Quienes vivimos desde hace muchos años
en el Paraguay tenemos la
sensación de que aun no ha sonado su
hora positiva en la Historia. La
negativa, sí la tuvo cuando en la
década de los sesenta del siglo XIX el
entonces Imperio del Brasil y las
Repúblicas de Argentina y
Uruguay en la llamada Guerra de
la Triple
Alianza lo destrozaron, lo
achicaron geográficamente y diezmaron su
población. Desde entonces no ha
levantado cabeza. Recordemos que en la
hora positiva o negativa de la Historia
influye demasiado la buena o pésima
conducción política.
Actualidad histórica del Paraguay
Está así planteada: un mismo partido
político, con una pseudo democracia de
gobierno, lleva sesenta años en el
Poder con una política corrupta,
clientelística, prebendaria y vendiendo
la soberanía nacional para sobrevivir. Y
esto no se soporta más. Cito algunos
datos del estado de la población.
De cada 100 niños que comienzan el
primer grado de la primaria solamente 30
llegan a la secundaria. 150.000
campesinos cada año dejan sus tierras y
se vienen al departamento Central o a la
capital, Asunción. El 10 por
ciento de la población más rica
consume 90 veces más que el 10 por
ciento de la población más pobre. Uno de
cada tres paraguayos no tienen acceso a
centros de salud. Dos millones y medio
de habitantes (de cinco y medio) están
bajo la línea de la pobreza. La
inseguridad se ha adueñado del País, que
cuenta con 14.000 policías, bastantes
de ellos llamados “polisbandi” que
participan en los robos, secuestros o
viven de coimas.
Al Paraguay lo podemos dividir
en tres estamentos
.
Por respeto a ellas no explico más.
Saquemos los que son honrosas
excepciones de todo lo dicho: grupos de
empresarios y agricultores, algunos
políticos de grandes o pequeños partidos
y un número creciente de paraguayos y
paraguayas del campo y de la ciudad que
actúan como ciudadanos, lo cual
significa que viven su compromiso con la
Patria y se organizan.
Este es el retrato de una Nación que
vive sin rumbo en medio de una
naturaleza que, a pesar de los
destrozos, es todavía un paraíso.
El cambio pasa por una alternancia
con alternativa
Las elecciones del 20 de abril del 2008
podrían marcar el comienzo de un proceso
de cambio.
Existe el hartazgo de una mayoría
cansada, que cada vez le va peor en la
llamada microeconomía. Porque en la
macroeconomía, a los amos del
Paraguay, le va cada vez mejor.
De cada 100 niños que comienzan el
primer grado de la primaria solamente 30
llegan a la secundaria. 150.000
campesinos cada año dejan sus tierras y
se vienen al departamento Central o a la
capital, Asunción. El 10 por ciento de
la población más rica
consume 90 veces más
que el 10 por ciento de la
población más pobre. Uno de
cada tres paraguayos no
tienen acceso a
centros de salud. Dos
millones y medio de
habitantes (de cinco y
medio) están bajo la línea
de la pobreza. |
La ANR
(Colorado) ya está gastada. A pesar de
que presume de ser el partido político
con más afiliados en América Latina,
más de un millón setecientos mil. Y algo
semejante habría de decir del otro gran
partido el Partido Liberal Radical
Auténtico (PLRA).
En este entorno, surge el liderazgo de
Fernando Lugo, y quedó en
libertad otro personaje con carisma de
masas, Lino Oviedo, ex general
famoso por su paranoia de acceder como
sea al poder, absuelto de un golpe de
estado y todavía encausado por el Marzo
Paraguayo y el asesinato del
Vicepresidente Luis María Argaña
(1999).
El cambio exige unas condiciones
que casi no se dan
La primera, que hubiera una verdadera
oposición. A pesar de las actuales
alianzas, esta oposición es muy débil
porque sus miembros, más que el cambio,
buscan obtener personalmente una
bancada en el posible futuro gobierno.
Desde el año y medio que están en
conversaciones solamente el tema de la
distribución de posibles cargos ha sido
la pelea. Diríamos que se fijaron en una
alternancia, pero olvidaron qué programa
alternativo van a presentar en las
elecciones
La segunda es que Fernando Lugo
no ha sabido idear un programa
alternativo y buscar con firmeza entre
todos los mejores para llevarlo a cabo.
La tercera, es que Lino Oviedo
tampoco está preparando un programa de
futuro, sino fanatizando con promesas
(como hace la ANR, partido del
que proviene). Su tinte dictatorial y la
posibilidad de que fuera presidente,
levantó contra él al Pueblo en el Marzo
Paraguayo de 1999.
La cuarta, es que el cambio se tiene que
dar en el ámbito de unas elecciones
democráticas, que están regidas por el
Tribunal Superior de Justicia Electoral
(TSJE) dominado por la ANR.
Hacer una elecciones bajo su patrocinio
es como jugar un partido de fútbol, en
cancha contraria, con reglas de juego
hechas a favor del contrincante y con el
árbitro vendido a él.
Y la quinta, es la falta de fuerzas
políticas progresistas capaces de
vehicular todas las luchas que existen
diariamente
No hay garantías de unas elecciones
generales justas
Acabamos de tener las elecciones
internas de los dos mayores partidos
tradicionales. Prueba adelantada de lo
que pueden ser las elecciones generales
del 20 de abril próximo.
Estas internas en ambos partidos, se
han parecido más a una subasta de votos
en la que gana el mejor postor. Todo
esto se ha filmado, se ha visto, ha
salido sin pudor en los medios de
comunicación.
Todo esto es de dominio público. Y el
TSJE ha manifestado que todo ha sido
normal.
¿Será una oportunidad desperdiciada?
Da tristeza decirlo, pero posiblemente
sí. A menos que Lugo logre
aglutinar a los mejores y entusiasme a
las mayorías (en algunos meses pasados
ha tenido una aceptación superior del
60% de la población).
En todos los partidos existen ciudadanos
que quieren el cambio, pero ese cambio
llegará, a menos que este grupo se una y
haga ya un plan de salvación nacional
que toque verdaderamente los problemas
inmensos de la población.
Sí patrióticamente se fuerza un cambio
radical en el TSJE,
sustituyéndolo por una institución
verdaderamente neutral y justa. Los que
queremos el cambio podemos ganar las
elecciones, pero por las trampas
aceptadas por el TSJE no podemos
llegar al Poder.
El cambio llegará, si a través de una
campaña popular, abramos los ojos y nos
sintamos con la responsabilidad
histórica de comenzar este proceso.
¿Difícil? ¡Dificilísimo¡ Pero no
imposible si nos unimos todos los que
decimos querer el cambio.
Y esta es la mayor dificultad.
¿Derrotados antes de la batalla?
De ninguna manera. Solamente recordando
nuestros compromisos que, en abril de
2008, “Dios y la Patria nos los
demandarán o agradecerán”… luego.