Una riqueza escandalosa

Hay cifras escandalosas. Fortísimas bofetadas en plena cara. Una de ellas es la lista de las 400 personas más ricas de Estados Unidos que elabora anualmente la revista Forbes. Sus fortunas superaron el billón de dólares, un monto equivalente al PIB de los cuatro países del MERCOSUR: Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay. Hay datos más escalofriantes.

La riqueza de los diez privilegiados empresarios que encabezan la lista, estimada en 227.000 millones de dólares, alcanzaría para saldar de una vez por todas una tercera parte de la angustiante deuda de América Latina que asciende ya a 789.400 millones de dólares.

 

 

Hay comparaciones que duelen. El patrimonio acumulado del dueño de Microsoft, el famoso Bill Gates, con su cara de niño estudioso y distraído, va por los 48 mil millones de dólares. La cifra se aproxima bastante a los 50 mil millones que se requiere anualmente para reducir a la mitad, en el año 2015, los altos niveles de pobreza que hoy afectan al 66 por ciento de la población mundial.

 

Las disparidades son monstruosas. Cuatrocientas personas atesoran el equivalente a lo que producen 225 millones de habitantes. Si sólo los diez primeros del ranking estadounidense donaran toda su riqueza, aliviarían el drama de la deuda que consume a todo un continente. Un solo hombre posee la suma que pondría fin a la tragedia de 1.200 millones de personas que sobreviven con un dólar diario y acabaría con los padecimientos de miles de millones que carecen de agua potable, una vivienda digna y niveles mínimos de educación. Son los millonarios del imperio contra los nuevos condenados de la tierra de Frantz Fanon.

 

El presidente brasileño, Lula, advertía en vísperas de la Asamblea de las Naciones Unidas que los mágicos 50 mil millones equivalían a "dos meses de los subsidios agrícolas concedidos por los países desarrollados y a sólo tres semanas de lo que el mundo gasta en armamento''. Se necesitan con urgencia pero no aparecen.

 

Motivados por Lula y sus colegas de Chile, Francia y España, 133 países suscribieron el 21 de septiembre, en Nueva York, la Declaración de la Cumbre contra el Hambre y la Pobreza. Con tono admonitorio afirmaban que "el mayor escándalo no es que exista la hambruna, sino que persista cuando se dispone de los medios para eliminarla".

 

Tres días después, al conocerse el anticipo de las lista de Forbes que se publicará completa el 11 de octubre, esas palabras suenan terribles, como aquellos latigazos de Jesús expulsando a los mercaderes del templo. En el año 2003, el exclusivo club de los estadounidenses que tenían más de 1.000 millones de dólares contaba con 222 "socios". Hoy son 313 miembros.

 

No es lo único que aumenta en Estados Unidos. También crece el número de pobres. Según CNN, en ese mismo año 2003, unos 36 millones estaban en ese rango, es decir 12,5 por ciento más que en el 2002.

 

Con razón, al comenzar el siglo XXI, el profesor de economía de Princeton, Paul Krugman observaba con pesimismo que la distribución de la riqueza en su país, en las últimas tres décadas, había retrocedido a niveles de los años veinte. "En 1970 -se lamentaba- el máximo responsable de una empresa cobraba 40 veces el salario medio de un trabajador y en el año 2000 cobra mil veces más. En los últimos 20 años la renta en Estados Unidos creció el 30%, pero en las familias de clase media la renta solo ha subido un 10%"

 

Primera conclusión, la desigualdad no es sólo un problema norte-sur, también es un problema en el interior de las sociedades opulentas del norte. Inequidad que se irá agravando si, como pronostica el economista egipcio Samir Amin, estamos ingresando en la etapa del "capitalismo senil".

 

Mientras se avecina el cataclismo, la fortuna de Bill Gates supera las reservas internacionales de los cinco países de la Comunidad Andina -Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela- que en conjunto ascienden a 41.176 millones de dólares. Representa el doble del PIB de Ecuador (23.912 millones de dólares) o aproximadamente la mitad del PIB de Chile (93.347 millones de dólares).

 

Los cinco miembros de la familia Walton, propietarios de los gigantescos supermecados Wal Mart tienen una riqueza estimada en 90 mil millones de dólares. Su compañía encabezó la lista de las empresas más grandes del mundo, según la revista Fortune de julio del 2004, con un volumen de ventas de 260 mil millones de dólares, superior al PIB de 36 millones de argentinos.

 

La segunda conclusión es preocupante. Como consecuencia del fenómeno de la globalización, el Estado pierde terreno. Se torna raquítico e impotente frente a las dimensiones y ganancias avasallantes de las empresas que terminan imponiendo sus reglas de juego. George Soros tumbó la libra esterlina. La retirada de una transnacional puede desestabilizar un gobierno.

 

Otras comparaciones son aún más odiosas. Si se suma la fortuna de Gates, sus famosos 48.000 millones, y la de su ex socio y cofundador de Microsoft, Paul Allen, estimada en 20.000 millones, se obtiene una cifra equivalente al total de la Ayuda Oficial al Desarrollo (68.500 millones de dólares) otorgada por los países industrializados a todas las naciones en desarrollo, durante el año 2003.

 

Para mayor indignación, el tema puede mirarse desde otra perspectiva. Las riquezas acumuladas por Gates y Allen son mayores que los 65.000 millones de dólares que perdieron los países en el 2003, a raíz de las 700 catástrofes ocurridas a lo ancho y largo del planeta, con un horrible saldo de 75.000 muertes, según cifras de Naciones Unidas.

 

Los ejemplos abundan. Algunos suenan hasta estrafalarios. Las fortunas de dos gigantes de la informática -Michael Dell, de las computadoras Dell (14.200 millones de dólares) y Lawrence Ellison, de Oracle (13.700 millones)- equivalen nada menos que al total de los 30 mil millones de dólares anuales que envían, como remesas a sus familiares, los 10 millones de latinoamericanos que viven en Estados Unidos.

 

La tercera conclusión es que el mundo se está tornando cada vez más desigual hasta alcanzar niveles casi degradantes de la condición humana. Para decirlo en palabras del periodista Ignacio Ramonet: "Nunca los amos de la Tierra han sido tan poco numerosos, ni tan potentes". Lamentablemente América Latina ostenta el récord de desigualdad, superando a Europa del Este y a gran parte de Asia. La CEPAL denuncia que, en varios países de nuestra región, el 10% de los más ricos recibe un ingreso medio 20 veces superior al del 40 por ciento más pobre.

 

Contrariamente a las tesis neoliberales sobre el supuesto "goteo" del crecimiento económico hacia las capas mayoritarias y carenciadas de la población, las estadísticas demuestran que América Latina es una fábrica de pobres. La única riqueza que aumenta es la que se concentra en pocas manos.

 

Un estudio del Banco Mundial, difundido en mayo, confirma que "el 10% más rico de los individuos recibe entre el 40% y 47% del ingreso total en la mayor parte de las sociedades latinoamericanas, mientras que el 20% más pobre solo recibe entre el 2% y el 4% de los ingresos".

 

Nuevamente la revista Forbes señala con un guiño hacia adonde dirigir las pistas de tanta inequidad. A principios de octubre del 3003, reveló una misteriosa reunión de lo que bautizó como el "clan secreto de Carlos Slim", el poderoso empresario mexicano que encabeza la lista de las fortunas latinoamericanas con unos 7.500 millones de dólares.

 

El encuentro en un paradisíaco lugar mexicano congregó durante tres días a la treintena de hombres de negocios más acaudalados de América Latina para analizar "las perspectivas de la región". Poco trascendió de lo acordado, más allá de unas retóricas preocupaciones por "la cuestión social" y un voraz interés por los suculentos contratos de que se desprenderán de la Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional Sudamericana (IRSA)

 

De la mano de Forbes se conocieron, en cambio, más datos sobre la riqueza de los millonarios latinoamericanos. En el año 2003, solamente las 22 personas más ricas de la región tenían un patrimonio conjunto de 47.000 millones de dólares (1.000 millones menos que Bill Gates) que representaba el 4 por ciento de las fortunas mundiales. Con cinismo, podría afirmarse que nuestros ricos se asemejan a la "cola de ratón del león".

 

Pero su poderío se agiganta hasta tornarse omnipresente, contrastado con el 44 por ciento de los habitantes de esta región cada vez más miserable -nada menos que 227 millones de latinoamericanos- que viven bajo la línea de pobreza o los 102 millones de indigentes.

 

El sociólogo chileno Manuel Antonio Garrentón advertía que uno de los principales problemas que afronta América Latina es el aumento de la pobreza y el nuevo tipo de exclusión que divide entre los que están dentro y los que "quedan fuera", aludiendo al mundo rural, los indígenas, el sector informal, los desocupados y quienes tienen un empleo precario. Esa masa de excluidos, decía con espanto, "son vistos como innecesarios y parecen sobrar".

 

¿Cuánto tiempo podrá mantenerse la tensión entre los poquísimos ricos que tienen mucho y los muchos pobres que carecen de todo? La ecuación contiene demasiada violencia para ser tolerable. Parafraseando la frase de Pascal podría afirmarse que "no pudiendo hacer fuerte lo que es justo, se ha hecho justo lo que es… terrible".

 

 

Susana Pezzano

Convenio La Insignia / Rel-UITA

27 de setiembre de 2004

 

 

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