El 3 de junio de 1940, el dictador Francisco Franco
felicitó a Adolfo Hitler
enviándole el siguiente mensaje:
“Fürher: en el momento en que los
ejércitos alemanes bajo su mando
están llevando la mayor batalla de
la historia hacia un victorioso
final, quiero expresaros mi
admiración y entusiasmo así
como el de mi pueblo, que observa
con honda emoción el victorioso
curso de una lucha que consideran la
propia, ya que lleva a término las
esperanzas que ardieron ya en
España
cuando vuestras tropas se unieron
con nosotros en la guerra contra los
mismos y duros adversarios”.
Era ya un hecho probado que tropas alemanas e italianas
habían apoyado a los militares que
provocaron la guerra civil en
España. Hitler y
Mussolini extendían su dominio
sobre nuevos territorios. El Fürher
se entrevistó con Franco en
la frontera hispano francesa, en una
reunión en la que estuvieron
presentes Von Ribbentrop,
ministro de Relaciones Exteriores
del Reich, y Serrano Suñer,
ministro español.
Algunas versiones señalaron que “al principio el Caudillo
expresó su satisfacción por haber
conseguido conocer personalmente al
Fürher y le agradeció todo el apoyo
recibido”.
“España se ha sentido siempre unida con el Eje
-manifestó Franco en esa
ocasión-; en la Guerra Civil los
soldados de los tres países lucharon
juntos y una profunda unidad surgió
entre ellos. Igualmente España,
en el futuro, se unirá estrechamente
a Alemania porque,
históricamente, habrá entre
España y Alemania muchas
fuerzas de unión y ninguna de
separación”, agregó el dictador
ibérico.
El franquismo, como el nazismo, polarizó fuerzas opuestas en
todo el mundo.
La memoria no es lo que caracteriza fundamentalmente a los
partidos políticos. Por ello, los
antecedentes de simpatías hacia el
fascismo suelen dejarse de lado.
Sucede, sin embargo, que algunos
testimonios (como los citados, por
ejemplo) perduran. En Uruguay,
uno de los actuales líderes del
Partido Nacional, el doctor Luis
Alberto Lacalle, publicó hace
varios años un libro, recopilación
de artículos suyos. Uno de ellos es,
sin duda, testimonio de una
ideología de la que no ha
manifestado apartarse. Se titula “Un
Jefe”, y es el relato entusiasta,
conmovido, de su audiencia con
Francisco Franco, “El Caudillo”,
nombre con el cual siempre se le
designó en casa de la familia
Lacalle.
Conocerlo, afirmará el propio Lacalle, le renovó
la admiración compartida por tres
generaciones de su sangre.
Conocíamos ya un Jefe, expresa,
aludiendo a Luis Alberto de
Herrera (su abuelo), “el
nuestro de ayer, de hoy y de
siempre”. El Caudillo de España
era el segundo. “Bastó que sus ojos
claros miraran con profundidad para
que lo entendiéramos. Habló, o más
que habló expuso. Cuarenta y cinco
extraordinarios y maravillosos
minutos. Ni una coma de lo dicho se
ha borrado de mi memoria -afirma
Lacalle-. El tema: España,
Occidente, la obra, el futuro. Una
mañana única de la vida… Sólo he
querido que su recuerdo quedara
grabado en estas líneas”, escribió
el hoy precandidato a la Presidencia
en el Partido Nacional.
La ideología y la trayectoria del dictador español son
inseparables del núcleo de ideas del
fascismo. Hay en el mundo, sin
embargo, políticos que se dicen
demócratas pero se han sentido
honrados por haber sido recibidos
por alguien que se sublevó -con
apoyo extranjero- contra las
instituciones de su país, y
desencadenó una guerra civil que
costó millones de vidas.
Gran cantidad de textos demuestran el acuerdo entre Hitler,
Mussolini y Franco.
En la Declaración de Postdam, documento firmado por países
que lucharon contra el fascismo, se
establece, entre otras
consideraciones, que “el régimen de
Franco no se originó como
consecuencia del desarrollo de las
fuerzas internas del país, sino como
resultado de la intervención de los
principales países del Eje, la
Alemania de Hitler y la
Italia fascista, cuya acción
resultó decisiva para imponer al
pueblo español la tiranía de
Francisco Franco.