Al fin de abril, un mes que en el sur de América Latina, en
la zona del Río de la Plata, es
azul, de una serenidad otoñal, a esa
paz melancólica se sumó la muerte de
un espíritu excepcional: Idea
Vilariño, cuya poesía -ha dicho
Juan Gelman- es “única en la
lengua castellana”, porque “abrió
puertas nunca dichas”.
Idea Vilariño
nació en Montevideo, Uruguay,
el 18 de agosto de 1920. En el 40
falleció su madre. Cuatro años
después comenzará a trabajar como
docente en literatura en la Sala de
Bellas Artes de la Biblioteca
Pedagógica, en la que permanecerá
hasta 1959.
En 1945 publica “La suplicante”, su primer cuaderno poético.
Poco después, en 1947, se integra al grupo de la revista “Clinamen”,
con Manuel Claps, Angel
Rama e Ida Vitale.
En 1949 funda, con Claps y Emir Rodríguez Monegal
la revista “Número”, a la que luego
se incorpora Mario Benedetti.
Ese año publica “Paraíso perdido”;
en 1950 “Julio Herrera y Reissig” y
“Por aire sucio” en 1951.
Dicta clases en el liceo de Nueva Helvecia y en el Instituto
Alfredo Vázquez Acevedo, de
Montevideo.
En 1963 se le otorga el Premio del Ministerio de Instrucción
Pública con motivo de la tercera
edición ampliada de “Poemas de
amor”, distinción que rechaza por
discrepancia con la integración de
los jurados oficiales.
En 1972 y 1975 recibe los premios de la crítica teatral por
sus traducciones en verso de
Shakespeare. En 1988 obtiene el
“Premio José Enrique Rodó” otorgado
por el Municipio de Montevideo al
conjunto de su obra, y en 1989 el
premio “Bartolomé Hidalgo” en la
categoría ensayo, por su obra
“Conocimiento de Darío”.
En 1994 obtiene el “Premio Bartolomé Hidalgo” por su volumen
“Poesía”. El mismo año el gobierno
de Cuba le otorga la medalla
Haydée Santamaría, y dos años
después el gobierno de Chile
la distingue con la medalla Gabriela Mistral.
En el 2001 publica “Antología poética de mujeres
hispanoamericanas”.
Sus libros de poemas han sido publicados en Argentina,
Cuba, España,
México, Venezuela, en
traducciones al alemán, al sueco y
al portugués. Se han editado libros
sobre su obra en Italia,
Estados Unidos, y
México.
La sensibilidad poética de Idea Vilariño tuvo paralelo
con su sensibilidad social, en la
que influyeron, sin duda, los
ideales libertarios de su padre.
Ella dijo, en un reportaje que le
realizó Mario Benedetti: “Uno
es más que su yo profundo, que su
sensibilidad metafísica. Hay otras
cosas que asustan: el dolor por la
tremenda miseria del hombre, el
imperativo moral de hacer lo posible
porque se derrumbe la estructura
clasista para dar paso a una
sociedad justa. Aún cuando uno sea
coherente con su actitud esencial
-hay una sola coherencia posible- no
puede evitar ver el dolor, no puede rehuir el deber moral. Y entonces se
pone a compartir la lucha, a ayudar
a la esperanza”.