Acabó la era de la Concertación de
Partidos por la Democracia, que
gobernó durante 20 años. Chile
eligió a un nuevo gerente, el
empresario Sebastián Piñera
Echeñique -el Berlusconi chileno-,
que hace 17 años se propuso ser
Presidente, y este 17 de enero se
impuso en las urnas. El desalojo de
La Moneda se hizo realidad. “Es sólo
un alto en el camino”, dijo el
derrotado candidato oficialista
Eduardo Frei Ruiz-Tagle. Después de
52 años la derecha vuelve al poder
por la vía de las urnas.
La supervivencia de la Concertación no está
asegurada. A pesar de todo, mantiene
la mitad de la Cámara, la mayoría en
el Senado y la mitad de los
municipios. Pero si quiere
sobrevivir deberá refundarse desde
la oposición. Eso significa
prácticas políticas, rostros y temas
nuevos.
Piñera,
que proviene de una familia
democratacristiana, intentará
cooptar al Partido Demócrata
Cristiano (DC) o, en su
defecto, a sus sectores más
conservadores. Lo propio ocurrirá
con los sectores del Partido por la
Democracia (PPD), más
neoliberales y populistas.
La derecha chilena se divide básicamente en dos
partidos: Renovación Nacional (RN)
-de donde proviene Piñera-, y
la ultraderechista Unión Democrática
Independiente (UDI),
herederos orgullosos del
pinochetismo, cuna de colaboradores
del dictador Pinochet y de
violadores de los derechos humanos.
Sin embargo, la UDI es el
partido más fuerte. Personeros de la
dictadura de Pinochet
llegarán nuevamente al gobierno.
El futuro a la
derecha
Piñera
representa -un poco más que Frei-
un grave retroceso para los derechos
humanos y el cumplimiento de las
demandas históricas de las víctimas
de la dictadura. Sin duda, su
gobierno no responderá a las
recomendaciones que el sistema
internacional de derechos humanos ha
formulado a Chile. No
modificará la Constitución ni
incorporará instrumentos de
protección y participación social.
No atenderá las demandas de los
pueblos indígenas ni avanzará en los
derechos de los trabajadores,
mujeres, niños, migrantes y minorías
sexuales. En el mejor de los casos,
la violencia policial continuará
como hasta hoy.
La propuesta laboral de Piñera ha sido
criticada por los trabajadores.
Propone crear un “Consejo Nacional
del Trabajo”, compuesto por personas
propuestas por el Ejecutivo y
ratificadas en el Senado, que
supervisará la aplicación de las
normas laborales y previsionales, y
dictará normativas de criterios
fiscalizadores.
En la práctica significará destruir la actual
Dirección del Trabajo que existe
hace más de 90 años. Otras
propuestas son modificar el sistema
de indemnización por años de
servicios por un pago de 15 días por
año de servicio. Una forma de
abaratar el despido para los
empleadores que significará un grave
perjuicio para los trabajadores.
Creará, además, un banco de 290 horas
extraordinarias, que durante el año
el empleador distribuirá en forma
arbitraria y unilateral, afectando
las jornadas de los trabajadores del
comercio, ya que eliminaría del
Código del Trabajo el plazo de los
tres meses de anticipación para
pactar horas extras. Se aplicará la
extensión de las jornadas diarias
cuando el empleador lo estime.
Con Piñera se extenderá el teletrabajo, la
subcontratación y la precarización
del empleo. La flexibilidad salarial
asegurará precarios empleos y se
congelará el salario mínimo.
Piñera ha señalado que creará
una nueva institucionalidad para
fijar el salario mínimo, lo que ha
sido visto como un intento de
eliminar su incremento todos los
años.
En materias como la negociación colectiva
incluirá la flexibilidad horaria,
sistema de turnos y otros,
imponiendo los intereses de los
empresarios. Propone modificar los
Tribunales del Trabajo que apenas
llevan meses en aplicación y en los
cuales la mayoría de las demandas ha
sido favorable a los trabajadores,
con juicios mucho menos extendidos
que en el antiguo sistema.
Los trabajadores en
alerta
Según la Central Unitaria de Trabajadores (CUT),
la llegada de Piñera a La
Moneda “dividirá al movimiento
sindical”. En un acto de desagravio,
la CUT respondió a la
intervención de Piñera en el
último foro televisivo antes de la
elección en el que aseguró que “se
entenderá directamente con los
trabajadores y no con las cúpulas
sindicales”.
Por su parte, la Federación de Trabajadores del
Cobre (FTC) señaló su “total
desacuerdo con la privatización de
Codelco”. Piñera
anunció la incorporación de capital
privado en esa minera estatal.
“No estamos de acuerdo con una reforma
constitucional para llevarla a cabo,
tal como lo ha insinuado el señor
Piñera. La Codelco
totalmente estatal ha sido el mejor
negocio para Chile, ya que ha
transferido el total de los
ingresos generados al erario
fiscal, lo que ha permitido al
Estado financiar los programas
sociales y cumplir el rol que le
corresponde en beneficio de todos
los chilenos y, muy especialmente,
de los desposeídos”, señala la
FTC.
“Sólo en el periodo 2006-2008, Codelco
efectuó pagos al fisco por un total
de 23 mil millones de dólares,
cifra muy superior a los pagos que
hizo el alabado sector privado por
explotar mayor cantidad de recursos
naturales no renovables, los cuales
ya no estarán disponibles para las
futuras generaciones de chilenos (…)
Se justifica plenamente mejorar el
cobro del royalty, en coherencia con
los superiores intereses nacionales
y el necesario impulso al desarrollo
regional”.
Y advierten: “Defenderemos un modelo de gestión
participativo y responsable.
Defenderemos las conquistas y
derechos que hemos ganado en décadas
de lucha. Si la voluntad política de
las nuevas autoridades del país es
privatizar parcialmente Codelco,
atomizar el mundo sindical, frenar
el desarrollo de la empresa o
cercenar nuestros derechos, tenemos
principios sólidos y clara
conciencia de lo que es justo hacer
sin ninguna vacilación”.