En
la historia de las instituciones y
el equilibrio de poderes, el derecho
de veto tiene una importancia
fundamental. En Uruguay, la Asamblea
que elaboró la Constitución que
comenzó a regir en 1917 debatió el
derecho de veto, otorgado al Poder
Ejecutivo.
El constituyente
Emilio Frugoni, representante
del Partido Socialista, sostuvo en
esa oportunidad que “se trata de una
facultad antidemocrática que debe
desaparecer del juego de nuestras
instituciones”.
El derecho de veto
-explicó- tuvo en su origen un
carácter eminentemente popular para
contrarrestar, y a veces anular, los
actos de un cuerpo despótico y
oligárquico como el Senado.
Ejercido en Roma
por los tribunos de la plebe, el
derecho de veto fue el germen de la
moderna y democrática institución
del referéndum, que pone en manos
del pueblo la facultad de detener la
acción del Poder Legislativo. Es,
por tanto, todo lo contrario a la
institución del veto ejercido por el
Poder Ejecutivo, generalmente
encarnado en una persona o en un
número determinado de personas.
“La salvaguarda de la
soberanía popular -sostuvo
Frugoni- exige oponerse al veto
ejercido por el Poder Ejecutivo (aún
con simple carácter suspensivo). Y
los actos del Poder Legislativo
deben tener un límite y un contralor
que no debe residir en un poder
menos popular, sino en el seno del
pueblo mismo”.
Frugoni,
que sostuvo que aunque bastarán los
tres quintos de los integrantes de
la Asamblea General para levantar el
veto del Poder Ejecutivo,
personalmente no consideraba
admisible, ni siquiera en principio,
que el Poder Ejecutivo pueda detener
una resolución del Legislativo.
El veto presidencial,
sostuvo, es un resabio monárquico.
Ese derecho lo vemos reproducido en
las constituciones modernas en el
plebiscito o en el referéndum, pero
no en el derecho de veto que se
acuerda al Ejecutivo.
La posición del Poder
Ejecutivo actual de Uruguay,
es decir, del presidente doctor
Tabaré Vázquez, en el veto
contra un proyecto de Ley de Salud
Reproductiva aprobado por el
Legislativo, encendió un intenso
debate sobre el derecho de veto.
La decisión del
presidente Vázquez fue
contraria a la sostenida por el
Partido Socialista en la
Constituyente de 1916, que aprobó la
que fue la segunda Constitución de
la República que comenzó a regir en
1917.
El Presidente, que
hasta ha tenido cierta militancia en
el Partido Socialista, se ha alejado
del mismo con motivo de su
discrepancia con un proyecto de ley
que estableció el derecho al aborto.
Vázquez vetó la ley sin haber
propuesto, siquiera, alguna
instancia de debate, que pudo
promover en el Partido Socialista o
en el Frente Amplio, lema integrado
por diversas fuerzas progresistas.
Planteó, además, su
condición de “socialista sin carné”,
lo que le permite no participar en
ámbito alguno de discusión del
Partido Socialista sobre ése u otros
temas. En fuentes del Frente Amplio
se ha comentado esa decisión como
algo respetable, pero propio de
alguien que nunca ha disertado ni ha
escrito sobre socialismo. Ni
siquiera en su corto tiempo de
“socialista con carné”.