Hace un año, algunos periódicos árabes
alardeaban del boom del petróleo
y del apogeo de su sector inmobiliario.
Un año después, las pérdidas previstas
de hasta 2 billones de dólares
precipitaron una reunión extraordinaria
de los países de la Liga Árabe. Los
crecimientos sostenidos de más del 5 por
ciento y en algunos casos incluso
superiores al 10 por ciento, como el
caso de Kuwait, han permitido a muchos
países nadar en petróleo, sin que se
traduzca en bienestar social muchas
veces.
En los países árabes, se prevé una caída
del 40 por ciento del valor de las
inversiones en el extranjero, que hoy
alcanzan los 2 billones de dólares. El
derrumbe de las bolsas y la caída del
precio del barril desde los casi 150
dólares del verano a los 45 dólares
actuales han provocado pérdidas por
medio billón de dólares.
Tras la cumbre, los países de la Liga
Árabe han aprobado la creación de un
Fondo árabe de desarrollo con un capital
superior a los 2.000 millones de
dólares. Se otorgarán préstamos y se
creará una zona aduanera común
“inspirada” en el modelo del mercado
común europeo. Sin embargo, la
dependencia que estas economías tienen
del petróleo y, en algunos casos,
también en la construcción, dificulta la
puesta en marcha de un mercado común
para salir de la crisis. Ya en Dubai ha
quedado suspendida la construcción de
edificios llamados a ser emblemáticos.
Países de otras regiones en el mundo han
tenido o tienen la misma tentación que
los países árabes de deificar sus
grandes reservas de hidrocarburos. En
pleno debate sobre una posible
privatización y reforma energética, el
Gobierno mexicano pagó un anuncio
televisivo que decía: “México
tiene un gran tesoro, un tesoro
escondido debajo del fondo del mar. El
petróleo es nuestro tesoro”.
Según investigadores, sólo el yacimiento
de Chicontepec contiene petróleo para
unos 139.000 millones de barriles, lo
que pondría a las reservas mexicanas
sólo por debajo de las saudíes y las
canadienses, y por encima de las
iraquíes y las iraníes. Algunos expertos
señalan que la extracción sería costosa.
Pero el Gobierno agotará sus fuerzas
para que se apruebe la reforma y pueda
exportar el crudo a los países más
sedientos de ‘oro negro’, como es el
caso de China, India y los
países emergentes, que aún dependen del
petróleo para los transportes y para la
petroquímica.
Contraria a esta fiebre por el “oro
negro”, varios analistas han llegado a
hablar de una ‘maldición de los
recursos’ que no se limita al petróleo,
sino que incluye a los metales, a los
minerales, al caucho, a otros productos
agrícolas y, ya en el presente, al ‘oro
azul’ (el agua).
La geografía política moderna ha quedado
marcada por el “mérito” de “tener” esos
recursos, lo que determinó la partición
de África en la Conferencia de
Berlín de 1885, sin tener en cuenta las
afinidades culturales y étnicas de los
pueblos autóctonos. Del mismo modo,
Francia y Gran Bretaña
se repartieron Oriente Medio el
siglo pasado, mientras portugueses y
holandeses hicieron lo mismo con los
archipiélagos del Sureste asiático.
A pesar de la ‘maldición del petróleo’
de muchos en la actualidad, el ‘oro
negro’ permitió una revolución
industrial sin precedentes que
contribuyó a importantes avances para la
humanidad. La máquina de vapor permitió
transportar en grandes cantidades el
carbón, base de la industria textil, de
la producción de acero y la industria
pesada, las carreteras y los transportes
marítimos.
Fueron posibles el transporte de
alimento a largas distancias y su
refrigeración, así como el bombeo de
agua en grandes cantidades. Asimismo, la
energía del gas natural contribuyó al
aprovechamiento del nitrógeno de la
atmósfera y su conversión en nitrato,
proceso que responde al 80 por ciento
del incremento de la producción de
cereales en el siglo XX.
Pero la Humanidad confundió el despegue
con el desarrollo de sistemas políticos
y económicos con sentido de justicia
social que no estuvieran basados sólo en
una arbitraria distribución de los
recursos, fuente de inestabilidad
política, económica y social. Así, el
nuevo despegue pasa por la
diversificación económica, útil también
para las economías del ladrillo y las de
países que se han dejado engañar por las
“ventajas” del monocultivo para la
exportación de bienes.
Carlos Miguélez Monroy
Tomado de CCS
3 de marzo de 2009