Los siete pecados capitales de América Latina

América Latina casi ha desaparecido del mapa geopolítico del mundo. La atención se centra hoy en el Oriente, próximo, medio o lejano. Sólo es noticia cuando estalla alguna crisis económica (Argentina o Brasil) o cuando emergen populismos que amenazan la oferta petrolera (Venezuela). Es especialmente oportuno por ello que un organismo como el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) abra un debate público sobre la región con la publicación del informe sobre La democracia en América Latina: hacia una democracia de ciudadanos.

 

Latinoamérica ha avanzado mucho en el desarrollo de la democracia. No se puede hablar de otra década perdida, como la de los años ochenta. Nada tiene que ver la América Latina de esos ochenta, con gobiernos autoritarios y militares que practicaban la tortura y las desapariciones, asediada por la hiperinflación o por las suspensiones de pagos, con la América Latina de hoy, en la que los golpes de Estado han desaparecido. Hace un cuarto de siglo, de los 18 países incluidos en el informe del PNUD sólo Colombia, Costa Rica y Venezuela eran democracias; hoy todos los países cumplen con los criterios políticos básicos del régimen político democrático y la mayoría han avanzado espectacularmente en cuanto al control de las principales magnitudes macroeconómicas (inflación, déficit, sistema cambiario...). América Latina ahora busca resolver en democracia las crisis que en otros momentos de su historia hubiesen quebrado las instituciones. En 200 años de vida independiente, la democracia nació y murió decenas de veces en la región: al mismo tiempo que se consagraban las constituciones, se las destruía.

 

Y sin embargo, no hay progreso lineal, sino avances, estancamiento y retrocesos en las condiciones de vida y en el ejercicio de los derechos ciudadanos. Lo conquistado no está asegurado. Se prefiere la democracia como sistema político, aunque se desconfía de su capacidad para mejorar las condiciones de vida de los ciudadanos. Hay un dato estremecedor en el informe del PNUD: casi la mitad de la población entrevistada, un 48,1%, prefiere el desarrollo económico a la democracia; un 44,9% de la población apoyaría a un gobierno autoritario si éste resolviera los problemas económicos de su país.

 

Estos son los pecados capitales que debilitan la democracia conseguida por América Latina:

 

1 - Déficit de ciudadanía social. Todos los países de la región sufren más desigualdad en la distribución de la renta y la riqueza que el promedio mundial. Dieciséis de los 18 países considerados pueden ser catalogados como sumamente desiguales. En 15 casos, más del 25% de los ciudadanos vive bajo la línea de la pobreza, y en siete países la proporción de pobres supera el 50% de la población. Hay 209 millones de personas cuyos ingresos se sitúan por debajo de esa línea de pobreza.

Apenas existe Estado de bienestar: siete de cada diez nuevos empleos creados en la región desde 1990 corresponden a la economía sumergida y sólo seis de cada 10 nuevos empleos generados desde ese año en la economía legal tienen acceso a algún tipo de cobertura social. Lo que plantea la gran desprotección de esas personas cuando lleguen a la edad de jubilación.

 

2 - Déficit de ciudadanía civil. Todavía no están plenamente implantados los derechos para la libertad individual, de expresión, de pensamiento y religión, derecho a la propiedad y a establecer contratos válidos y con seguridad jurídica. Los ricos casi siempre logran hacer valer sus derechos; los pobres, inmigrantes o indígenas experimentan serias desventajas legales.

 

3 - Déficit de ciudadanía política. La mitad de la población prefiere el desarrollo económico a la democracia. Los no demócratas constituyen el 26,5% de la población, y los que están de acuerdo con la democracia pero creen que es válido tomar decisiones antidemocráticas en la gestión de gobierno son el 30,5%. (Es decir, más de la mitad de los ciudadanos no están comprometidos coherentemente con el sistema democrático).

 

4 - Las reformas económicas no han cumplido las expectativas. En la década de los noventa se instaló un modelo económico neoliberal del que hoy muchos se sienten defraudados, o excluidos. Ese modelo defendía la disciplina presupuestaria, la liberalización financiera y comercial, las privatizaciones, cambios en la prioridad del gasto público o un marco desregulador. (Mejoró la macroeconomía pero no redujo la pobreza, aumentó la desigualdad y arrojó a muchos a la economía informal.

 

5 - Mayor debilitamiento del Estado. El Estado es uno de los rostros de la democracia; un Estado sin poder es una democracia sin poder. Ha aumentado la incapacidad de los Estados para influir, controlar, regular o beneficiarse de los procesos transnacionales o para resistir las tendencias hegemónicas en los planes económicos o políticos. La legalidad del Estado no se extiende a vastas regiones en las que operan la legalidad mafiosa.

 

6 - Los nuevos poderes fácticos. Multiplicación de los poderosos lobbies. La extensión del narcotráfico, que intenta controlar parte de los aparatos estatales y que atrae la atención de EE UU, genera nuevas formas de presión externa. Y los medios de comunicación, que forman parte de grupos empresariales no subordinados al poder político, con intereses económicos muy diversificados, y que actúan como suprapoderes que limitan la soberanía de las instituciones públicas.

 

7 - La corrupción. Impregna como un mal olor a una parte muy significativa de la sociedad: el 44,1% de los ciudadanos encuestados está de acuerdo con pagar el precio de un cierto grado de corrupción con tal de que las cosas funcionen. El dinero sucio o negro tiene efectos devastadores sobre una parte de las instituciones y de los dirigentes políticos.

 

El informe del PNUD describe una América Latina donde las historias de éxito se mezclan con las de declive y de fracaso. Y replantea el verdadero debate sobre la democracia y la política: cómo se resuelven las tensiones entre la expansión democrática y la economía, entre la libertad y la búsqueda de la igualdad, entre el crecimiento económico y la pobreza, entre las demandas públicas expresadas libremente y las reformas económicas que demandan ajustes y sacrificios. ¿Qué sucede cuando los ciudadanos embarcados en la experiencia democrática comprueban que ella se divorcia de su contenido de libertad, justicia y progreso? ¿Cuánta pobreza y desigualdad resisten las libertades conquistadas por la democracia? En América Latina no hay malestar con la democracia, sino en la democracia.

 

 

Joaquín Estefanía

Convenio La Insignia / Rel-UITA

27 de abril de 2004

 

 

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