Chile

 

Recordando a Salvador Allende

 

 

Cuánto emociona evocar la memoria de Salvador Allende. Nos recuerda a un hombre: consecuente con sus ideales, valiente, íntegro y magnánimo con sus adversarios. Cuanta razón tenía cuando en su último mensaje, afirmaba: "… tengo la certeza de que mi sacrificio no será en vano, tengo la certeza de que, por lo menos, será una lección moral…".

 

Allende, médico de profesión, había estudiado en la Universidad de Chile, se había criado en un medio de gente burguesa adinerada, hombre de buena presencia, con fama de rompecorazones en su juventud, de muy buen vestir, que sabía degustar un buen vino tinto, entusiasta de la buena mesa, como de las charlas inteligentes después de esta. Así era "Chicho", sobrenombre que utilizaban los que lo estimaban. Otros lo llamaban el "pije" por su buen vestir y no faltaron los que lo recriminaron por su elegancia, siendo él un político de izquierda, a lo que Allende les respondía: "Después de todo, el camino hacia la revolución precisa de luchadores conscientes, no mal vestidos".

 

Salvador Allende, por lo tanto, tenía todo a su favor, dentro de los valores que tanto veneran los capitalistas, para darse una vida estupenda. Pero no, él tenía un ideal mucho más alto, infinitamente superior, propio de seres con profundidad trascendente. Poner todas sus virtudes, talentos y sobretodo su infatigable esfuerzo al servicio de los más indefensos, con la esperanza de que la sociedad sea más justa. Además con la convicción que esta revolución se tenía que hacer en forma pacifica y democrática. Hasta los más benevolentes analistas de su gobierno, dicen que pecó de iluso. Recordemos que los hombres más extraordinarios de la historia nunca han sido comprendidos en su tiempo. El caso de Allende no es una excepción.

 

Obviamente, los afectados -la clase social con poder económico que había manejado Chile desde su independencia en 1.810, y los Estados Unidos de América- tenían claro que Allende tenía que fracasar estrepitosamente, y en forma muy laboriosa se dedicaron a derrocar a este demócrata socialista. Las directrices que recibió la CIA de parte de Richard Nixon y de su compinche de averías, el secretario de Estado Henry Kissinger, era de aplastar a como fuera lugar al gobierno revolucionario. A Kissinger, la vía democrática hacia el socialismo de Salvador Allende le parecía más peligrosa que la revolución armada, pues podía tener un efecto domino en Latinoamérica y propagarse como una epidemia. Y si a esto le sumamos los errores del gobierno de Allende -ineptitud, corrupción, soberbia y la poca unidad que existió en el frente que lo respaldaba-, se generó una crisis económica muy grave, que dio pie al fatídico golpe de estado del 11 de septiembre de 1.973.

 

Los principios de Salvador Allende siguen totalmente vigentes: la búsqueda de justicia e igualdad. Crear un "hombre nuevo", cuya principal motivación no sea la ganancia personal a como de lugar, sino el bien común, que en definitiva es lo mejor para el mismo individuo.

 

Francisco J. Muñoz García

Convenio La Insignia / Rel-UITA

29 de setiembre de 2006

Foto: nodo50.org

 

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