A veces el silencio es atronador. En estos días el mutismo de
los sedicentes defensores de la
democracia liberal, el mundo libre y la
economía de mercado resuena con
estrépito. El régimen genocida de
Israel, siniestro heredero de su verdugo
nazi, está perpetrando un crimen
incalificable contra el pueblo
palestino. Cuando Bush caracterizó al
gobierno de Hamas como "terrorista" y la
Unión Europea avaló esa infamia Tel Aviv
se sintió respaldado y abrió las puertas
del infierno. El bombardeo a mansalva de
poblaciones civiles indefensas, los
atentados contra autoridades
democráticamente electas de Palestina y
la destrucción de todo lo que
encontraban a su paso fue la voz de
orden del gobierno israelita. Las
oficinas de los principales ministerios
fueron destruidas; ministros,
parlamentarios y altos funcionarios de
la Autoridad Palestina encarcelados; el
suministro de electricidad para la mitad
del millón y medio de habitantes que se
apiñan en Gaza fue inutilizado por la
aviación israelí, paralizando escuelas,
hospitales, talleres y comercios,
dejando a los hogares sin ese vital
recurso.
En pocos días más ya no habrá agua potable, porque las
estaciones de bombeo dejarán de
funcionar. Caminos intransitables,
campos abandonados, la frágil
infraestructura de Gaza está siendo
metódicamente arrasada ante la
indiferencia del mundo. Noche tras noche
la aviación israelí sobrevuela ese
pequeño territorio arrojando bombas de
estruendo, y de las otras. La orden del
valiente y honorable Primer Ministro
israelí, Ehud Olmert, fue terminante:
"que nadie duerma en Gaza." El pretexto
de esta barbarie: la captura por parte
de la resistencia palestina del cabo del
ejército israelí Gilad Shalit –captura,
no secuestro, dado que Shalit era
miembro de un ejército invasor y fue
capturado por sus enemigos en combate.
Ante ello, Tel Aviv se negó a negociar
con sus captores un intercambio de
prisioneros políticos –hay unos 900
niños y adolescentes palestinos presos
en Israel, y más de 5000 adultos, todos
calificados como terroristas. Las
cárceles de Israel, como las de
Guantánamo, no recluyen a seres humanos.
Cuando el presidente iraní exhortó a "borrar Israel del mapa"
el mundo fue conmovido por una oleada de
justificada indignación. Pero cuando el
gobierno de Israel lleva a la práctica
esa amenaza y borra literalmente del
mapa a Palestina los líderes de las
"naciones democráticas" y sus
paniaguados –los Vargas Llosa, Montaner,
Zoe Valdéz y compañía– guardan un
repugnante silencio. Su duplicidad moral
es ilimitada. Pueden justificar con su
silencio cualquier cosa: inclusive, un
genocidio como el que está practicando
Israel en Palestina. Por supuesto, no
dudaron un instante de calificar como
"terroristas" las imperdonables palabras
del presidente iraní; pero cuando el
terrorismo de estado no es declarado en
un discurso insensato sino
sistemáticamente practicado por un peón
de los Estados Unidos como Israel su
conciencia moral padece de un súbito
adormecimiento.
El propósito del gobierno israelí es bien claro: apoderarse
definitivamente de Gaza, para lo cual
primero se requiere, siguiendo el Manual
de Operaciones del Departamento de
Estado, precipitar un "cambio de
régimen" que deje el campo libre para
las fuerzas invasoras. En pos de tal
objetivo todas las consideraciones
morales y todos los escrúpulos son
arrojados por la borda. La imposición de
penalidades colectivas en represalia por
acciones individuales como las de la
resistencia palestina constituye un
crimen de guerra y se encuentra
expresamente prohibida por la Convención
de Ginebra.
No está demás recordar que los precursores en la aplicación
de tan infames tácticas fueron las SS de
Hitler. Cuando algún soldado alemán era
muerto por la resistencia tomaban al
azar a diez personas y las fusilaban en
el acto. Israel no los fusila en Gaza.
Hace como los nazis con el Ghetto de
Varsovia: los sitia, los deja sin agua,
pan, luz, trabajo. Los priva de toda
esperanza y los extermina de a poco, con
la complicidad de los grandes defensores
de la democracia y la libertad,
preocupados como están por la amenaza
que los cohetes norcoreanos representan
para la civilización.
Atilio A. Borón
Agencia Latinoamericana
de Información – ALAI
11 de julio de 2006
FOTO: gaza.blogspot.com