Uruguay

           

Líber Seregni

Perfiles de un

General del Pueblo

 

 

El 31 de julio de 2004, fecha del fallecimiento del general Líber Seregni -líder del Frente Amplio, coalición de izquierdas que gobierna actualmente en la República Oriental del Uruguay-, pudo comprobarse la dimensión de su figura histórica en el dolor de la mayoría del pueblo oriental y en el reconocimiento a su personalidad mas allá de las fronteras nacionales y partidarias.

 

El entonces presidente Jorge Batlle dijo, con noble objetividad, que “Seregni será recordado siempre”.

 

Las lágrimas de mucha gente humilde, la emoción de sus compañeros, confirmaron el ingreso de Seregni a las páginas de la historia nacional.

 

Alguna vez, a la salida de las sombras de la tiranía, cuando aún no se habían confirmado los grados a los oficiales fieles al juramento de respeto a la Constitución, tuve oportunidad de destacar que todos ellos ya habían alcanzado un título que bien puede considerarse el más alto en la carrera militar: el que permite entrar, con o sin uniforme, a un asentamiento o a un barrio humilde y ser saludado, allí, con el termino “compañero”.

 

Personalmente he sido testigo de ese reconocimiento: hace algunos años –Seregni había dejado ya la presidencia del Frente Amplio- le solicité me acompañase más allá del Cerro de Montevideo, a la barriada de Santa Catalina, donde los vecinos querían plantearnos temas referidos a la infancia y al Instituto del Niño y el Adolescente del Uruguay (INAU).

 

Recorriendo la zona –porque no encontrábamos el local al cual se nos había invitado- comprobé, repetidamente, el cariño popular hacia Seregni. Un recolector se tiró de su carro, tendiendo su mano con una exclamación: “General: ¡qué alegría tenerlo por aquí!”.

 

De inmediato, alguien detuvo su bicicleta, lo saludó efusivamente y le refirió todo lo que le había recordado “hasta cuando estábamos presos, con otros compañeros, en el

Cilindro Municipal”.

 

A los pocos minutos, vecinos y vecinas rodeaban al general, hablando con alegría fraternal de esperanzas comunes. Y pude admirar cómo el general registraba esos reconocimientos, en sus ojos y en su sonrisa agradecida.

 

Como los pueblos, los hombres y las mujeres se miden por sus ideas, sus actitudes, su trayectoria, pero sobre todo por su conducta en las horas difíciles. De ahí la importancia de analizar la prédica, el sacrificio, la trayectoria ejemplar de Líber Seregni.

 

Cuando se disponía a comenzar su acción en el Frente tuvimos ocasión de realizarle el primer reportaje para el semanario Marcha. Tengo presente el entusiasmo, la fe con la que planteó “la necesidad de reavivar la mística que hizo posible el Éxodo”.*

 

Seregni fue “uno de los artiguistas más auténticos que he conocido” dijo el doctor y juez Gervasio Guillot, representante –también en esas palabras– de la Justicia.

 

Los ejes del ideario de Seregni están en el artiguismo, sostenido por él con lúcida fidelidad, siempre. Recordamos su voz, sus palabras dichas con profunda fe, con honda emoción, en el acto inaugural de la primera campaña del Frente en 1971: “Padre Artigas: guíanos”.

 

Las ideas de Artigas podían encontrarse siempre en los cimientos de sus certezas.

 

En un diálogo con el escritor Mauricio Rosencof registrado por Fernando Butazzoni en un valioso libro, Seregni habla de los resultados perversos “de una cultura de consumismo y de mercado”, y de "la necesidad de reconquistar valores en el Uruguay entero”. Y ante una pregunta clave: ¿cómo salir de la situación actual?, ¿cómo labramos el futuro?, responde: “Nada mejor que volver al viejo Artigas, a nuestro Padre, y seguir su consejo: ‘Uníos, caros compatriotas, y estad seguros de la victoria’”.

 

Ya en aquel primer reportaje a Seregni el general analizó las causas de la violencia en el mundo, los problemas de la sociedad de consumo, los que surgen del prodigioso crecimiento de la tecnología, etcétera. Destacó entonces el sueño de América Latina y el Caribe: la segunda independencia, la liberación económica. Nos dijo: “La revolución que llevó a la independencia política fue una etapa, la primera, que los pueblos quieren completar”.

 

El amor a la “causa de la Patria Grande” era en Seregni un rasgo insoslayable. En el escritorio en el que le realizamos la primera entrevista había varios cuadros: un campesino humildísimo, todo pobreza y espíritu, tocando la quena, dos mujeres paraguayas, una de ellas descalza, y una humildísima calle de Bahía, en Brasil.

 

Por esos días el gobierno había prohibido palabras. Entre ellas, por ejemplo, las palabras guerrillero, tupamaro, etcétera.

 

Seregni, co-fundador de una fuerza política que siempre definió como “pacífica y pacificadora”, analizaba objetivamente las causas de la violencia y destacaba que “lo único trascendente es combatir las causas que pueden dar nacimiento a la violencia”.

 

El país vivía, ya, una dictadura “en el sentido que es -sostenía Seregni- un régimen de fuerza, que actúa a espaldas de los intereses populares, sirviendo intereses de un grupo de privilegiados”.

 

Seregni predicaba consolidar la unidad de las fuerzas auténticamente populares, pero rechazaba “un simple montaje electoral”, porque la tarea es “construir el futuro”. Y ante las promesas de algunos partidos señaló: “La política no es sólo cuestión de ideas o programas, sino, además, voluntad de llevarlas a cabo”.

 

“Trazado el camino -sostuvo-, para seguirlo será necesario recrear la mística y la conciencia que hizo posible el éxodo del pueblo oriental”.

 

El artiguismo orientó toda su trayectoria. Y los humildes le apoyaron y siguen considerándolo como un “General del Pueblo”.

 

 

En Montevideo, Guillermo Chifflet

Rel-UITA

31 de julio de 2009

 

 

 

* En octubre de 1811 la Junta de Buenos Aires y la Corona española celebraron un armisticio por el cual el ejército enviado por esa Junta en apoyo al sitio de Montevideo que mantenía Artigas en la guerra de independencia de España se retiró. Sin tropas y armas suficientes para enfrentar a los españoles sitiados, Artigas emprende una retirada hacia el norte uruguayo en la cual será seguido por miles de orientales que abandonaban todas sus pertenencias para ir tras el General del Pueblo. Cuatro meses después, a principio de 1812, Artigas establecía un campamento definitivo en los montes del arroyo Ayuí junto a 10 mil personas, casi toda la población de la entonces Banda Oriental. Esa gesta fue bautizada por la historia como “El éxodo del pueblo oriental”.

 

 

Volver a Portada

 

 

   UITA - Secretaría Regional Latinoamericana - Montevideo - Uruguay

Wilson Ferreira Aldunate 1229 / 201 - Tel. (598 2) 900 7473 -  902 1048 -  Fax 903 0905