"Todos los estudiantes
latinoamericanos deben de tener ideas claras sobre como
el fenómeno de la globalización se difundió en América
Latina, qué consecuencias tuvo su aplicación y la
reacción de la sociedad latinoamericana frente a ese
proceso económico, político y social." Ignacio Ramonet,
director de "Le Monde Diplomatique" realizó este llamado
en su exposición: "América Latina frente a la
globalización" el pasado 10 de junio, en el marco de un
ciclo de conferencias que tuvo lugar en la Universidad
Nacional Autónoma de Nicaragua. A continuación
reproducimos lo sustancial de su interesante reflexión.
"¿A qué le
llamamos globalización?
La globalización es un fenómeno que
pretende ser únicamente económico y pretende serlo con
mucha arrogancia. En realidad, pretende ser la única
fórmula económica que funciona, basándose en el
principio del neoliberalismo. Es decir, la idea de que
después del fracaso de la Unión Soviética ya no hay vías
alternativas en materia económica.
Esta idea, desarrollada
originariamente por un grupo de economistas
estadounidenses, esencialmente por Milton Friedman,
que en los años 70 desarrollaron la idea de que,
para favorecer la flexibilidad de la ideología, a todas
costas había que reducir la talla del estado.
Pensaban que el estado, a lo largo
del siglo XX, había tenido la tendencia a extenderse
demasiado, a ocupar mucho espacio y que por
consiguiente, había que reducirlo, había que suprimir al
estado y a una de sus más importantes prerrogativas. Es
decir, el estado no tenía que jugar ningún papel
económico, no poseer nada, ni recursos en dinero, ni
tierras, ni empresas estratégicas como las del
transporte, servicios básicos, etcétera.
El estado
debía vender o sea privatizar
Estas privatizaciones, que empezaron
de forma brutal en los años 80, se hacían por primera
vez en la historia. Después del siglo XVIII, los estados
vivieron un gran desarrollo y fueron también actores
económicos para poder tener los medios y distribuir la
riqueza nacional.
Antes, en muchos países donde había
sólo algunas riquezas, estas pertenecían a unos pequeños
grupos de la sociedad, las oligarquías que poseían el 80
o 90 por ciento de la riqueza nacional. La situación era
extremadamente injusta y la gente seguía protestando.
Esos pequeños grupos (un 10 por ciento de la población),
defendían sus privilegios apoyándose en un aparato
represivo fuerte, que no servían para defender al país,
sino a los ricos de los pobres.
En las sociedades modernas, a partir
del siglo XIX y después de una serie de revoluciones,
poco a poco el estado se apropió de estas propiedades
para distribuir la riqueza entre la mayoría de la
sociedad. El estado pasó a ser un actor económico muy
importante.
A lo largo del siglo XX, el estado
había desarrollado su capacidad de cobrar impuestos a
los que debían de pagar impuestos, es decir a los que
más ganaban y estos impuestos servían al estado para
construir las infraestructuras que permiten darle a la
sociedad lo que necesita, los servicios básicos.
Se transformó en un estado benefactor
introduciendo los principios de la seguridad social, la
jubilación. Un estado estratega para el futuro y
planificador. Ese estado era en definitiva un estado
para los pobres.
La tesis de la globalización era que
ese estado tenía que desaparecer y de igual manera
tenían que desaparecer los impuestos, con la idea de que
'un estado mínimo es un estado mejor', 'menos estado,
mejor estado', pero eso era bueno sólo para los ricos y
no para los pobres.
Entonces se desarrolló la tesis de
que había que privatizar todo lo que pertenecía al
estado.
Si un país poseía petróleo y
pertenecía al estado, al privatizarlo ocurría que lo
compraban los ricos o peor, lo compraban los extranjeros
y el país perdía el único recurso para ayudar a los más
necesitados.
(…) Reducir al estado quiere decir
también disminuir su Presupuesto y por consiguiente, el
número de sus funcionarios y los países que han aplicado
la globalización han despedido a miles de funcionarios,
han reducido su jubilación y en muchos países ya casi no
existe una educación y una sanidad públicas. Los más
pobres van a una escuela de escasa calidad y los ricos
van a la escuela privada, manteniendo de esa manera la
estratificación social: los más pobres siempre serán
pobres y los ricos siempre serán ricos.
La globalización ha creado un
desposeimiento de la riqueza y de la soberanía nacional,
manteniendo una diferencia de categoría social y de
gasto social muy marcado. Y esto en un contexto
político, el de los 90, donde por razones históricas no
había una gran voluntad de réplica social. Esta teoría
fue aplicada sin consultar a la sociedad.
El primer país donde se aplicó fue en
el Chile de Augusto Pinochet, quien con la
fuerza agresiva de la dictadura, pudo imponer esta
reforma e intimidar a la sociedad que no podía replicar
por miedo a la represión.
Se aplicó después en el Reino Unido,
en Inglaterra, con el gobierno de Margareth Thatcher
en 1979. Allí logró romper a los sindicatos, privatizar
el transporte, las minas, terminando una tradición de
dos siglos de luchas sociales.
En 1980 ganó las elecciones Ronald
Reagan, quien introdujo en los Estados Unidos esta
teoría de la globalización y la aplicó en todas las
instituciones controladas por los Estados Unidos, como
son el FMI y el Banco Mundial. A partir de ese momento,
controlando a estas instituciones, la globalización
comenzó a extenderse a todos los países.
El segundo país en América Latina
donde se aplicó esa nueva teoría fue en Bolivia. Fue una
verdadera “terapia de choque”, donde con una brutalidad
impresionante se le arrebató a la sociedad y a los
trabajadores sus derechos y la riqueza del país.
En 1983, el presidente Sánchez de
Lozada en su primer mandato comenzó esta terapia de
choque con la privatización de los hidrocarburos. Siguió
Perú con el gobierno de Alberto Fujimori y
Venezuela, donde en 1992 Carlos Andrés Pérez
aplicó la misma terapia y se produjo una insurrección
popular conocida como “el Caracazo”, donde el Ejército
reprimió al pueblo dejando entre 2 y 3 mil víctimas y
posiblemente muchas más.
(…) Dos años después, el primero de
Enero de 1994, entró en vigor el primer Tratado de Libre
Comercio entre Estados Unidos, Canadá y México (NAFTA).
El mismo día, ingresaron en escena los zapatistas del
Subcomandante Marcos, quienes salieron de la Selva
Lacandona para protestar simbólicamente contra el NAFTA
y ocuparon San Cristóbal de Las Casas con las armas. En
esta ocasión, el Subcomandante Marcos por primera
vez comenzó a difundir una visión clara sobre la
globalización y sus efectos.
En África la población Saharaui, produce un
algodón en condiciones infrahumanas al lado
del Sahara. Trabajan como esclavos para
ellos mismos, para producir un algodón de
excelente calidad y a un buen precio, pero
ese algodón no lo pueden vender ni en su
país.
En los Estados Unidos producen algodón con
maquinarias modernas y con grandes
subvenciones, que hacen que ese algodón
resulte ser exportable a la misma África a
un precio más barato de lo que producen los
productores locales.
Abrir las fronteras se transforma entonces
en la ruina de los pequeños y medianos
campesinos y productores en general.
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Cuando los zapatistas entraron en San
Cristóbal de Las Casas, la que hoy llamamos
globalización, aún no tenía nombre. No sabíamos darle un
nombre a este fenómeno de privatizaciones, violaciones a
los derechos laborales, transformaciones de la economía.
Las finanzas comienzan a tener más importancia que la
producción industrial.
Los analistas pensaban todavía que
eran fenómenos separados y no una sola fórmula, donde
existe una sola solución a los problemas económicos. Yo
había propuesto llamarle 'el Pensamiento único', porque
no se nos permitía pensar de otra manera, esto era lo
único que funcionaba y había que aceptarlo como un dogma
indiscutible. Después se comenzó a llamarle
'globalización' pero el Subcomandante Marcos ya
lo había entendido, a través de sus reflexiones por la
Internet.
¿Qué estaba
pasando
en América
Latina desde hace más de 10 años?
Estaban instaurándose experiencias de
globalización. Había protestas, como en Caracas, pero no
muchas más en otros países. Esto se debía también al
hecho de que todos los medios de comunicación repetían
constantemente a la gente que se trataba de fórmulas
mágicas, que iban a permitir a las sociedades la entrada
en la modernidad, en el desarrollo, en la riqueza para
todos y la gente esperaba ver lo qué iba a pasar y las
mismas víctimas de la globalización no se atrevían a
protestar.
Hoy la situación de la comunicación
no ha cambiado mucho. A diferencia de los primeros años
90, el sistema de comunicación es mucho más sofisticado,
hay una gran proliferación de medios escritos, radiales,
televisivos y la comunicación es masiva, sin embargo la
constatación es que todo ese sistema en realidad no está
presentando una variedad de información, sino la misma
información.
Existen muchas fuentes, pero en
realidad funcionan como una unidad, un sólo mensaje
ideológicamente de apoyo indiscriminado a la
globalización y de crítica sistemática e igualmente
indiscriminada contra al pensamiento disidente y a
quienes critican a la globalización. Los que tienen
recursos pueden buscar esta información crítica en la
Internet, pero esto presupone un cierto nivel de
educación, de formación y de recursos económicos.
El tema de la comunicación mediática
internacional está funcionando como el aparato
ideológico de la globalización, como la maquinaria de
propaganda de la globalización.
Después de 1994 se empezó a
reflexionar a escala internacional sobre cómo combatir a
esta teoría que se estaba aplicando también en el Norte
y la estaban aplicando los gobiernos de derecha y
también de izquierda, provocando estragos muy
importantes.
Comenzó a surgir un pensamiento
autónomo de cómo reflexionar para identificar la
globalización. Era como si todos tuviéramos una
enfermedad de la cual se conoce su sintomatología, pero
sin saber de qué enfermedad se trataba, sus causas y las
relaciones entre los diferentes síntomas.
Poco a poco se encontró una
definición que nadie había teorizado. Empezamos a
organizarnos con la participación de asociaciones, Ongs,
sindicatos y comenzamos a protestar, pero no contra la
globalización en general, sino contra sus aplicaciones
en cada país.
En particular se intentó detectar a
las organizaciones que estaban estimulando a la
globalización, como el motor de la globalización.
En diciembre de 1999 en Seattle,
Estados Unidos, se produjo una gran manifestación en que
participaron organizaciones que venían de muchos países,
porque en esta ciudad se desarrollaba por primera vez
una cumbre de una organización todavía poco conocida: la
Organización Mundial del Comercio (OMC). La OMC es uno
de los motores de la globalización y es la que dice a
los países como deben comportarse para abrirse a los
capitales extranjeros, como sacrificar a sus
trabajadores para que se puedan instalar las empresas
que no respetan los derechos laborales, que dan sueldos
de miseria, que ofrecen puestos de trabajo-basura y que
dicen que esto es bueno para el país.
Allí se denunció que la OMC era una
organización responsable de las grandes tragedias
sociales que se producen en el mundo.
A partir de ese momento comenzaron
protestas en todo el mundo contra la globalización y las
sociedades comenzaron a levantarse.
En Cochabamba, la empresa
transnacional que había comprado la distribución del
agua y que empezó a aumentar su precio se enfrentó a la
ira de la gente y tuvo que irse. En Arica, Perú, se
había privatizado la electricidad con el consiguiente
aumento de las tarifas. La gente comenzó fuertes
protestas y la empresa tuvo que bajar los precios. En
Costa Rica, también protestaron e impidieron las
privatizaciones.
Después se comenzó a pensar de que no
sólo se debía protestar, sino que se tenía que pasar a
una nueva etapa, y reunirse en un lugar a nivel del
mundo para buscar y proponer, juntos, soluciones
alternativas a la globalización.
Existe hoy en América
Latina una luz frente a los estragos
sociales producidos por la globalización y
una esperanza de que sea posible otro tipo
de economía. Una economía más humana, más
solidaria, que ponga al centro de su actuar
en la persona y no a la riqueza y al
egoísmo.
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En 2001 decidimos hacerlo en una
ciudad de Brasil, en Porto Alegre y llegaron 15 mil
personas. En este primer encuentro mundial se reflexionó
y se buscaron alternativas, difundiéndolas cada quien en
sus propios países. En 2002 llegaron 70 mil personas y
se sumaron otros movimientos y organizaciones.
Los globalizados empezaban a producir
teorías sobre la globalización, al tiempo que analizaban
cómo se podía pasar a otro sistema.
(…) Existe hoy en América Latina una
luz frente a los estragos sociales producidos por la
globalización y una esperanza de que sea posible otro
tipo de economía. Una economía más humana, más
solidaria, que ponga al centro de su actuar en la
persona y no a la riqueza y al egoísmo.
Creo que hoy día un gobierno que
pretenda realizar cambios sociales importantes o
devolver a la sociedad la riqueza que se le ha robado
durante siglos, para permitir que la gente pueda vivir
con dignidad, con trabajo, educación, sanidad,
viviendas, tiene que ser muy modesto. No se puede
pensar, como se pensó en otra época, que el gobierno
tiene todas las soluciones, que llega con un programa
para hacer todo desde arriba.
Lo que tiene que hacer es escuchar a
la sociedad: qué es lo que la sociedad está pidiendo
como cambio, qué tipo de solución está buscando en los
diferentes ámbitos sociales, cuál es la mejor solución
que colectivamente la sociedad está queriendo encontrar
en materia de producción, organización, en lo social. Es
indispensable que el movimiento social aporte a las
soluciones y es lo que el Subcomandante Marcos
resume en una frase, de que 'el Gobierno tiene que
mandar obedeciendo', no mandar con soberbia y lo debe
hacer independientemente del tipo de poder político que
se presente.
Es lo que hizo Evo Morales con
la nacionalización de los hidrocarburos, donde se
necesita mucho valor para soportar las críticas. Está
claro que no lo hizo porque era un capricho, sino porque
la sociedad que lo eligió se lo pedía y quiere que la
riqueza de Bolivia regresara a Bolivia y lo mismo será
con la reforma agraria.
Al mismo tiempo los movimientos
sociales tienen que organizarse y trabajar desde abajo y
no esperar que todo llegue desde arriba. Esto es
definitivamente lo más importante para que siga la
esperanza de que nuestra sociedad latinoamericana pueda
de verdad soñar en que otro tipo de mundo sea realmente
posible".