución integral al problema de la
deuda mientras no se reforme la arquitectura financiera
internacional. Por tanto, se buscó redefinir el criterio de
sustentabilidad del servicio de la deuda, determinar la
deuda externa ilegítima, así como promover la creación de un
"tribunal internacional de arbitraje de deuda soberana". Si
bien, desde un punto netamente financiero, la
sustentabilidad del servicio de la deuda significa todo lo
que un país pueda pagar sin comprometer flujos financieros
futuros, independientemente de los niveles de bienestar al
que someta a su población; un criterio de sustentabilidad
adecuadamente definido, debe considerar implicaciones de
bienestar, como por ejemplo, el servicio de deuda que
permita a los países endeudados alcanzar las Metas del
Milenio.
Por otro lado, existe una deuda externa ilegítima, adquirida
en situaciones dudosas, no usada para los fines para los que
fue contratada, o que ya ha sido pagada varias veces. Luego
de definir adecuadamente el criterio de sustentabilidad y lo
que es deuda ilegítima, un tribunal internacional, es decir,
un tercero imparcial, debería decidir la deuda a pagar, la
capacidad de pago y modo de pago de los países endeudados.
Cabe indicar que en estos momentos, no existe dicho tercero
imparcial y los países endeudados tienen que acudir al FMI,
es decir, al representante de los acreedores.
Por otro lado, en tanto los países latinoamericanos deben y
transfieren ingentes cantidades de recursos al primer mundo,
hecho que impide su desarrollo, al mismo tiempo los países
de la Cuenca Amazónica constituyen el pulmón del planeta,
pulmón sin el cual la vida en el planeta sencillamente se
extinguiría. Sin embargo, por ser el aire puro un bien de
libre acceso, no reciben la justa compensación por el
servicio que generan. De esta forma, se buscó también
promover la creación de una agencia internacional que valore
adecuadamente los bienes ambientales generados por los
países endeudados y, a su vez, que cobre el consumo de
dichos bienes a los países industrializados contaminadores
(la deuda ecológica). Con dichos fondos, se podría pagar a
los acreedores de los países endeudados generadores de medio
ambiente, sin comprometer el desarrollo de éstos, en el
marco de una lógica no de caridad, sino de estricta
justicia.
Disminuir dependencia y
vulnerabilidad a través de la integración regional
Los países latinoamericanos no necesitarían de una
condonación de deuda, sino de una adecuada reestructuración
y financiamiento de ésta. De hecho, en el caso del Ecuador,
la transferencia neta hacia los organismos internacionales
es negativa, es decir, es más lo que paga que lo que recibe
de estos organismos. En consecuencia, no se puede hablar de
ayuda para el desarrollo si esta situación continúa. El
Ecuador debería comenzar a independizarse de estos
organismos internacionales, los cuales, como se mencionó
anteriormente, son representantes de paradigmas e intereses
extranjeros. Más aún, los créditos multilaterales de libre
disponibilidad que sirven, especialmente, para pagar a esos
mismos organismos y al financiamiento en general, son las
nuevas formas de subordinar a nuestros países.
Los países latinoamericanos buscan permanente financiamiento
y, sin embargo, la región tiene centenas de miles de
millones de dólares en reservas invertidos en el primer
mundo, hecho que constituye un verdadero absurdo. Por ello,
el recuperar esas reservas para la región, juntarlas y
administrarlas adecuadamente permitiría financiar a los
países de la propia región, es decir, sería el inicio de una
gran integración financiera. Más que un imperativo
económico, éste constituye un imperativo del sentido común.
Por todo lo anterior, durante los 106 días de gestión en el
ministerio de Economía y Finanzas, se buscó nuevas fuentes
de financiamiento a nivel regional, principalmente con el
gobierno de Venezuela. Esta operación permitirá al país
diversificar sus fuentes de financiamiento y acceder después
de 20 años a los mercados internacionales. Esta acción, que
tan sólo con Venezuela podría alcanzar los 300 millones de
dólares, hará posible una importante reestructuración de la
deuda interna, de corto plazo y altamente costosa para el
país. Sin embargo, es necesario seguir diversificando las
fuentes de financiamiento para, como se mencionó
anteriormente, disminuir la dependencia de organismos
multilaterales e incluso de grupos de poder locales. Es
necesario buscar países con capacidad de financiamiento,
como el caso de Brasil y China.
En esta línea de reflexión se abren también otras opciones
para consolidar la integración, como son las múltiples
posibilidades de integración energética con Venezuela y los
otros países de la región. Se planteó, en este sentido, la
posibilidad de refinar crudo ecuatoriano en las refinerías
venezolanas para mejorar el rendimiento económico e,
incluso, para asegurar el abastecimiento de derivados en el
mercado ecuatoriano. Así, se terminaría el absurdo de
exportar petróleo crudo e importar derivados, que le cuesta
al país millones de dólares anuales. Igualmente, se podrían
auscultar propuestas de financiamiento conjunto para la
construcción de proyectos hidroeléctricos, que tanta falta
le hacen al Ecuador. Por último, hay hechos tan evidentes
que su falta de atención sólo se explica por los poderosos
intereses en juego. Por ejemplo, un convenio con PEDEVESA,
la empresa pública de petróleos venezolana, que provee el
100% del gas licuado de petróleo (GLP) que importa Ecuador,
importación que en los actuales momentos se realiza con la
intermediación de una empresa privada ecuatoriana, lo cual
significa al país decenas de millones de dólares anuales
inútilmente gastados.
Inversión en capital humano
y capital social
La inversión en capital humano, además de ser un fin en sí
mismo (5), constituye la mejor inversión para un crecimiento
equitativo de largo plazo. Sin embargo, Ecuador es uno de
los cinco países latinoamericanos con menor inversión social
por habitante. Mientras el promedio latinoamericano se
encuentra en 540 dólares por habitante, el gasto social
ecuatoriano es de 115 dólares por habitante (UNICEF, 2003)
(6). Aunque existen serios problemas de calidad en la
inversión social en Ecuador, las cifras demuestran
claramente que también es un problema de nivel de recursos.
De esta forma, pretender mantener o incluso reducir el gasto
público en estos sectores, argumentando que el problema es
tan solo de calidad y no de cantidad, no resiste ningún
análisis serio. Lo anterior incluye también al tan denostado
gasto corriente en sectores sociales (sueldos y salarios,
capacitación, etc.), el cual económicamente puede constituir
la mejor inversión en capital humano. Revertir la baja
inversión en capital humano implica entonces destinar más
recursos para este fin, lo que implica liberar recursos de
otras áreas. Precisamente, la reforma del FEIREP apuntó en
este sentido, aunque aún falta mucho por hacer.
Sin embargo, los países exitosos no sólo han tenido un alto
capital humano, sino que también han sido sociedades
motivadas, con energías intrínsecas, mirando juntos hacia
los mismos objetivos, socialmente cohesionados, etc.; un
conjunto de características que se conoce como capital
social. Lamentablemente, en las últimas décadas, el
deterioro del capital social de América Latina es evidente;
un fenómeno que puede ser vinculado a la estrategia de
desarrollo basada en el individualismo de mercado y a los
programas de estabilización y ajuste estructural diseñados
en función del cumplimiento de compromisos externos,
obviando los grandes compromisos nacionales y, de esta
forma, rompiendo la cohesión social.
En consecuencia, las políticas económicas deben integrar
explícitamente sus efectos sobre el capital humano y social,
considerando su preservación como elementos fundamentales
para el desarrollo y, más allá de temporales y muchas veces
aparentes logros económicos (7). En este sentido, la
política social debe ser diseñada como una parte fundamental
de la política económica, y no simplemente con un criterio
asistencialista y como parche de esta última. De acuerdo con
esta perspectiva, en el ministerio de Economía y Finanzas se
diseñó la creación de la Subsecretaría de Política Social,
para integrar orgánicamente las políticas económicas y
sociales, y superar definitivamente el falso dilema entre lo
económico y social.
A modo de conclusión:
Hacia una nueva noción y estrategia de desarrollo
La política económica seguida por el Ecuador desde finales
de los años ochenta se ha enmarcado fielmente en el
paradigma de desarrollo dominante en América Latina, el
neoliberalismo, el cual parte de que los mercados nacionales
e internacionales resuelven todas las cuestiones económicas,
incluso las sociales; con las inconsistencias propias de la
corrupción, la necesidad de mantener la subordinación
económica y la exigencia de servir a la deuda externa.
Felizmente, después de un estruendoso fracaso, el ciclo
neoliberal está llegando a su fin en América Latina, como lo
demuestran los procesos de Argentina, Brasil, Uruguay y
Venezuela.
De esta forma, Ecuador y Latinoamérica deben buscar no sólo
una nueva estrategia sino también una nueva noción del
desarrollo, donde éste no sea simplemente imitar modelos que
sólo reflejen percepciones, experiencias e intereses de
países y grupos dominantes; donde economías tan vulnerables
no se dejen completamente sometidas a la entelequia llamada
mercado; donde el Estado y la acción colectiva recuperen su
papel esencial para el desarrollo; donde se preserven
activos intangibles pero fundamentales como el capital
social; y donde las aparentes exigencias de la economía no
sean excluyentes y peor aún antagónicas del desarrollo
social.
Rafael Correa
Convenio
La Insignia / Rel-UITA
13 de
enero de 2006
Bibliografía y referencias
Correa, Rafael (2004) "La Vulnerabilidad de la Economía
Ecuatoriana: Hacia una mejor política económica para la
generación de empleo, reducción de la pobreza y
desigualdad". Quito: Programa de las Naciones Unidas para el
Desarrollo.
Correa, Rafael (2005) "Informe de Labores como Ministro de
Economía y Finanzas del Ecuador". Quito. No publicado.
UNICEF (2003) "El Gasto Social en la Proforma 2004". Quito.
No publicado.
Notas
(1) Un ejemplo
muy claro y reciente de aquello fue el gobierno de Lucio
Gutiérrez, el cual, luego de ofrecer en campaña un cambio
profundo en el manejo económico, una vez en el poder, aplicó
el programa económico e incluso utilizó a los colaboradores
del candidato Osvaldo Hurtado, el cual había obtenido apenas
algo más del 1% del voto popular.
(2) En efecto,
el gasto primario es todo gasto fiscal, exceptuando
intereses y pago de capital de la deuda pública.
(3) Esto
significaba que incluso si el país descubría uranio y
obtenía billones de dólares anuales, el Estado no podía, por
ejemplo, construir una simple represa hidroeléctrica, pues
hubiese "violado la ley". De esta forma, la represa debía
ser construida solamente por el sector privado, y los fondos
públicos extraordinarios tenían que ser utilizados
exclusivamente para pagar deuda.
(4) Cabe
indicar que el proyecto original contemplaba 40% para
crédito productivo y recompra de deuda, y 10% para fomento
de la ciencia y tecnología. El cambio en estos porcentajes e
inclusión de nuevos rubros fue decidido por el Congreso
Nacional.
(5) De hecho,
puede resultar hasta insultante hablar de capital humano,
pues esto implica poner al hombre como un medio de
producción, cuando es el fin mismo de la producción y de la
economía en general. En consecuencia, aquí utilizaremos este
término tan solo como un recurso metodológico. (6) Dato para
el año 1998-1999, en dólares de 1997.
(7) Esto
ocurre, por ejemplo, cuando se habla de flexibilidad laboral
en sociedades que no tienen capacidad de generar empleo y ni
siquiera tienen subvenciones de desempleo, o cuando los
salarios se convierten en la variable de ajuste ante las
crisis, mientras se destinan ingentes recursos para
remunerar al capital y compromisos externos.
Texto perteneciente al libro Asedios a lo imposible.
Políticas económicas en construcción
Editores: Alberto Acosta y Fander Falconí. Ecuador,
noviembre del 2005.
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