Toda la
verdad murió con Sadam en una cámara de
ejecución. Muchos en Washington y
Londres habrán suspirado de alivio
Le hemos cerrado la boca. En cuanto ayer
por la mañana en Bagdad el encapuchado
verdugo accionó la manivela de la
trampilla situada bajo sus pies, los
secretos de Washington quedaron a buen
recaudo. El desvergonzado e indignante
apoyo militar encubierto que Estados
Unidos - y el Reino Unido- suministró a
Sadam durante más de una década es
todavía una historia terrible que
nuestros presidentes y primeros
ministros no quieren que el mundo
recuerde. Y ahora Sadam, que conocía en
toda su magnitud ese apoyo occidental -
proporcionado mientras cometía algunas
de las peores atrocidades desde la II
Guerra Mundial-, está muerto.
Ha desaparecido el hombre que recibió
personalmente la ayuda de la CIA para
destruir al Partido Comunista de Iraq.
Tras su toma del poder, los servicios de
inteligencia estadounidenses
suministraron a sus secuaces las
direcciones de los comunistas en Bagdad
y otras ciudades en un esfuerzo por
destruir la influencia de la Unión
Soviética en el país. El Mujabarat de
Sadam visitó todas las casas, detuvo a
sus ocupantes y sus familias, y los
asesinó a todos. Para los conspiradores,
los ahorcamientos públicos; sus esposas
e hijos recibieron un trato especial:
torturas extremas antes de ser
ejecutados.
Cada vez hay más pruebas en todo el
mundo árabe de que Sadam celebró una
serie de reuniones con altos
funcionarios estadounidenses antes de
invadir Irán en 1990 - tanto él como el
gobierno de EE. UU. estaban convencidos
de que la República Islámica se
derrumbaría si Sadam ordenaba a sus
legiones que cruzaran la frontera-, y el
Pentágono recibió órdenes para que
colaborara con la maquinaria militar
iraquí proporcionando datos de
inteligencia sobre el orden de batalla
iraní. Una gélida mañana de 1987, no
lejos de Colonia, entrevisté al
traficante de armas alemán que inició
esos primeros contactos directos entre
Washington y Bagdad..., a petición
estadounidense.
"Señor Fisk... Al principio de la
guerra, en septiembre de 1980, fui
invitado a ir al Pentágono - me dijo-. Y
allí me entregaron las últimas
fotografías de los satélites
estadounidenses de las líneas de frente
iraníes. En las imágenes se veía todo.
Estaban los emplazamientos de cañones en
Abadán y, detrás de Jorramshahr, las
líneas de trincheras en el lado oriental
del río Karun, los taludes de protección
de los tanques - miles de tanques- a lo
largo del lado iraní de la frontera en
dirección al Kurdistán. Era cuanto podía
desear cualquier ejército. Viajé con
esos mapas desde Washinton hasta
Frankfurt y desde Frankfurt con las
líneas aéreas iraquíes directamente
hasta Bagdad. Los iraquíes se mostraron
muy agradecidos, muchísimo".
Me encontraba con los comandos avanzados
de Sadam en esa época, bajo el fuego de
la artillería iraní, notando cómo las
fuerzas iraquíes alineaban sus
posiciones de artillería lejos del
frente de batalla con ayuda de los
detallados mapas de las líneas iraníes.
Sus bombardeos contra Irán desde las
afueras de Basora permitieron a los
primeros tanques cruzar el Karun en una
semana. El jefe de esa unidad de tanques
se negó a decirme cómo había elegido el
único vado no defendido por blindados
iraníes. Hace dos años, volvimos a
encontrarnos en Ammán, y sus oficiales
más jóvenes lo llamaban general, el
rango que le concedió Sadam tras este
ataque al este de Basora, cortesía de la
información proporcionada por
Washington.
La historia oficial iraní de los ocho
años de guerra con Iraq afirma que Sadam
utilizó gases por primera vez contra ese
país el 13 de enero de 1981. El
corresponsal de AP en Bagdad, Mohamed
Salaam, fue conducido hasta el escenario
de una victoria militar iraquí al este
de Basora. "Empezamos a contar,
caminamos kilómetros y kilómetros en ese
maldito desierto, contando sin parar -
afirmó-. Llegamos a 700, nos liamos y
volvimos a empezar... Los iraquíes
habían utilizado por primera vez una
combinación: el gas nervioso paralizaba
los cuerpos, el gas mostaza les sofocaba
los pulmones. Por eso escupían sangre".
En esa época, los iraníes sostuvieron
que Sadam había recibido ese terrible
cóctel de EE. UU. Washington lo negó.
Pero los iraníes tenían razón. Las
prolongadas conversaciones que
condujeron a la complicidad
estadounidense en esa atrocidad
permanecen secretas - Donald Rumsfeld
era por entonces uno de los ayudantes
del presidente Ronald Reagan-, aunque no
cabe duda de que Sadam conocía todos los
detalles.
Según un documento apenas denunciado, de
exportaciones de doble uso de Estados
Unidos a Iraq relacionadas con la guerra
química y bacteriológica de la guerra
del Golfo y sus posible repercusiones
para la salud, antes de 1985 y después
de esa fecha, las compañías
estadounidenses realizaron envíos
autorizados por el Gobierno de agentes
biológicos a Iraq. Estos envíos incluían
Bacillus anthracis,causante del
carbunclo, y Escherichia coli.Ese mismo
informe de un comité del Senado
estadounidense concluía que:
"Estados Unidos proveyó al Gobierno de
Iraq de material de doble uso con sus
licencias correspondientes que ayudó al
desarrollo de los programas químicos,
biológicos y de sistema de misiles,
incluidas plantas de producción de
agentes químicos para la guerra
bacteriológica y dibujos técnicos,
equipo de llenado para la guerra
bacteriológica".
El Pentágono tampoco desconocía la
magnitud del uso iraquí de las armas
químicas.
En 1988, por ejemplo, Sadam concedió su
permiso para que el teniente coronel
Rick Francona, un oficial de la defensa
estadounidense - uno de los 60 oficiales
estadounidenses que proporcionaban en
secreto a los miembros del Estado Mayor
iraquí información detallada sobre los
despliegues, los planes tácticos y las
valoraciones de daños de Irán- visitara
la península de Fao tras la reconquista
de esa ciudad por las fuerzas iraquíes.
Su informe a Washington afirma que los
iraquíes utilizaron armas químicas. El
oficial en jefe de la inteligencia de
defensa en esa época, el coronel Walter
Lang, declaró más tarde que el uso del
gas en el campo de batalla por parte
iraquí "no era asunto de grave
preocupación estratégica".
El caso es que fui testigo de los
resultados. En un largo tren hospital
militar que volvía a Teherán desde el
frente, vi a centenares de soldados
escupiendo sangre y mucosidades - los
vagones mismos olían tanto a gas que
tuve que abrir las ventanas-, y tenían
los brazos y la cara cubiertas de
forúnculos. Después, unas nuevas
ampollas de piel les aparecían sobre los
forúnculos originales. Muchos tenían
quemaduras graves. Esos mismos gases se
emplearon más tarde contra los kurdos de
Halabya. No es de extrañar que Sadam
haya sido juzgado en Bagdad por la
matanza de aldeanos chiíes y no por sus
crímenes de guerra contra Irán.
Seguimos sin saber - y con la muerte de
Sadam es probable que no sepamos nunca-
el alcance de los créditos
estadounidenses a Iraq, que empezaron en
1982. El paquete inicial, la suma
gastada en la compra de armas
estadounidenses a Jordania y Kuwait,
ascendió a 300 millones de dólares. En
1987, a Sadam se le prometieron ya mil
millones en créditos. En 1990, justo
antes de su invasión de Kuwait, el
comercio anual entre Iraq y Estados
Unidos había crecido a 3.500 millones de
dólares. Presionado por el ministro de
Exteriores de Sadam, Tariq Aziz, para
que aumentara los créditos
estadounidenses, el entonces secretario
de Estado James Baker - el mismo Baker
que acaba de emitir un informe que
pretende sacar a Bush de la catástrofe
del actual Iraq- dio nuevas garantías
por otros mil millones de dólares.
En 1989, el Reino Unido, que había
proporcionado por su cuenta asistencia
militar encubierta a Sadam, garantizó
250 millones de libras esterlinas poco
después de la detención del periodista
de The Observer Farzad Bazoft en Bagdad.
Bazoft, que había investigado la
explosión en Hilla de una fábrica que
utilizaba los mismos componentes
químicos enviados por EE. UU., fue
posteriormente ahorcado. Menos de un mes
después de la detención de Bazoft,
William Waldegrave, entonces ministro de
Exteriores británico, dijo: "Dudo que
haya un mercado futuro de semejante
escala en cualquier lugar donde el Reino
Unido esté potencialmente tan bien
situado si movemos nuestra diplomacia
del modo adecuado... Unos cuantos Bazoft
más o un brote de opresión interna lo
harían más difícil". Aún más repugnantes
fueron los comentarios del entonces
viceprimer ministro, Geoffrey Howe, a
propósito de la relajación de los
controles sobre la venta de armas
británicas a Iraq. Mantuvo el secreto,
escribió, porque "habría parecido cínico
que, tan poco tiempo después de expresar
nuestra indignación por el trato dado a
los kurdos, adoptáramos un enfoque más
flexible ante las ventas de armas".
Sadam conocía también los secretos del
ataque contra el USS Stark, cuando el 17
de mayo de 1987 un avión iraquí lanzó
misiles contra la fragata estadounidense
que acabaron con una sexta parte de la
tripulación y casi hundieron el buque.
EE. UU. aceptó la excusa de Sadam de que
había sido confundido con un barco iraní
y le permitió rechazar la petición de
entrevistar al piloto iraquí.
Toda la verdad murió con Sadam en una
cámara de ejecución bagdadí. Muchos en
Washington y Londres habrán suspirado de
alivio al ver que el viejo ha sido
silenciado para siempre.
Robert Fisk
The Independent
Tomado de Comfia.info
Foto:
americanvictoryproject.com